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Mad Cool Festival – Ifema (Madrid)

 

Metallica

Empezó este año el esperado Mad Cool, de regreso tras el obligado parón que impuso la pandemia, con una jornada previa al comienzo oficial en el que la organización invitó a los medios a visitar las instalaciones. Un inesperado tour por el último minuto antes de que comenzara todo, con un recinto en el que se trabajaba a toda prisa, a pesar del inmisericorde calor de primera hora de la tarde, para que todo, desde carpas y escenarios hasta barras y sanitarios, estuviera listo para la apertura del día siguiente. La jornada acabó en La Riviera donde Incubus (que llegaban a Madrid sustituyendo a Queens of the Stone Age) se las veían en solitario, sin el arrope programado de The Regrettes, que habían causado baja. Convirtieron la sala madrileña en un espacio de psicodelia ante una audiencia entregada con una puesta en escena cuidada. Los norteamericanos ofrecieron una brillante actuación que sirvió de preludio ideal para la que darían días después.

Miércoles 6 de Julio

El primer día de festival fue secuestrado y tomado por Metallica. La legión de seguidores que acudieron en masa a verlos, llegaron incluso a bloquear los tornos para sacar los billetes de tren en la parada de Nuevos Ministerios horas antes de que empezara el concierto. Tuvimos, eso sí, la gran suerte de poder seguir su actuación en primera fila, dentro del conocido snakepit que se forma entre el escenario principal y una pasarela circular por la que se mueven los músicos, que el grupo habilita para sus aficionados más afortunados en sus giras. Pero antes, los londinenses Wolf Alice , con su cantante Ellie Rowsell a la cabeza enseñaron los dientes sobre el escenario Madrid is Life. Se mostraron agresivos y directos. El escenario grande lo calentó YungBlud. Con una estética a base de pantalón corto a lo Angus Yong y unas ganas de dirigir desde el escenario como el mismo Freddy Mercury, no dejó de correr y sumergirse casi en la primera fila del público en lo que el responsable de imagen del grupo corría detrás para atrapar la mejor instantánea de tanto desgaste.

Wolf Alice

Recurrió a un castellano básico para poder entablar conversación con sus seguidores, aunque se produjeran con ello cortes continuos en la actuación. Mucho ha llovido desde que Brian Molko y Stefan Olsdal pusieran en marcha Placebo. Al Mad Cool vinieron en formato de sexteto y dejaron claro a los más nostálgicos que es posible reconocer su sello personal de siempre en alguno de los temas de su trabajo más reciente Never Let Me Go (2022): «Beautiful James», «Happy birthday in the sky»… Algo de glam, emotividad trágica, guitarras desgarradas y la capacidad de encender todo, aunque se haya empezado tocando de forma intimista al piano. La suya fue, sin embargo, una actuación con algún altibajo, lastrada en lo visual por el mal funcionamiento de unas pantallas que distraían la atención del público. Metallica manejaron los tiempos a placer, involucrando a sus incondicionales cada vez que lo creyeron necesario y dándoles a paladear los clásicos de su repertorio. Perdí la cuenta de las veces que Hetfield, su vocalista y guitarrista, cambió de instrumento a lo largo del set. Los incondicionales disfrutaron de los solos y virtuosismos de Hammett, al que nada parecía despistar de su tú a tú con la guitarra. Una misa negra con la que dejar encauzado el primer día del festival. Con todo, hubo tiempo para un último baile, el ofrecido por Chvrches. Su electrónica indie, regada en sintes 80s, funcionó, a base de decibelios y pirotecnia audiovisual.

Jueves 7 de julio

La Femme vinieron sustituyendo a Tom Misch y les tocó lidiar en el escenario grande con un horario en el que en la explanada de Valdebebas aún hacía un calor inmisericorde. Aun así, quienes pudimos verles nos llevamos la sensación de estar presenciando una de las sorpresas más gratificantes del festival. Entusiastas, con momentos en los que uno podría acordarse de Stereolab, me pareció verles disfrutar aprovechando la ocasión de participar en una convocatoria que no esperaban.

Amyl and the Sniffers

Amyl and the Sniffers ofrecieron una actuación sucia y sin tapujos. Grupo con querencias guitar killer al más puro estilo garrulo que ya desarrollaran en las antípodas australianas gente como Cosmic Psychos. Amyl se mostraba inagotable, dinámica, corriendo y trotando por todo el escenario. Garganta al límite y bromas al comprobar que el acento de Melbourne no se entiende del todo en la meseta madrileña. Deftones sonaron emotivos y ruidosos. Plantearon una actuación de sonido denso y colores oscuros. Interesante su utilización de la pantalla central para acompañar su música, llena de recovecos, idas y venidas. Chino Moreno, su cantante, contaba que la actuación en el MadCool era la última de una larga gira que les había mantenido mucho tiempo fuera de casa. Terminaron con estrépito, estridencia y a grito pelado. Mucho más colorida y vitalista es la propuesta que trajeron Imagine Dragons. Tocaron en el segundo escenario, que quizás quedó un poco pequeño dada la concurrencia que reunieron. Su actitud, en modo Eurovisión, a pesar de contar con cañones de confeti y pirotecnias varias, no les permitió terminar de levantar el vuelo.

