El pasado 7 de mayo se celebró en Betxí, Castellón, el XV aniversario del Sant Antoni Pop Festival. Esta población, de poco más de cinco mil habitantes, bautizada como “la pequeña Detroit”- por la afición generalizada que procesan los autóctonos hacia el Rock&Roll- es, a día de hoy, un auténtico referente del garage a nivel nacional. Aquí todo está hecho con amor, y eso se nota. Al llegar deambulamos por las calles, bajo un sol espartano, y un paisaje de pequeñas casas de adoquines de color ocre. Reina el silencio. A lo lejos, un ligero murmullo nos conduce hacia nuestro destino, el pub Monkey, escenario del primer acto, los dos directos, de acceso gratuito, antes de dar paso a la tradicional paella. Traspasar la puerta es como atravesar un agujero de gusano, el espesor de las luces rojas dilata nuestras pupilas. Son apenas las doce del mediodía, pero nadie lo diría. Huele a cerveza y a oxitocina.
La banda local Los Altragos, al mando de la organización del festival junto a otras maravillosas personas como Juan Carlos, es la encargada de encender la mecha. Un grupo de vándalos, desvergonzados y algo macarras, que lleva más de diez años despachando Garage Rock “directo a la bragueta”. Los tipos idóneos con los que correrse una juerga. Suenan composiciones de su anterior y primer largo, ”El Agujero Glorioso”, editado por Sweet Groove, Devil Records, y El Garito de Wray, y otros cortes inéditos, como “Increíble”, que forma parte de su nuevo disco aún por publicar. Letras directas e indecentes, como en “Cuerpo De Proyectil” (“Estoy tumbado bajo un parasol, con una mano aguanto un vaso y con la otra me rasco un cojón”). Agitan a una audiencia alborotada, que menea las caderas entre tropiezos y chorreones de cerveza.
Los norteamericanos, Nox Boys, procedentes de Pittsburgh, son los siguientes en subir a la palestra. La exultante juventud de Zack, el cantante, despista por las tablas y la soltura con las que se desenvuelve. Se viven momentos de gran intensidad. El ruido del choque entre botellines, que sostiene en alto el respetable, se funde con el de una improvisada pandereta. Los presentes se abalanzan sobre el escenario, instante en el que atruena “I Wanna Be Your Dog” y el maestro de ceremonias agita sus maracas, como el chamán que invoca a los espíritus. La línea entre auditorio y artista se desvanece por completo. El ambiente es singular, embriagador, como si todos formasen parte de una misma comuna.
Llega la hora de comer. Tenemos el placer de probar la popular y auténtica paella de La Plana. Cocinada a la leña, con mucho cariño, por dos fornidos señores, en una especie de caserón de pueblo y muros de piedra. Es lo más parecido a una fiesta familiar, entre amiguetes. Son muchas las caras conocidas a las que saludar.
El segundo acto tiene lugar en el salón Brisamar. Es el turno de los madrileños Thee Braindrops, liderados por el vocalista japonés Shima Bunny. Me recuerda al Capitán Harlock, de figura esbelta y elegante, protagonista del popular manga, obra de Leiji Matsumoto, adaptado posteriormente en una serie de televisión de anime. Todos los componentes tienen sobrada experiencia en otras agrupaciones. Carlos, el guitarrista, forma parte de los The Moonstones y de Las Aspiradoras. En este cuarteto las piezas encajan a la perfección. Una voz áspera y salvaje, en ocasiones lasciva y algo sucia, que invita al desenfreno, unida a unas poderosas líneas de bajo, una precisa sección rítmica y unas corrosivas guitarras. Arrasan con la fuerza de un tsunami, un torrente de fuzz que no deja supervivientes a su paso. Su primogénito larga durada, “I Need Action”, fue grabado, mezclado y masterizado a manos de Jorge Explosión, y sus artilugios analógicos, desde su guarida y centro de operaciones en Gijón, Circo Perrotti, meca del garage patrio. Cuentan, además, con el sello de garantía de Family Spree Recordings y con portada ilustrada por Mick Baro. Su repertorio incluye algunas de sus piezas iniciales, como “Tú Me Quieres Matar”, adaptación al castellano de “All my feelings denied” de Thee Headcoats (Crypt Records, 1990), y la fantástica “Bakasawagi”, en clave Surf instrumental y cavernícola, sobre la que se intuye el espectro de Link Wray.
