Encuentros

Black Toska, el ánima de las canciones

 

Cada vez los márgenes que delimitan la escena musical actual en nuestras fronteras se está convirtiendo en un territorio más abarrotado, lo que por una lógica natural conlleva el incremento de propuestas que centellean entre esas rutas secundarias. Ya sea por su condición lírica, de calado existencialista y lúgubre, como por su sonido, un fornido rock oscuro de reminiscencias a Nick Cave -y por extensión a todos los ilustres “malditos” australianos- o a David Eugene Edwards , la apuesta de  Black Toska está predestinada a una relativa clandestinidad pública. Una condición que no significa que la banda liderada por Víctor García, convertida en trío con la presencia de Diego Fernández De La Hoz y Miguel Ángel Santos, no maneje material de gran valía. Así lo han demostrado pretéritos trabajos como “Someone’s Nightmare Blues” y por supuesto su lanzamiento más actual, que recoge la suma de sus dos singles (“Lily Bulbs” y “Disingenuous Tears”), compuestos por un par de temas cada uno, transformados en el EP “Disingenuous Tears & Liliums», que focaliza su sonido en un entorno más envolvente, menos fiero y directo.

Aupados por la aleación de pequeños pero recomendables sellos como Sweet Mary Records, Delia Records, La Familia Revolución y AK-Athon Records, estas cuatro canciones siguen dando luz, aunque resulte paradójico, a una banda que transita por el lado más turbio de los pensamientos con paso firme , como la voz de su cantante, que resuena de la misma forma a la hora de entonar sus cantos como a la de responder nuestras preguntas.

Acabáis de publicar «Disingenuous Tears & Liliums», un EP que recoge los sencillos, “Lily Bulbs” y “Disingenuous Tears”, con un dos  canciones cada uno, que ya habías compartido previamente, ¿teníais en mente que esos cuatro temas tuvieran una cierta unidad o ha sido solo una cuestión de agruparlos en un mismo trabajo?

En principio no teníamos una idea previa sobre qué tipo de trabajo publicaríamos tras «Someone’s Nightmare Blues». Tampoco teníamos la certeza de que habría sellos interesados en editar esta referencia. Afortunadamente hemos contado con el apoyo de dos que ya habían confiado en Black Toska, a los que se han sumado otros tantos, para hacer posible que estas cuatro canciones tengan la honra de existir en formato físico.

 

El hecho de que ahora seáis un trío, y bajo dicho formato se hayan grabado estas canciones, ¿crees que ha influido de alguna manera en su sentido musical y naturaleza?

Como bien dices compusimos este trabajo siendo un trío. Una de las características en las que coinciden numerosas bandas de la escena underground es la continua lucha por la supervivencia y la necesidad de adaptarse a un sinfín de situaciones que pueden influir en los procesos creativos y las inercias creadas. En el momento en el que dimos vida a estas canciones, Black Toska se encontraba en un momento de transformación. Dos miembros de la formación original ya no estaban con nosotros (Jesús Vallejos y Hélenè Caulfield) y Miguel Ángel Santos se acababa de incorporar al proyecto.

En este caso además, Diego asumió el peso de la composición musical y arreglos,  encargándose a la vez de las guitarras, bajo y sintetizadores…algo que no hubiese ocurrido si no hubiésemos tenido que adaptarnos a una nueva situación. En este sentido la necesidad de adaptación propicia la aparición de retos creativos, algo que es siempre estimulante. A día de hoy la formación se ha completado con Jorge Fernández De La Hoz al bajo y volvemos a ser un cuarteto.

Unas canciones que han sido compuestas en plena época de pandemia, ¿crees que ese hecho ha dejado su poso identificativo en ellas, teniendo en cuenta que de una manera u otra casi todas tratan el tema de la muerte?

No puedo asegurar que esa relación se pueda establecer de una forma tan estrecha. Es cierto que en aquellos días la muerte convivió con todos nosotros de una forma en la que no lo había hecho hasta entonces. En cierto modo la perspectiva con la que mirábamos hacia ella en esos días era algo nuevo para todos. La forma horrible en la que morían nuestros mayores sin que aparentemente pudiésemos hacer nada por evitarlo, el hecho de que esas muertes se contabilizaran de forma estadística y global convirtiendo los decesos en cifras de forma instantánea, la posibilidad de la propia muerte que también corrió por la mente de todos nosotros…

A pesar de esto la muerte ha estado presente desde el principio en mis textos para Black Toska. Nuestro primer trabajo lleva por título «No Songs for A Father’s Death», en un momento en el que el fallecimiento de mi propio padre me pareció inminente, algo que lamentablemente ocurrió no mucho más tarde.

