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Sleaford Mods – Sala But (Madrid)

 

 

 

La presente gira europea del dúo inglés, así como la que les espera próximamente por tierras norteamericanas, se ha venido anunciando a bombo y platillo con numerosos sold-outs. Probablemente, una situación difícil de imaginar cuando, hará unos diez años, Jason Williamson sumó a su ecuación musical al bueno de Andrew Fearn.

 

En cuanto a las dos escalas españolas, el fornido cantante y el espigado productor lo vendieron todo en Madrid y Barcelona (Razzmatazz). Y es que el fenómeno de este par de cafres no solo no se trata de algo efímero, sino que se consolida por momentos, hasta el punto de congregar un público cada vez más heterodoxo y nutrido.

En Madrid contaron con un respetable entregado en todo momento. Con ellos cantaron o rapearon, a su manera, pero al unísono, algunas de sus ponzoñosas proclamas de kilómetro cero, made in el pub de la esquina. Por su repertorio sobrevolaba una amplia tradición inglesa que abarca desde The Fall hasta The Streets, sumando grime (esa suerte de rap callejero con denominación de origen británica), post-punk, o casi lo que les ocurra, siempre en formato enlatado.

Ya saben cómo funciona su fórmula. Fearn dispara audios instrumentales (o lo que es lo mismo, le da al play) y se echa a bailar de forma destartalada y entrañable. Williamson, por su parte, escupe toda esa bilis de clase obrera, blasfemando, pasándose eso tan vintage del parental advisory por el Arco del triunfo.

Este último interactúa torpemente con sus feligreses, dada su, por momentos, palpable incomodidad. Diríase que tanta pleitesía le incomoda, y no sabe cómo gestionarla. Unas veces se muestra cariñoso, cercano. Otras, grosero. Distante.

 

Es lo que tiene pasar de mod anónimo de clase obrera a estrella del rock (accidental) que alcanza a un amplio rango de edades. Inaudito pero cierto, a pesar de su condición de quincuagenario.

Y en cuanto al repertorio escogido, Spare Ribs, su recomendable último álbum, copó gran parte del protagonismo. pero también entregaron inflamadas versiones de «TCR», «Tied Up in Notzz» o «Jolly Fucker», así como su celebrada relectura de «Don’t Go», de los ochenteros Yazoo. Ya ven que sentido del humor (y buen gusto) no les falta.

Un concierto algo plano, casi por definición; por parquedad en cuanto a su propuesta musical y escénica. Sin embargo, lleno también de momentos divertidos, locos y, en definitiva, disfrutables. Además, tuvieron la virtud de elevar paulatinamente las pulsaciones, en un crescendo que les sentó bien. Que nos sentó bien.

Sleaford Mods no engañan. Ponen todas las cartas sobre la mesa, toda la carne en el asador y acometen sus canciones con vehemencia y convencimiento. Que no es poco, por muy enlatada que sea su propuesta. Muchas bandas inertes suplen su falta de pulsaciones con más vatios, pero no es lo mismo. La actitud no tiene reemplazo.

 

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

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