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De menos a más: YES (1ª parte) – 1968/1980

Este año 2022 se cumple el 50º aniversario de uno de los discos más icónicos de la historia del rock progresivo (y del rock a secas): Close to the Edge. Y dos de sus artífices han salido de gira en los últimos meses interpretándolo en directo. Por un lado, el guitarrista Steve Howe al frente de Yes, aunque para mucha gente ya no es más que un grupo de tributo, ya que no hay ninguno de sus miembros fundadores (a pesar de contar entre sus filas con otro miembro histórico, el teclista Geoff Downes). Por otro, su ex cantante, Jon Anderson, acompañado de 25 jóvenes músicos (ahí es nada) de la Paul Green Rock Academy. ¿Y cómo es que el visionario duendecillo no está en la banda que ayudó a fundar a finales de los 60? Bueno, aquí entraríamos en un súper culebrón inagotable, porque las idas y venidas y los cambios de personal han sido una constante en la carrera del grupo. De hecho, no hay más de dos discos seguidos con la misma formación, eso ya lo dice todo. Y quien quiera saber más sobre las aventuras y desventuras de la casi veintena de sospechosos habituales de la banda, puede leer el libro que escribí sobre el grupo y que tuvo a bien publicar la editorial Lenoir en el 2015, Yes: Los sonidos del camaleón.

En esta primera parte de la disección de la discografía en estudio del grupo afirmativo, aparecerán los álbumes de su etapa clásica, la que empieza con la formación del combo británico en 1968 y termina al filo de los años 80. Y un apunte importante: como mínimo, la mitad de esta decena de álbumes merecería estar en el número 1, tal es la calidad superlativa de su producción en los años 70, por lo que la siguiente clasificación debería tomarse como una guía aproximada, no como un canon inamovible. De hecho, el otro día volví a escuchar el incomprendido e inagotable Tales From Topographic Oceans y dudé en situarlo entre los tres primeros puestos, tal es su embrujo que sigue ejerciendo en mí…

Sirvan también estas líneas como homenaje a tres miembros de Yes ya fallecidos: el primer guitarrista del grupo, Peter Banks, lo hizo el 7 de marzo de 2013 (a los 65 años), el bajista Chris Squire, que murió el 27 de junio de 2015 (a los 67), y el batería Alan White, que nos dejó el pasado 26 de mayo (a los 72).

 

10 – YES (1969)

El debut del grupo tiene más elementos de psicodelia y folk que del rock progresivo que les daría fama y fortuna. Y aunque no sea un gran disco, ya están presentes los elementos clave del grupo: una tremenda base rítmica (el mordiente bajo de Chris Squire y la sugerente batería de Bill Bruford) y estupendos juegos vocales a cargo de Jon Anderson, Squire y el guitarrista Peter Banks. Tony Kaye aporta colorido con su órgano Hammond y Banks hace lo propio con una guitarra con tintes jazzísticos. Lo mejor: “I See You” (una versión de los Byrds), la prog-pop “Looking Around” y “Every Little Thing” de los Beatles, en una sorprendente reinterpretación de rock garaje (con una ruidosa introducción que nada tiene que ver con la canción original). En posteriores reediciones en CD se ha incluido una vibrante versión de “Something’s Coming”, una pieza de West Side Story, que incluye un guiño al compositor ruso Serguéi Prokófiev, mostrando ya las influencias sinfónicas.

9 – TIME AND A WORD (1970)

El segundo álbum de la banda sigue las mismas directrices del primero, aunque con el añadido en algunos momentos de arreglos de orquesta algo innecesarios (y para mayor disgusto de Peter Banks, que vio algunas de sus partes de guitarras enterradas en la mezcla final). Aunque en el caso de “Clear Days” (una especie de “Yesterday” de los Beatles) el cuarteto de cámara sí que funciona. La base rítmica en este disco está aún más conjuntada, tal y como se puede apreciar en la inicial y muy dinámica “No Opportunity Necessary, No Experience Needed” (del cantautor Richie Havens) o en “Astral Traveller”. Y el órgano de Kaye suena también más prominente y crujiente, algo palpable en temas como “Then”. A diferencia del primer disco, que no aportaba ninguna composición propia que haya perdurado en el tiempo, aquí tenemos dos canciones que siguen brillando por méritos propios: “Sweet Dreams” y “Time and a Word”, con buenas melodías a cargo de Anderson.

