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Blues Cazorla – Cazorla (Jaén)

Tommy Castro

De nuevo el Misisipi entre olivares

Tras dos ediciones en blanco por culpa de la maldita pandemia, se abren de nuevo los mares de olivares y volvemos a la tierra prometida de Cazorleans, en busca de buena música y el mejor de los ambientes. Muchas ganas acumuladas y esta 26ª edición del Blues Cazorla comienza por todo lo alto con Rory Gallagher’s band of friends a corazón abierto, recordando al añorado Rory y lo más granado de su cancionero. Banda de músicos que acompañó en mil batallas al icónico guitarrista y cantante irlandés y que, esta noche, con el latido salvaje del bajo de Gerry McAvoy a la cabeza, quema las naves en cada clásico de fuego. Del “Messing’ With the Kid” al “Cradle Rock”, pasando por una “A million miles away” coreada por todos y la traca final con la eterna “Bad Penny” y “Shadow play”.

Aunque la brasa está ya perfecta, el fuego camina con Samantha Fish y aviva la llama de la noche para hacerla suya desde el primer tema, una “Bulletproof” en la que saltan chispas de su cigar box guitar. La rubia de Kansas City demuestra una rock & roll actitud y magnetismo sobre las tablas que deja a la plaza de toros de Cazorla con la boca abierta al completo. Se pasa a la Gibson SG blanca y sigue exprimiendo cuerdas y electrificándonos con “All ice no whiskey”, “Twisted ambition” y “Better be lonely”, tridente explosivo de su Faster de 2021. La luna y las estrellas no dejan de aullar y balancearse ni un segundo, tema a tema, para terminar por rematarnos con la abrasiva “Black wind howlin’” y dejarnos en la piel la primera gran quemadura nocturna del festival.

Rory’s Gallagher Band of Friends

Complicado salir al escenario tras el tornado rubio, pero Popa Chubby viene de vuelta y se lanza sobre nosotros con una “Rollin’ and tumblin’” a todo gas, para seguir derrochando virtuosismo y pellizco en una actuación que, por momentos, excede el límite de versiones y medleys marca de la casa.

A las cuerdas maestras de Chubby le sigue la frescura funky jazz y afrobeat de Lehmanns Brothers, que despiertan a la plaza de su letargo y nos conceden una bola extra de espejos, que no dejará de girar en cada adictiva embestida de la banda.

Las mañanas y las tardes en Cazorleans son pura fiesta y tanto en el escenario “Agua Sierra de Cazorla” de la plaza de Santa María como en el “Jaén Paraíso interior” del parque del Cristo, las propuestas musicales son, como cada año, de primer nivel. En esta edición nos hemos centrado en el cartel de la noche, pero por nombrar algunas de las actuaciones que nos han hecho vibrar a pleno sol: Fede Aguado y FieraBlues bajo una continua balacera de agua, el rock sureño de Santero y Los Muchachos, o el soul-blues gallego de Martins Aneiros Band, con aparición estelar de Mingo Balaguer en el aquelarre y verbena musical.

Cae la tarde en Cazorla y el escenario “Cruzcampo” de la plaza de toros se prepara para recibir a los esperadísimos Tommy Castro & The Painkillers, con la voz arenosa y afilada de Tommy a tumba abierta desde que pisa las tablas, sacudiendo su eléctrica y los Painkillers serpenteando y sudando raíces a la perfección en cada pieza. Así recorren el aclamado A BluesMan Came to Town (2021) y las piezas más bluseras de su magnífico cancionero, como “Can’t keep a good man down”, “Calling San Francisco” o el cover que hace suyo de “Leaving Trunk”, además de ese “Night Stomp” de Albert King con el que prende la noche para siempre.

Eric Gales

Si Castro deja huella, le sigue otro grande de esta edición, el incombustible Eric Gales y su engrasada banda, rezumando carisma, simpatía y virtuosismo en cada corte. Conecta con el público desde el aullido inicial de Howlin’ Wolf con “Smokestack Lightning”, pasando por piezas que son pura dinamita en directo, como a “Steep climb” o “You don’t know the blues”, para terminar por saltar por los aires con el “I want my Crown” que grabó en estudio con Joe Bonamassa. Eric Gales confirma que venderá caro el trono del viernes.

