Nueva visita de los supermamones a la capital catalana, reencuentro con su parroquia de seguidores y la constatación de que bandas como ellos son tan necesarias como el respirar. Sabes lo que te van a dar, sin sorpresas, y eso es lo que recibes. Sota, caballo y rey. Es obvio que su mejor época ha quedado atrás, que la enfermedad ha cambiado -como es lógico- la voz de Eddie y que abandonar el formato cuarteto, con la pérdida de una segunda guitarra, no ha sido una buena decisión, por lo menos en mi opinión. Pero son perros viejos, saben divertirse y divertir, y siguen siendo una buena apuesta para tomarse unas cervezas, levantar la mano cornuda y berrear himnos de sábado noche aunque sea un jueves lluvioso y gris.
Poca de su producción más reciente es capaz de resistir la comparación con el pasado, tal vez solo mantienen el tipo la contagiosa «Pretty Fucked Up» y la rocanrolera «Play That Rock & Roll», y se vienen arriba, y la audiencia con ellos, con los puntos álgidos de su repertorio. La euforia se desata cuando suenan cosas como «Born With a Tail», «The Evil Powers of Rock & Roll», «Creepy Jackalope Eye», o «Rock-n-Roll Records (Ain’t Selling This Year)» y mantienen el buen juicio que siempre han tenido para intercalar versiones entre sus temas propios, su ya acostumbrada revisión del cancionero de Thin Lizzy (en esta ocasión «Cowboy Song») y especialmente celebradas fueron «Dead, Jail or Rock & Roll» de Michael Monroe y una brutal lectura, de lo mejor del concierto, del «Beer Drinkers & Hell Raisers» de ZZ Top.
Ya no son la mejor banda de rock & roll del mundo, como orgullosamente se autoproclaman, pero todavía son una buena banda de rock & roll.
Manel Celeiro
Foto: Sergi Fornols