El timón de los Stones tiene prefijado el rumbo, y malo cuando deciden tomar vías alternativas. Y es innecesario recalcar quienes han ocupado desde siempre, con permiso de Brian Jones, el punto máximo de visibilidad. Pero no siempre se recurre a la justicia para aplaudir los méritos de una sección rítmica de ensueño y que, además, propulsó a la banda en sus inicios. Cero glamour, más mayores, con mayor experiencia instrumental. Un tándem imbatible alejado de la pirotecnia The Who que epató poco más tarde. Dos músicos en mayúsculas que poseían una visión amplia del jazz, el skiffle, el blues y el rock’n’roll clásico. Bill Wyman y Charlie Watts, tan discretos como efectivos.
Gran parte de la masa que asistirá a la próxima gira stoniana ni siquiera reparará en su ausencia mientras Mick corra por las pasarelas, Kiz haga de las suyas y Ronnie le cubra las espaldas. Pero si la huida en perfecto estado de revista de Wyman fue traumática para muchos, la muerte de Watts supone la desaparición de un modo muy personal de entender el sonido del grupo, de mantenerlo fijado en el escenario cuando los guitarristas decidían salirse del guión o, directamente, de la galaxia. La eficacia está garantizada, como lo lleva demostrando desde hace años la presencia del bajista Darryl Jones, tipo capaz de marcar compases y guiar a golpe de mástil y mirada al Richards más disperso.
Lleva actuando con ellos desde 1993 y grabando desde Voodoo Lounge, 1994, y se ha convertido en un asalariado de lujo. Su hoja de servicios muestra a las claras su polivalencia: empezó en la banda de Miles Davis y ha sido capaz de alternar a Madonna o Sting con John Scofield. Nunca será un Stone oficial, pero lleva cerca de tres décadas con ellos, poca broma. Longevidad inalcanzable salvo milagro de la ciencia para Steve Jordan: cuando los agentes de la banda comunicaron su incorporación a sus próximos conciertos para sustituir temporalmente a un Charlie convaleciente, muchos ya reservamos flores y espacio para esquela. Nada queda al azar cuando se trata de ellos, y el asunto olía a adiós, Charlie. Y aquí le tienen tras los timbales, al tipo que se dio a conocer enrolado en los Blues Brothers, que ayudó a alcanzar la excelencia al John Mayer Trío con el bajista Pino Palladino a su vera, que persiguió a Richards hasta convencerle de que habían nacido el uno para el otro.
¿Quién mejor para dar el cambiazo? Sustituyó al bueno de Watts en gran parte de las sesiones de Dirty Work cuando este decidió convertirse en uno de los drogadictos más tardíos que se conozcan. Le acreditaron como compositor de parte de «Almost Hear You Sigh», canción incluida en Steel Wheels. Y fue pieza fundamental en los X-Pensive Winos que Kiz organizó para darse un gustazo personal y picar a un díscolo Jagger que parecía decidido a centrarse en su carrera solista. Compusieron juntos parte del material de sus dos álbumes en estudio, mostraban una gran sintonía sobre las tablas y aguantaron juntos las majaderías de Chuck Berry durante la filmación del documental Hail! Hail! Rock’n’roll, así que las quinielas apuntaron a su figura cuando se empezaron a filtrar preocupantes noticias sobre la salud de Charlie.
Falta ver el resultado, aunque es apostar sobre seguro pensar que la pegada de Jordan podrá propulsar la máquina, pero jamás poseerá el toque imprevisible, sutil y mágico que convirtió a Watts en el puto mejor batería de la historia del rock.
Alfred Crespo