The Sheepdogs – Sala Wolf (Barcelona)

Los canadienses ofrecieron el pasado domingo su mejor versión. Y eso es mucho, ya que en las ocasiones anteriores habían dejado el listón muy alto, pero esta vez se salieron sobre el escenario de la barcelonesa sala Wolf. Ofrecieron un set impecable, tan en ejecución como en intensidad, y al final del trío de temas de inicio, «How Late How Long», «Who» y «I’ve Got A Hole Where My Heart Shoul Be», ya tenían al personal caliente y comiendo de la palma de su mano.

Las guitarras de Ewan Currie y Jim Bowskill manejan el tempo a su antojo, subiendo, bajando y soleando a dúo, doblando fraseos que se alimentan tanto del lirismo de los Allman Brothers, esa maravillosa introducción de «Southern Dreaming», como del brioso ataque de Lynyrd Skynyrd, caso de «I’m Gonna Be Myself». Esas son sus claras influencias a las seis cuerdas, pero es que, además, saben conjugar estribillos de venirse arriba, «I Don’t Know», «Rock & Roll (No Simple Thing)», y rematan las composiciones sin ningún exceso. Pese a su dominio instrumental, son una banda que gusta de redondear las canciones, sin dejar cabos sueltos y que no duda en integrar elementos pop, funk e incluso soul en sus temas.

Y poniendo la guinda el bajista Ryan Gullen, que a su preciso y cálido toque le suma una presencia en escena encantadoramente retro, parece sacado de cualquier banda de los setenta que se te venga a la cabeza, y tremendamente vitalista, ejerciendo de puente entre la banda y la audiencia, animando el cotarro y manteniendo la conexión entre el artista y el público.

Un concierto de lujo, The Sheepdogs son ahora mismo una banda en un pletórico estado de forma, que tuvo un adecuado calentamiento con los locales James Vieco Band. Que en la escasa media hora de la que dispusieron se mostraron tan sobrios como contundentes, con la prodigiosa garganta de Jim en primer plano y detrás un grupo de músicos engrasadísimos que tiene claro su camino.

Manel Celeiro

Fotos: Marina Tomàs