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Nacho Vegas – MaF / Cine Albéniz (Málaga)

 

Tristes guerras /si no es amor la empresa. / Tristes. Tristes. / Tristes armas / si no son las palabras. / Tristes. Tristes. / Tristes hombres / si no mueren de amores. / Tristes. Tristes.”

Con los tanques rusos acercándose a la capital de Ucrania y los aviones vaciando sus vientres sobre Kiev, acudimos en desesperanzadora desbandá* a cobijarnos en la oscuridad de la sala teatro del Cine Albéniz, en busca de esa paz momentánea y a corazón abierto (que araña por dentro y sana) en el cancionero de Nacho Vegas.

Si se cumplieron hace menos de dos semanas *85 años de la terrible masacre olvidada y desconocida por muchos, en la que el bando nacional bombardeó la huida (desbandá) de civiles por la carretera de Málaga-Almería, atacando sin piedad por mar y aire durante “200 kilómetros de miseria” y asesinando a entre 3000 y 5000 civiles; hoy, 24 de febrero, mientras ocupamos nuestras butacas en el concierto inaugural de la décima edición del MaF (Málaga de Festival), estalla una nueva guerra y, como escribió Miguel Hernández, por desgracia, no es amor la empresa que la mueve.

Pero, en esta imprescindible celebración de la cultura con el cine, “entre lo bello y lo salvaje, entre el dolor y la nada”, el amor sí nos erizará la piel esta noche a lo largo de 16 canciones morfínicas y liberadoras por momentos, en poco más de hora y media de música directa y relampagueante para ir inventando nuevas formas de existir, de resistir. Al rescoldo de su flamante Mundos Inmóviles Derrumbándose (22), del que sonaran siete de los diez temas que lo conforman, comenzamos a calentar y degustar esa fragilidad, soledad y cruda belleza que palpita en el ambiente. La épica solemnidad cae a plomo como un nuevo amanecer en “Belart”, con ecos de guadaña, duelo y aplastamiento. El suicidio de un ser querido para empezar, un tema tabú y silenciado socialmente, que Vegas ilumina y acaricia en su discografía con una sensibilidad, franqueza y magnetismo únicos. Tragamos saliva y cogemos aire en ese luminoso y enérgico intento de “Detener el tiempo” de El Manifiesto Desastre (08), buceando en los recuerdos y sueños de aquella niña o niño que fuimos y llevamos dentro. Refugio que no borra los miedos, pero sí logra parar las manecillas del reloj cada vez que reflotan como efímeras pompas de jabón.

Nos dejamos llevar mar adentro por “La séptima ola” y Vegas nos mece a su antojo con la hermosa brisa implacable de “Ser árbol”, para dar paso al homenaje en bable a nuestro querido y añorado John Prine, adaptando su “Summer’s End” en unas ascuas de verano eterno con “Muerre’l Branu”. Y en esa reconfortante calma chicha en la que nos encontramos, de nuevo aparece la luz entre las grietas con la central “(El) don de la ternura”, vacuna para la soledad y sol de invierno que une manos entre butacas a ritmo de vals. Cicatrizan derrumbamientos individuales y nos hacemos fuertes en la unión de las trincheras, preparándonos para cualquier porvenir: “No hay victoria que sea final / ni derrota total. / Llegará con mano dura y perderán la ocasión / de entender que es la ternura nuestro don”.

Y de repente, unos acordes que a los muy fans nos despierta un escalofrío y corta la respiración… “Hablando de Marlén, nadie recuerda bien el día en que perdió la voz…”. Otra de esas descarnadas historias reales hechas canción, al alcance de muy pocos. La banda abre el cielo, con Manu Molina a la batería y la guitarra afilada de Joeseba Irazoki (imponente durante toda la velada) a la cabeza, dos viejos compañeros de aventuras a los se han unido en este nuevo viaje: Hans Laguna, Ferrán Resines y Juliane Heinemann, aportándole un extra de sensibilidad y matices que consagra a la formación (tras la inevitable marcha de los leones), como una suerte de renacidos y personalísimos Bad Seeds.

Tras recordar la triste historia de Marlén y ese “Adiós, Norteña, olvídame” que se nos queda pegado como salitre en la piel, Vegas, siempre socialmente comprometido, se acuerda de “La Casa Invisible”, el mítico Centro Social y Cultural de Gestión Ciudadana que nació en 2007 en Málaga, llenando de vida y actividad colectiva un edificio abandonado y que, hoy día, está pendiente de una orden de desalojo. Nacho recuerda la importancia de la unión vecinal y los contrapoderes no institucionales, recalcando que “La casa invisible es indesalojable” (ovación del público) y dedicándole “Ciudad Vampira”. Canción que (aprovecho para aclarar, por comentarios que he leído), estando inspirada en “Devil Town” de Daniel Jonston y usando una frase de la misma (intro en la original del Resituación de 2014 por Mursego, adaptando un fragmento de “Devil Town” en euskera): “Ciudad Vampira” es un tema de Vegas, de puño, letra y armonía.

Nos da un respiro emocional con ese delicioso cuento que nos cautivó en La zona sucia (13), una coreada “Lo que comen las brujas” que haría salivar al mismísimo Tim Burton si llegara a sus oídos y, un parpadeo después, nos envuelve con la desnudez y dura verdad de “Ramón In”, elegía a otro ser querido, con final explosivo y regusto cabaretero, con toda la banda uniéndose a la hoguera de despedida, en la que vuelve a arder Irazoki (mirando a los ojos a Nels Cline una y otra vez).

Dos ganadoras más de Mundos Inmóviles Derrumbándose a quemarropa, la cruel belleza de “El mundo en torno a ti” y la “festiva” canción/panfleto-bomba “Big Crunch”.

Ese corazón que estalla entre confeti y metralla cuando una relación que parecía indestructible, se desmorona, nos impacta en el pecho en la colosal “La gran broma final” y, tras avisarnos con cierre “apocalíptico”, nos rematan con una “La pena o la nada” en la que queman las naves. Nos aferramos con uñas y dientes a cada fraseo de Vegas y sí, “elegimos el dolor” y nos fundimos en el huracán sónico que desata la banda. Canciones casi inexplicables e imprescindibles en vena.

Como bises dos clasicazos más, una intensísima y descomunal “El Ángel Simón”, que hace que tiemblen los cimientos de toda Málaga, y su “Like a rolling stone” particular que nunca falta (posible revuelta el día que quede fuera), “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, con el teatro al completo haciendo palmas y coros.

Salimos a la calle y la vida y la guerra (en Ucrania y muchos más lugares y corazones olvidados) continúa. Por un momento, hemos estado a salvo bajo la música.

Texto y fotos: David Pérez

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