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Jesse Malin – Sala El Sol (Madrid)

Foto: Sergio Lacedonia (en Loco Club, Valencia)

 

Hay veladas que sabemos de antemano que van a ser especiales. Por la calidad humana y artística del anfitrión. Porque sabemos que la concurrencia estará desprovista de postureo alguno. Suele ocurrir con artistas puros, sin ninguna deuda artística, ni tonterías que emborronen lo puramente musical. Generalmente, estas circunstancias confluyen con artistas veteranos de pequeño-gran alcance, que siguen tratando de devolverle a la música todo lo que ésta les ha dado a ellos. Es el caso del americano Jesse Malin. Esta noche estará en el Blues&Ritmes de Badalona.

Poeta urbano de ascendencia punk, convertido en portador de la bandera del rock más quintaesencial e imperecedero, Malin sobrevive a los tiempos de D Generation, a base de honestidad artística y talento, claro. Porque tiene una facilidad innata para parir canciones de molde clásico (folk, rock, power-pop) de las de toda la vida. De las que tanto nos gustan a la parroquia routier.

Con un aforo idóneo para disfrutar del show y un sonido impecable, el quinteto (magníficos músicos) desplegó un set generoso que recorrió toda la carrera del norteamericano. Y como es habitual en él, también dedicó cierto espacio a las versiones. Para el caso, nos regaló relecturas de The Pogues, The Clash y Ramones, dibujando, como podrán imaginar, unas cuantas sonrisas.

El grueso del repertorio se centró en Sad and Beautiful World (2021), su infravalorado último álbum. Probablemente se trate de uno de los mejores discos de americana/rock del último lustro, a pesar de que demasiados fans potenciales no tienen constancia de ello. Una obra redonda y madura, de la cual sonaron «State of the Art», «Dance with the System» o «Green Pastures», entre otras.

En cuanto a sus obras anteriores, sonaron «Wendy» (muy celebrada), «She Don’t Love Me Now» o «Room 13», demostrando que su catálogo es amplio cuantitativa y cualitativamente. Además quedó patente que sus canciones ganan en directo. Por actitud, por los nuevos matices que se añaden y por la actitud del propio Malin. Éste salió varias veces del escenario, interactuando con el público, además de mostrarse comunicativo y cercano durante la más de una hora de actuación. Explicó anécdotas, contextualizó sus canciones, bromeó e hizo gala de un positivismo para con la vida, absolutamente necesario y contagioso.

Ya en las postrimerías, sus adaptaciones de «Rudie Can’t fail» y «Rock n´Roll Radio» sonaron llenas de brío, sirviendo de enérgico broche final. Gran tipo. Gran velada.

 

Texto: Daniel González

Video: cortesía de Heart of gold

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