La actuación de Doctor Explosion es sin duda de las más esperadas. Presentan en sociedad nuevo trabajo y nueva alineación. Vuelven a los escenarios con un guitarra más, César Crespo, conocido músico, sobre todo en el ámbito del Blues, y por su implicación en formaciones del calibre de Lazy Lester o Savoy Ramblers. Le acompañan Dani Montero al bajo y Conrado Martín a la batería, ambos ex componentes de Cooper: Asombrosamente intensos, con un directo trepidante y enérgico, de los que te dejan jadeante y sin aliento. Estamos ante una de las mejores bandas de Garage Punk de nuestro país, con una calidad musical exquisita y unas bases rítmicas asesinas y desquiciantes que los hacen únicos. Amantes de la música de los sesenta, se atreven con todo: Garage, Punk, Beat, R’n’R, Power Pop, y lo bordan. Suenan compactos, a pesar de ser este su primer concierto, saben cómo seducir al público. Escuchamos en primicia algunas rodajas – “Insatisfacción”, “Apego Evitativo” y “Vestir de Mujer”- del LP que tiene prevista su salida este otoño, y otros clásicos como “Blue Monday” o “Surf Talibán” con los que dejan rendido al personal.
Tras este festín, se agradece enormemente la parada y fonda que hacemos para cenar y recuperar fuerzas. El banquete se sirve en un enorme salón, donde bandas y asistentes se entremezclan a su antojo. Una vez más, se hace patente el carácter de camaradería de este magnífico evento, en el que prima la emoción por encima de todo.
Los británicos The Baron Four superan todas las expectativas. Destilan elegancia, savoir faire y mucha simpatía. Melodías brillantes, de cadencias Beat, que nos trasladan al Carnaby más colorido. Deliciosos y armónicos. Irresistibles. El sello inglés de referencia, Le Beat Bespoké, publicaba en 2021, en formato siete pulgadas, uno de sus mayores hits, la pegadiza “Wild Angel” (James Bond & The Agents, 1965), que pasaría a convertirse en un rompe pistas, y les otorgaría cierta notoriedad en los círculos de la escena sixties. Entre sus filas, dos miembros de The Jack Cades: Mike Whittaker (guitarra y voz) y Mole Lambert (batería), cabeza pensante de State Records, conocido, también, por los emblemáticos The Embrooks.
The Incredible Staggers toman el relevo. Los austriacos despachan un sonido más duro, oscuro y primitivo que el de sus antecesores, más en concordancia con el Garage Revival que se escuchaba en Estados Unidos a principios de los años ochenta. Desmontan la sala, sin pausa, con canciones tan conocidas como “Little Latin” o “One Ugly Child”, al ritmo de un frenético teclado, y una voz cruda y cavernosa, de ultratumba, que parece surgir de las profundidades del averno.
Los cántabros, The PulseBeats, ponen el broche final a una jornada perfecta. Potentes y vitaminadas melodías de Garage y Power Pop, donde predominan las composiciones astutas, de tintes Ramoneros y ecos a los Buzzcocks. Melódicos y decididos, saben muy bien lo que se hacen, ellos mismos se auto-producen. Llevan ya mucho tiempo sumergidos en el underground. Cuentan con el solista Nathan Whittle, también conocido por su labor periodística en revistas como Louder Than War y esta misma, y con el incandescente Ral García a la batería, cuyo proyecto paralelo, Los Chicos, es bien conocido.
La fiesta continúa hasta horas intempestivas con las sesiones a cargo de dj Mysterian, capitan Surfocke, y Toni Valer-ho. Me invade la melancolía. Ahora solo queda esperar para volver a disfrutar de la próxima edición, que retoma su fecha habitual, el 28 de enero. Como decía Pepe, el hechicero: “Sí, sí, sí, el Garage está en Betxí”.
Texto y fotos: Tatiana Rius