Había mucha expectación por ver a Raimundo Amador, que tarda milésimas de segundo en demostrar que su guitarra suena como ninguna, pero, a la larga, no termina de encandilar a la mayoría, que quizás espera un repertorio más festivo, y no piezas tan largas y virtuosas. Nosotros sí disfrutamos con clásicos como “El blues de la frontera”, “Candela”, “El blues del Falillo”, “Camarón” o el “Ay qué gustito pa mis orejas” de cierre. El que tuvo, retuvo y no hay gitano más blusero.

El cuerpo se resiente y el Reverendo Shawn Amos nos regala una vida extra antes de retirarnos a recargar pilas para el último día. La armónica que más brilla de la noche y energía contagiosa a borbotones. Una locomotora de madrugada a ritmo de “I’m ready” y “Baby, please don’t go”.

Raimundo Amador

Es sábado y seguimos saboreando conversaciones, platos típicos y paisajes de Cazorla en la mejor de las compañías, hasta llegar al escenario principal, preparados para disfrutar de una de las jornadas más auténticas de esta 26 ª edición. Nick Moss Band salen al ruedo y desbordan pureza blusera y hechizo por los cuatro costaos, con Moss demostrando rápidamente por qué Buddy Guy le tiene en tan alta estima y de paso, dejando claro que esa veintena de nominaciones a los Blues Music Awards no han caído del cielo. Raíces cocinadas con pasión y fuego lento, con cada miembro de la banda derrochando personalidad y buen hacer. Especialmente deslumbrante es el duelo vocal y de guitarras, alcanzando varias cimas de la velada que nos hacen pausar todo lo demás.

Pero si creíamos que habíamos tocado techo, es hora de romperlo de la mano del mítico Rick Estrin y a sus geniales The Nightcats, que nos envuelven con una actuación de esas que no se olvidan. Si Mr. Estrin y su elegancia innata nos conquista con cada fraseo y llamarada de armónica, su banda tampoco toca el suelo en ningún momento: el gigante Chris “Kid” Andersen agita el cielo y origina huracanes con su guitarra, mientras las teclas de Lorenzo Farrell iluminan el firmamento con una clase al alcance de pocos… Mención de honor para el showman y batería de otra galaxia Derrick “D’Mar” Martin, elegancia, locura y maestría en un cóctel ganador que se mete al público en el bolsillo desde el primer golpeo de baquetas. Gestos mil, jaleos al público, salta por encima de la batería y hace ritmos de percusión con la guitarra de Kid o la estructura del escenario, todo vale. Genio y figura.

Estrin nos deja sin respiración y su huella queda imborrable en Cazorleans a cada solo de armónica, meciéndonos con “Nothing but love”, jugueteando en piezas como “Clothes line”, con baile incluido, o arañando con su voz aterciopelada en la seductora “Looking for a woman”.

Plaza Santa María

Cogemos aire y de ruta nos vamos por “Carreteras secundarias” con el Twanguero en formato trío, desplegando todos sus encantos y magia a las seis cuerdas. Un emocionante viaje que nos hace vibrar con “Spanish rag”, saltar y cantar en “Raska Yu” y apurar un penúltimo baile con “Cumbia del Este”.

Nuestra batería no da para más y nos despedimos con el buen sabor de boca del joven Alexis Evans (aroma Stax y cierto regusto al Eli Paperboy menos mordedor), bien acompañado por una banda que sopla soul y R&B del bueno.

Y nos acordamos allí de él y lo recordamos como homenaje ahora: nos dejó durante la pandemia Henrique ConceiÇao, un compañero de festival conocido y querido por toda la familia blusera, seguro que ha visto  esta 26ª edición desde algún lugar junto a Rory Gallagher y compañía.

La vida sigue y esta tierra y el Blues Cazorla nunca fallan, de nuevo el Misisipi volvió a pasar entre olivares, ¡viva Cazorleans!

Texto y fotos: David Pérez Marín

 

 

 

 

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