Seguramente nadie duda ya de que Cartarescu es el mejor narrador rumano de los últimos lustros, con obras tan logradas y personales como “Las bellas extranjeras”, “El ojo castaño de nuestro amor”, la trilogía “Cegador” o la torrencial “Solenoide”. Pero aunque sus a menudo barrocas y oníricas novelas tienen pasajes preñados de poesía surrealista, mucha gente quizás desconoce su vertiente poética.
La editorial Impedimenta le pone remedio gracias a este estupendo volumen (en edición bilingüe) de más de 500 páginas donde se recopila lo más selecto de su obra lírica. Desde su primer libro, “Faros, escaparates, fotografías” (1980), hasta “Nada” (2010), el propio autor ha elegido unos 70 poemas (con excelente prólogo a cargo de Eta Hrubaru y Marian Ochoa de Eribe, su traductora habitual). Entre muchos otros, destacan algunos como “Calle real”, “Autorretrato a la luz de un mechero”, “Una motocicleta aparcada bajo las estrellas”, “Gipsy Queen”, “En otro tiempo, alguna vez…”, “Pierdo, pierdo el control” o “Nubes sobre el bloque de enfrente”.
Nos habla de sus años jóvenes, con una soledad a veces deseada y otras insoportable, sus relaciones de pareja, música (bastantes referencias a los Beatles, como el poema “Déjalo estar”), Bucarest (escenario de momentos a veces fellinianos), un posible viaje astral, fotografías antiguas, epifanías, Ginsberg, una motocicleta y un largo y variado etcétera. Pero en estos casos siempre resultan más elocuentes los versos del autor, como los de “Uno de mis días felices”: “el mundo es una ruina, y los hombres son desgraciados y tienen miedo / no solo a la muerte, sino también a la vida / a ellos mismos, a los demás. / el cerebro registra el bien y el mal sin criterio / y una herida o una ofensa sufrida por quién sabe qué antepasado nuestro en algún momento / es una cicatriz en nuestro cerebro actual. / así ya no se puede vivir, dice él. / tenemos que entender nuestros deseos y necesidades / cambiar / olvidarlo todo / ofrecer a nuestra especie la oportunidad / de salir de esta miseria”.
Texto: Jordi Planas