Imagine Dragons

The Killers irrumpieron con una explosión de sonido que aceleró la estampida desde el campamento alrededor de Imagine Dragons. Ofrecieron pronto muchos de sus clásicos, dejando claro que no iban a escatimar nada a sus fieles. Se acompañaron de tres coristas y unos impresionantes audiovisuales con impactantes efectos tridimensionales. Por último, el math-rock-indie de Foals, enardeció a las masas con mucho músculo, pero también las hizo bailar, con canciones como «2am» o «My Number».

Viernes 8 de Julio

Las hermanas HAIM fueron el primer gran nombre del viernes. Y se ganaron al público con mucha actitud y sentido del humor, pero también con buenos hits, reminiscentes del mejor pop azucarado de los 70 (de Suzi Quatro a Fleetwood Mac). The War On Drugs tienen muchas tablas. Adam Granduciel y su nutrida banda nos ofrecieron un show consistente, con un sonido impecable y mucho sentimiento, haciendo que el Boss o Chris Rea sonaran cool, en un contexto indie-rock. Incubus recuperaron el vigor metal, rock y funk de finales de los 90, con la voz intacta de Brandon Boyd, apoyados en un público numeroso y fiel.

The War On Drugs

Puede que los tiempos y las tendencias no les sean demasiado favorables, pero ellos, a lo suyo, defienden con sabiduría su legado. Muse son amantes de los excesos. Sus epopeyas prog-rock para todos los públicos sonaron excesivas, pero a su vez, impecables. Matthew Bellamy es un virtuoso y gusta de echar mano del barroquismo más cargante. A veces puede resultar algo indigesto, pero no hay nada que canciones redondas como «Starlight» no puedan arreglar. Capaces de lo mejor y lo peor. Los australianos Parcels son órfebres de la disco music de nuevo cuño. Su sonido refinado bien merece una oportunidad, especialmente para los fans de los últimos Daft Punk, Chic, etc. Un directo impecable, que nos induce a un trance jovial y bailable.

Sábado 9 de julio

Pixies irrumpieron en camiseta de faena, sin despeinarse ni mostrar emoción especial. Con una puesta en escena sobria que despreciaba la pantalla grande del escenario principal, despacharon los momentos más grandes de su repertorio, incluyendo a cuentagotas material más reciente. Pusieron al respetable al borde del éxtasis con «Where is my mind?», «Monkey gone to heaven», «Wave of mutilation» o «Debaser», con la que terminaron. Empezaron fríos, pero a medida que avanzó la actuación engrasaron su maquinaria, ofreciendo un show más que correcto.

Pixies

Kings of Leon ofrecieron momentos realmente emocionantes. Eso sí, dejando claras las jerarquías confesaron sentirse intimidados por haber tocado tras los Pixies, un grupo que, según dijeron, les gustaba mucho. La familia Followill sabe moverse en terreno mainstream, sin perder de vista sus raíces sureñas. Hubo que irse al tercer escenario, Region of Madrid, para ver a Editors. El suyo fue un concierto para colocarles como uno de los vencedores de la noche. Su sofisticada mezcla de electrónica, unas veces sólo a base de teclados, y otras, las más, con un cuidado trabajo de arreglos, programaciones y guitarras, funciona a las mil maravillas. En los momentos de explosión lograron hacer vibrar al público.

Domingo 10 de julio

El paso de Sam Fender por el MadCool consistió en una propuesta melódica e intimista. En la que resultó ser una jornada con algo de bipolaridad entre las ofertas anglosajonas y las orientadas a vertientes cercanas al rap en castellano, el cantante inglés convocó la primera oleada de público eminentemente foráneo. El golpe de timón lo dio Nathy Peluso que, aunque se hizo rogar unos minutos antes de saltar al escenario, no tardó en meterse al, ya de antemano convencido, público en el bolsillo. Repitió varias veces lo contenta que estaba de volver a una ciudad en la que vivió hace tiempo y lo dio todo en la atlética coreografía con la que acompañaba la mezcla de tonos y maneras de su sonido. Los que desertaron cuando empezaba a sumergirse en una aproximación salsera y “sabrosona”, llegaron a tiempo para ver el ambiente entre amigos que labró St. Wood. También para ver interpretar a Tones and I y su conocido «Dance monkey», en un escenario Iberdrola adaptado como si se tratara de las ilustraciones de un cuento infantil. Natos y Waor pusieron el cierre en el escenario grande. El dúo de rap madrileño ha compuesto la banda sonora de esa generación perdida, de pendientes de aro, tatuajes y casas de apuestas. Desde hace ya un tiempo enarbolan de manera totalmente autogestionada la bandera del hip hop pegado al barrio y los coches tuneados. Tuvieron en Recycled J, otro hijo de la ruina (que luego tocaría en solitario en un escenario más pequeño), el aliado para los himnos de su repertorio, que coreaban hipnotizados la chavalería que les sigue fiel a todas partes, desde que tocaban en garitos pequeños hasta llenar Vista Alegre.

Jack White

Tuvieron tiempo de presentar temas de su inminente nuevo disco. Otra muy distinta, claro, es la propuesta de Jack White. Su amor eterno al rock and roll de guitarras le hace repetir la fórmula independientemente del formato. Ejercicios de rasgueos y chirridos de sus cuerdas, con acompañamiento por detrás de una banda que cubre sus repentinos silencios. Tras un arranque fulgurante con guiño incluso en los gritos a lo MC5, no tiene reparo en dejarnos en un lapsus que cubren sus acólitos a ritmo de funk rock. Termina convenciendo al fan irredento y, por supuesto, a los muchos compatriotas que se arremolinaban para verlo.

 

Texto: Tomás González Lezana y Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

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