8 – TORMATO (1978)

Tras el fin del ciclo de sus obras maestras (desde The Yes Album hasta Going for the One), el grupo intentó concretar su sonido en piezas más cortas, pero Tormato es un trabajo algo disperso. De hecho, el productor Eddy Offord se fue al principio de las sesiones y no ayudó que el propio grupo produjera el disco. Así, “Release Release”, “Arriving UFO” y “On the Silent Wings of Freedom”, aunque son disfrutables no son memorables (Howe y Wakeman parecen competir en a ver quién toca más notas) y tienen finales poco trabajados. Y “Circus of Heaven” es una canción infantiloide de Anderson que quizás mejor la hubiera grabado en solitario. Pero el disco no está exento de buen material: con las iniciales “Future Times”, “Rejoice”, “Don’t Kill the Whale” y “Madrigal” seguían mostrando esa mezcla de buen hacer instrumental con las pegadizas melodías de Anderson. Y Squire firma una de las mejores baladas de toda la carrera del grupo, la espléndida “Onward”. Por cierto, este disco siempre gustó más en EEUU que en otros lugares, hasta el punto que cuando Yes han tocado por allí, Alan White decía que era de las portadas que la gente les pedía más para firmar.

7 – DRAMA (1980)

Con la escapada de Anderson y Wakeman, el futuro del grupo peligraba. Pero ocurrió lo inesperado (aunque en Yes, casi todo es posible): Squire consiguió convencer al dúo techno-pop Buggles para que aparcara su meteórica carrera (acababan de petarlo con el single “Video Killed the Radio Star”) y se uniera al grupo. El cantante, Trevor Horn, no lo tenía nada claro, pero influyó en su decisión que era fan de Yes. Sea como sea, grabaron el muy sólido Drama, que empieza con la tremenda “Machine Messiah” (casi parece que estén sentando las bases del metal progresivo) y termina con la dinámica “Tempus Fugit”. Y de paso ponían un pie en los 80’s con la muy Police “Run Through the Light”. Downes realmente no es Wakeman, pero aportó las mejores partes de teclado de toca su carrera (Asia incluido) en Drama. Lo dicho: el reemplazo aparentemente imposible de Anderson y Wakeman por Horn y Downes funcionó… al menos por un disco, porque tras la posterior gira, el grupo se desbandó. Y es que Horn fue abucheado en varios conciertos en Inglaterra porque algunos integristas no aceptaban unos Yes sin Jon Anderson.

6 – RELAYER (1975)

Wakeman se había marchado del grupo para seguir con su carrera en solitario, y el sustituto puntual fue el suizo Patrick Moraz, un espléndido teclista que venía del grupo Refugee. Su personalísima manera de tocar dio pie a que Squire dijera que sabía hacer “cantar” al sintetizador. El grupo repetía la fórmula de su obra cumbre Close to the Edge, esto es, una larga pieza acompañada de dos temas de mediana duración. La primera es otra suite de órdago, “The Gates of Delirium” (inspirada en la novela “Guerra y Paz” de León Tólstoi), con “Soon” en su parte final: un remanso de paz necesario tras el paroxismo bélico. Las otras dos son “Sound Chaser” (una de las piezas más barrocas del grupo, con influencias de jazz rock) y la infravalorada y casi sobrenatural “To Be Over”, uno de los diez mejores temas de Yes para el abajo firmante.

 

5 – TALES FROM TOPOGRAPHIC OCEANS (1973)

Doble álbum con tan solo cuatro suites. ¿Se habían vuelto majaras? Un poquito, pero bendita locura la que se apoderó de Mr. Anderson, inspirándose en los Vedas y en el libro Autobiografía de un Yogui (de Paramahansa Yogananda). Le secundó Howe, con quien diseñó las bases de las cuatro piezas. Y es que de eso va en teoría el rock progresivo: expandir los límites de la música para llevarla a terrenos inexplorados y fusionarla con diversos estilos. Por cierto, este fue el primer disco de la banda con Alan White como batería (sustituyendo a Bill Bruford). Aunque venía de tocar cosas más sencillas con gente como John Lennon o George Harrison, aquí mostró su buen hacer con un raudal de creatividad con baterías y percusiones a veces étnicas. Tales… sigue siendo uno de los trabajos más controvertidos del grupo (Squire se reía de las esotéricas letras de Anderson, y Wakeman hizo su primera escapada tras la gira de presentación), pero tiene momentos realmente mágicos, como el final de “The Ancient” o la suite entera “Ritual”, además de pasajes de una belleza pastoral en las otras dos piezas. Y cada vez que se escucha el doble álbum se aprecian nuevos matices ocultos, desplegando todo su rico caudal de ideas. ¿De cuántos discos se puede decir eso en este siglo XXI?

