El rock sedimenta en otras disciplinas. No hace mucho, ante la muerte de Escohotado, Diego Manrique indagaba en las grabaciones de este; porque no solo se había convertido agitador contracultural, tótem de músicos y rockero frustrado, como se lamentaba en Pienso Luego Existo, sino que había participado en la grabación del algún LP y 7”.
Aunque su relación con la música venía de lejos, el zénit fue cuando Calamaro introdujo una de sus exposiciones en «Nunca Es Igual». En este punto, Pablo Cerezal sigue un camino parecido, arrimado al rock de la mano de Enrique Bunbury o Álvaro Suite, con el que participa como letrista en «No Puedo Volver» del disco La Xana (2020), por ejemplo, sí muestra otro recorrido en el ámbito musical. Uno proscrito, el otro secuestrado por las autoridades.
Arábica es una novela de viaje físico e interior entre el triángulo de tres personajes principales, que se complementan entre ellos de tan distintos, abordando catástrofes mundanas como la duda, las relaciones interpersonales y la traición. Pese al empleo del protagonista, Munir es un periodista para el Corriere della Sera, no se trata de una crónica periodística como pudiera ser Un día más con vida (Editorial Anagrama) de Kapuscinski, por ejemplo, porque este hecho es circunstancial, Munir es periodista como cualquier otra profesión, así lo demuestran los personajes de Tiziana y Francesco, que nada tienen que ver con el gremio periodístico. Un triángulo de personajes tan distintos que se complementan.
Persiste, y predomina, el deseo de los personajes por viajar: a la ciudad de la luz, a Estambul, Marruecos, Beirut…, en una constante huida en busca de la identidad, donde las dudas sobre las raíces y el sentimiento de pertenencia se entremezclan con el sexo y las relaciones y pérdidas personales, como el aroma del café que desprende el libro, elemento sobre el que se teje la trenza de la trama y fetiche principal del volumen. A lo largo del texto, se entrelazan las rutas, entre Cafés donde se urden revoluciones sociales y culturales, entre partidas de ajedrez y charlas interminables. El aroma del brebaje altera el tiempo, su percepción, para estimular a los contertulios. En las conversaciones florece el origen del café, tanto etimológico como de su concepción como brebaje, fluyen en la narración entre las calles de París, que completa / complementa el mapa de París de Javier Das12, más que generar uno nuevo con la cuantiosa cantidad de autores más conocidos que cita, como Voltair o Rousseau, quienes habitaban las mesas de Cafés como Le Procope.
Dentro de la forma de tratar las localizaciones de la novela, cabe destacar la forma en la que traer el Mediterráneo árabe y cómo funde en sus aguas a Europa.
Cerezal es melómano y eso se refleja en la importancia de la música a lo largo de la novela, otorgando de una banda sonora de rock clásico a la obra, en la que aparecen distintas bandas a lo largo del texto, siendo la pasión de sus protagonistas por Led Zeppelin y Page & Plant, el eje central sonoro. Además de la banda mater, aparecen proyectos como The Strange Senstations en una lista en la que no faltan figuras del glam rock como Bowie y Bolan, así como Elton John. Y donde no faltan The Rolling Stones. Por otro lado, desfilan innumerables escritores, con sus reflexiones sobre la literatura o géneros menores, comparando la firma de cada pluma, revolucionarios en sus épocas, quizá una característica común de todos los artistas que desfilan por las páginas. Su lenguaje, como indica Emilio Losada en el prólogo, se cimenta en el compás 4/4, de una manera primitiva, sin ambages, tal cual hablaría cualquiera, y con una forma de escribir propia, como la interrupción de intervenciones en los diálogos.
Quizás, el mejor resumen de Arábica sea las palabras del locutor en Radio Internacional de Tánger: “escuchen… atentos… el diablo anda cerca… y estallaba la fragancia de percusiones primitivas que iban desvistiéndose de cueros y tergales para sorprender la piel erizada de quien escucha a Mick Jagger susurrar en alarido terciopelo aquel please to meet you,”.
Porque la vida, como el café, quizá sean preguntas y experiencias depositándose, hervor a hervor, en un proceso minucioso y certero.
Texto: David Vázquez