Ryan Adams cierra su aciaga trilogía, más por motivos extra musicales que por la calidad de sus trabajos, con Chris. Iniciada con Wednesdays y Big Colors, el presente álbum, publicado por sorpresa en los últimos días de marzo, presenta una colección de canciones —dieciocho cortes y un tema extra— en las que se acerca a trabajos como 1989 o Ryan Adams en su sonido, sin ambages, lejos del AOR que desplegó en anteriores elepés, y en sus composiciones, más directas, donde predomina la alternancia de temas guitarreros con los medios tiempos marca de la casa. El nombre resulta un juego entre el réquiem por su hermano y el homenaje al bajista Chris Feinstein, rindiendo tributo a ambos, sin desvelar a quién se dirige, pese al material gráfico utilizado. En un tiempo nefasto para Adams, el decimonoveno disco del de Carolina del Norte es exorcizador a la vez que dobla la apuesta del cantautor por reflotar su carrera, y donde ha facturado un trabajo más que correcto que gustará a sus seguidores.
DAVID VÁZQUEZ