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Hermana Morfina, el grupo manchego de hard rock regresa para reivindicar su legado

 

La noticia de la vuelta a la actividad de Hermana Morfina viene acompañada de la de su necesaria renovación. La lógica de los tiempos obliga a conjugar ganas con realidad, empujando a retomar proyectos puestos obligatoriamente en barbecho a la espera de viento a favor. En este caso, la apuesta por la resurrección del grupo manchego se salda con un apabullante balance positivo. Sobre todo, tras lo visto en su vuelta a los escenarios con una flamante nueva formación. Junto a los incombustibles hermanos Richo y Chungo, guitarra y voz respectivamente, se les han unido cuatro músicos curtidos de la exigua pero profesional escena rockera del sur manchego con muchas ganas de matar. Las tablas, la aptitud y el bagaje del grupo de Alcázar de San Juan no solo les ha hecho ver que el objetivo de la resurrección está totalmente justificado, sino que, tras un puñado de ensayos han constatado que los temas de su más que reivindicable historia suenan más potentes que nunca.

Con tres discos altamente notables (de cuatro si contamos una primera maqueta autopublicada) en más de dos décadas de historia, su tenacidad y fe en el lenguaje del rock clásico como eje de transmisión resulta muy reivindicable. Estos trabajos estaban llenos de certeros temas de rock puro vía high energy escandinavo transmutado en chulería carabanchelera (sobriedad manchega), encontrando con ellos la conexión setentera de Hanoi vía Sunset Strip. Por todo ello era una lástima que Hermana Morfina no volviera a intentarlo. Curiosamente la reactivación de la banda pasó de desempolvar tímidamente las guitarras solo por mero disfrute, a darse cuenta de que la cosa funcionaba, y que funcionaba muy bien.

Los fichajes de la contundente y precisa guitarra de F. J. Peña y el multifacético y versátil Antonio Miñán, bajo y coros, hizo que la bola siguiese su curso de forma natural, agrandándose con la incursión de Javi Vela y Uche (el primero, un distinguido batería de la zona y, el segundo, un reputadísimo pianista clásico que ha restaurado un clásico órgano Hammond cuyas válvulas zumban a la espera de la posesión diabólica de su nuevo dueño), remachando y renovando el discurso clásico de Hermana Morfina casi como si de un grupo nuevo se tratase.

Chungo y Richo se han encontrado con unos compañeros de viaje con mordiente y ganas, con lo que puede que la cosa no se limite a simplemente darle lustre a un repertorio más que reivindicable: “Carne de cañón”, “Ven conmigo” o “Prisión” de su segundo disco homónimo, “En el suelo”, “El malo del Ring”, “Madre”, “La noche de los mastines” (que da título al que quizá es su disco más disfrutable y jugoso), o cualquiera de los que, hasta el momento, forman parte de su último trabajo, publicado en 2015, “Nada me sienta bien”, y en el cual sustentan la base de su directo. La coctelera de siempre, labrada a golpe de Black Crowes, Junkyard, Buenas Noches Rose y Hellacopters, agitándose con ingredientes nuevos. La prueba de ello se pudo ver en su vuelta oficial (el pasado 7 de mayo en la sala Rolling Rock de Alcázar de San Juan), donde no solo se puso de manifiesto que la máquina está engrasada, perfectamente ajustada y con ganas de quemar bujía, sino que dejó a las claras que es una formación que puede dar mucha cancha creativa a poco que se suelte compositivamente y el sexteto trabaje mirándose a los ojos.

De momento, el grupo suena entusiasmado y potente, con urgencia e increíblemente fiable, buscando aún sentirse cómodos en el molde de unos temas que siguen sonando frescos. Se puede aventurar que los futuros bolos serán garantía de pasión infalible, lo cual ya es mucho y vale para dar por amortizado el regreso a la vida de Hermana Morfina. El objetivo sigue siendo hacer rock desde las tripas y el corazón, sincero y con la suficiente profundidad para sacar la cabeza del exiguo pelotón patrio. Conviene alegrarse por su vuelta y, sobre todo, no perderlos de vista.

 

Texto: Juan Miguel Contreras.

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