 

4 – GOING FOR THE ONE (1977)

Para mucha gente, el último álbum imprescindible del grupo (con un Wakeman de vuelta al redil), a pesar de su horrorosa portada: no contaron con el habitual Roger Dean y encargaron el trabajo a Hipgnosis, quienes, por una vez, no estuvieron a la altura. Going for the One contiene la soberbia suite “Awaken” (con elementos étnicos ya aparecidos en Tales From Topographic Oceans), una de las piezas preferidas tanto de los propios músicos como de los fans más sibaritas. Y se complementa con la rockera pieza que da título al disco, la preciosa “Turn of the Century”, el pegadizo single “Wonderous Stories” y la enérgica “Parallels”, un tema de Squire sobrante de las sesiones de su magnífico primer disco en solitario, Fish Out of Water. Se vendieron medio millón de ejemplares del álbum en los Estados Unidos ya en el primer mes, y llegó al nº 1 en Inglaterra, además de salir de gira durante seis meses. No está nada mal, teniendo en cuenta que estamos hablando de 1977, el año del punk por excelencia…

3 – FRAGILE (1971)

Tras la salida de Tony Kaye (en parte porque no quería tocar otros teclados que no fueran su querido órgano Hammond y un poco de piano) y la entrada de Rick Wakeman, el grupo puso toda la carne en el asador con arreglos que llevaban los temas a un nivel más épico y sinfónico. Aquí tenemos las clásicas “Roundabout” (tema recurrente en todas sus giras) o “Long Distance Runaround”, además de la estupenda y poco interpretada en directo “South Side of the Sky”. Y cada uno de los miembros del grupo aportó una composición individual, siendo las más destacables “Mood for a Day” (una delicia de Howe con la guitarra clásica) y “The Fish” (una superposición de bajos eléctricos a cargo de Squire, demostrando sus posibilidades rítmicas y melódicas y avanzándose al genial Jaco Pastorius). Pero lo mejor es la increíble “Heart of the Sunrise”, que en sus diez minutos y medio contiene los elementos que mejor caracterizan la música de Yes: una trepidante base rítmica, una guitarra estratosférica, una melodía etérea y arreglos de teclados de una misteriosa belleza, gracias en parte a un acertado uso del mellotron.

2 – THE YES ALBUM (1971)

Tercer disco de la banda y diana absoluta. Y es que la entrada de Steve Howe, maestro con cualquier tipo de guitarra que le pongas en las manos, fue crucial para hacer evolucionar el sonido de la banda. Hasta el punto en que los demás permitieron que tuviera una pieza él solo para lucirse cosa mala, la formidable “Clap”. Pero TODOS los temas del disco son increíbles: “Yours is no Disgrace”, “Starship Trooper”, “I’ve Seen All Good People” (los coros son de matrícula, y el co-productor Eddy Offord fue de gran ayuda para que sonaran bien empastados), “A Venture” y “Perpetual Change”. Muchos de ellos han seguido formando parte del repertorio en vivo en multitud de giras, tal es su aceptación popular. Además, aunque la mitad de las seis piezas superen los ocho minutos de duración, la frescura de The Yes Album sigue intacta cinco décadas después, por lo que sigue siendo el disco ideal para iniciarse en la música del grupo.

 

1 – CLOSE TO THE EDGE (1972)

Rock llevado al barroquismo y, sin embargo, con todas las piezas encajando como un reloj, y unos suculentos juegos vocales herederos de Crosby, Stills & Nash. Por un lado, está la suite que da título al disco (inspirada en la novela Siddhartha, de Hermann Hesse), un tema de 18 minutos con una introducción que recuerda más a Stravinsky que a un grupo de rock (de hecho, muchos de sus conciertos han empezado con una grabación de un fragmento de “El pájaro de fuego”, de este compositor ruso). Y después se alternan momentos instrumentales complejos con otros más melódicos y balsámicos, una parte de órgano de iglesia majestuoso y un clímax impresionante. Por otro lado, “And You And I”, o cómo expandir hasta límites insospechados las posibilidades de una balada folk. Otro épico viaje sonoro con un uso formidable de la guitarra slide a cargo de Howe. Y cierra el disco “Siberian Khatru”, una muestra más del talento de la banda a la hora de fusionar instrumentación intrincada con melodías muy originales, siguiendo la estela de la brillante “Heart of the Sunrise”. Y es que Jon Anderson, con su gran talento para crear tonadas memorables, fue siempre el elemento aglutinador de la música de la banda, sobre todo en sus obras capitales de los años 70.

Texto: Jordi Planas

 

 

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