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Itziar Yagüe – Sala Tempo Audiophile (Madid)

Qué gusto entrar en una sala en Madrid y encontrarse con el espíritu de Luisiana materializado en una voz poderosa y una banda sólida e inapelable, de sonido contundente y por momentos tan pantanoso como las tierras del sureño estado americano. La principal responsable de este prodigio es la vasca Itziar Yagüe, líder del proyecto y amante y gran conocedora de los sonidos de raíces afroamericanas. Enseguida pudimos apreciar que lleva años interiorizando y recreando esos sonidos desde la admiración y el respeto: blues, rhythm and blues, góspel, swing.

Itziar se encuentra ahora presentando su primer disco, el sensacional EP Delicious, que publicó en septiembre de 2020 y cuya puesta de largo en los escenarios se vio retrasada por culpa de la pandemia. El disco contiene seis canciones compuestas por la cantante que podemos ubicar en los estilos antes mencionados.

La voz de Itziar se mostró en toda su versatilidad: desgarrada y enérgica por momentos, como en el blues Not a doll; dulce y delicada en ocasiones, como en el góspel a capela Red river, que defendió con naturalidad y solvencia, o la balada A life without love, primer single de su próximo disco, producido por el bluesman texano afincado en España Greg Izor; o bien luminosa y llena de una vitalidad contagiosa, como en el redondo y pegadizo rhythm and blues que da título a su primer disco, Delicious, en el góspel What if it were you o en el blues We make a good team. Eso sí, fuera en el registro que fuera, su voz resultó siempre profunda, vibrante y sentida: energía y sensibilidad a partes iguales.

Además de estas canciones y de Daddy’s gone for good, todas compuestas por Itziar, el repertorio incluyó dos que llevan la firma de Greg Izor y que aparecerán en el próximo disco, Right now y The big bang (un swing, estreno de la noche), y tres versiones muy bien escogidas y que tienen a mujeres como protagonistas: Sugar in my bowl de Bessie Smith, el estándar de blues A good man is hard to find vía Lizzy Miles y un renovado Evil gal blues de Dinah Washington que el grupo interpretó con mucho brío.

Pero, con todo, la gran voz de Itziar no se llevó todo el mérito de la noche: la acompañaron tres excelentes músicos que realizaron una labor de categoría y se ensamblaron perfectamente con ella. También al seleccionar el set del que se hace acompañar (piano, bajo y batería), Itziar secunda la tradición del rhythm and blues más primitivo, que a menudo prescindía de las guitarras. Un gran acierto.

El piano de Giuolio Pietropaolo es en buena parte responsable de las resonancias de Nueva Orleans con que cuenta el sonido del grupo (su toque recuerda por momentos a los de pianistas como Allen Toussaint o Doctor John); no solo lleva el principal peso melódico junto a la voz y aporta líneas melódicas que la apoyan o contrapuntan, sino que contribuye en buena medida con su feeling a la gran maquinaria rítmica que constituye la banda.

Una maquinaria rítmica conducida en lo fundamental, claro está, por bajo y batería, y que funcionó como una apisonadora cuando las canciones lo pedían, pero también supo ser delicada y sutil. El bajo de Raúl Platz (normalmente lleva contrabajo, pero esta noche no pudo ser) mantuvo el pulso y también aportó color al sonido de la banda; la batería de Dani Domínguez (última incorporación en el grupo y un gran hallazgo), llena de sensibilidad y de bonitos adornos pero también de fuerza arrolladora, redondeó el sonido y le imprimió contundencia.

Los tres disfrutaron junto a Itziar, que les dio cancha permitiéndoles que se explayaran, se asalvajaron por momentos como poseídos por los espíritus de los pantanos y siempre dieron la talla. Pudimos sentir la compenetración de la banda y la complicidad entre sus miembros, que se extendió también al público; el resultado: una fiesta.

En definitiva, un directo muy recomendable: auténtico, emocionante y arrollador; sensibilidad, energía y feeling a raudales. Así que ya sabéis: si Itziar y los suyos se acercan por vuestra ciudad, no perdáis la ocasión. La alternativa es coger un vuelo a Nueva Orleans…

 

Texto: Alberto Ruiz de Cenzano

 

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