Discomático

Hurray For The Riff Raff – Life on Earth (Nonesuch-Warner)

Hurray For The Riff Raff - Life On Earth : Hurray For The Riff Raff, Hurray  For The Riff Raff: Amazon.es: CDs y vinilos}Aunque en nuestro mentiroso presente se haya olvidado, el arte puede nacer del sufrimiento real. Cuenta Alynda Segarra que lleva años padeciendo ansiedad psicológica producida por la rememoración de una juventud vagabunda, saltando a trenes, viviendo en la marginalidad como si fuese posible no verse sometido a la sociedad y sus reglas. La cantautora portorriqueña que plasmó el latido del Bronx en The Navigator (2017), escapó de casa a los diecisiete para tocar en las calles mientras se empapaba de Bessie Smith y Woody Guthrie, forjando un personal estilo en el que se fundían Héctor Lavoe y los Ghetto Brothers. Life on Earth, su sexto álbum, nos la trae renovada, y no solo en su envoltorio musical, más contemporáneo y elaborado, también en la reformulación de sus principios de activista que visita centros de detención de inmigrantes y clama contra la destrucción del medio ambiente. Avispada y compasiva, curtida a la intemperie y con una voz que supura emoción sin forzarla, la chica nació para ser artista necesaria, no otra nulidad de temporada.

Exhuberante y rico en nutrientes, Life on Earth vertebra su curativa jornada espiritual sobre un manto de sonidos que, en abrumador conjuro, amasan lo electrónico con lo orgánico. Su creadora no necesita excusas ni artificios para embelesarnos, sabe cual es su preciso lugar en el mundo y no piensa cejar en su empeño por cambiarlo a mejor, aun a sabiendas de que acecha siempre la insistente derrota. El tono lo da el sublime traqueteo del «Wolves» inicial, y el centro gravitatorio lo fundamenta el tema titular, desnuda balada con trazos de su amor adolescente por Patti Smith. «Pierced Arrows» atrapa desde un electro-pop anclado en tierra firme; «Pointed to the Sun» se despliega cual contenido himno. El irresistible trip-hop de «Precious Cargo» y su denuncia del modo en que tratamos a la inmigración ilegal — “Vinimos para salvar la vida”, dice la voz de un preso—, tiene su reflejo en la ligereza rítmica de «Jupiter’s Dance».

«Rhododendron», firmada con Jim James, se adentra en los misterios del mundo vegetal con acordes que recuerdan a la enjuta folkie de sus inicios. Y la animosa «Saga» desvela una vez más que, en este incierta realidad pospandémica, ya no sirve pensar a largo plazo, tan solo seguir adelante día a día. Hay canciones de amor y desamor, lo son la estremecedora «Nightqueen» y «Rosemary’s Tears», pero sobretodo una variopinta unidad del ser que maravilla. La grabación del roble de cuyas ramas penden campanillas, en un parque de Nueva Orleans, templo al que acudía a diario durante el confinamiento para sosegarse, finaliza este empático álbum en el que subyace una verdad incuestionable: nosotros nos desvaneceremos, la madre naturaleza seguirá su curso. Mientras, soñemos despiertos junto a Alynda.

 

IGNACIO JULIA

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