¿Habitualmente te influye el contexto global que te acompaña en el momento de escribir una canción o de alguna manera tu mundo creativo es impermeable al externo?

Aunque no siempre; es habitual que me cueste trabajo analizar la significación de las canciones sin la perspectiva del tiempo. Durante los años en los que Black Toska está siendo mi vehículo de expresión, mi vida ha experimentado situaciones y emociones a las que no me había enfrentado antes: la paternidad, la muerte en el seno familiar, la aceptación de mi mismo en la entrada a la madurez … Sería absurdo afirmar que no somos permeables a lo que ocurre a nuestro alrededor. Además estamos viviendo un siglo en el que la velocidad con la que se suceden los acontecimientos históricos relevantes nos hace vivir la historia en tiempo presente en lugar de servirnos de análisis de lo acontecido. Si tenemos todo esto en cuenta, de una u otra forma es imposible que en mis letras no existan marcas de lo que ocurre, de forma global o más cercana.

Musicalmente son canciones que priorizan ese lado más atmosférico, e incluso de crooner, y menos acelerado, ¿teníais una previa disposición a trabajar sobre esas formas musicales o es algo que ha surgido naturalmente?

Nunca nos enfrentamos a la tarea creativa con ideas preconcebidas. Desde el principio nuestras canciones han surgido de forma orgánica y fluida, nunca hemos construido puentes, buscado atajos o limitado lo que nos ha ido pidiendo Black Toska. En este sentido la naturaleza de estas canciones responde a esa forma de hacer en la que son precisamente ellas las que demandan sus propias necesidades.

No sé hasta qué punto Black Toska funciona como una banda en la que se suman aportaciones o ideas o se trata más de un proyecto personal…

No me gusta presentar a Black Toska como una serie de individuos que forman un conjunto, aunque evidentemente conformamos un combo clásico, una banda. Creo que tanto en la primera formación, como en la actual, en la que solamente militamos Diego Fernández De La Hoz y yo de los miembros originales, una de las cualidades que hemos sabido aportar es la de entender el grupo desde un punto de vista holístico. Eso nos ha permitido ponernos al servicio de las canciones y hacer de ellas el eje central que construye el concepto y da forma a Black Toska.

Desde el primer momento habéis contado con una clara identidad musical, donde Nick Cave o ese rock australiano sombrío, Tom Waits o el death country parecen imponerse, ¿era algo sobre lo que partisteis de manera consciente o nació de forma natural?

Esta pregunta ahonda en la idea que trato de trasladarte. Sería absurdo negar que en Black Toska se encuentran elementos que antes han aparecido en la obra de otros artistas. El artista crea desde un espacio construido a partir de su acervo cultural. Pero cuando nace esta banda lo hace desde la necesidad del impulso creativo y sin ideas estéticas preconcebidas. Fueron unas canciones las que nos llevaron a las otras y fue Black Toska como ente, al que nosotros bautizamos, quien nos fue dirigiendo hacia unas texturas determinadas y hacia un concepto en el que caben infinidad de elementos y matices. En ese sentido cobra importancia lo que apuntaba anteriormente, hemos sido capaces de ponernos al servicio de las canciones y dejar que sean ellas las que orienten el rumbo que la banda quiere seguir.

Aunque ambos singles, y sus consiguientes dos piezas, tienen un cierto nexo común musical y conceptual, las que engloban “Lily Bulbs” parecen buscar ese pequeño, o no tanto, estímulo que nos aleje o amaine los pensamientos más sombríos…

Es curioso que apuntes eso. No eres la primera persona que comenta esa dualidad. Existe aparentemente una tensión en nuestras canciones entre lo sombrío y la luz, entre la derrota y la esperanza, la muerte y la resurrección, entre la respiración contenida y la expresión vehemente.

“Disingenuous Tears” por su parte escenifica la original idea de narrar una misma historia truculenta pero contada desde dos puntos de vista opuestos, ¿cómo surge esa idea?

La idea surge al escribir «Dead & Wet». Me parecía que de alguna forma tenía que dar el punto de vista del, digamos, agresor, que en cierta forma no era justo que uno de los personajes quedase retratado como culpable. Hay algo en el concepto de culpa que me lleva a ahondar en las motivaciones de quien ha hecho mal, en conocer el origen del mal que albergan determinadas personas. Supongo que es una forma de tratar de empatizar con aquellos cuyas acciones hemos de juzgar. Desde ese punto de vista me pareció acertado partir del aspecto humano que ese individuo muestra en «Dead & Wet». De ahí surge «Disingenuous Tear».

Ese detalle de contar la historia a través de dos narradores diferentes y opuestos, ¿nos habla de que no necesariamente tienes que ser tú el personaje protagonista de tus canciones?

Como ya comentaba antes, en ocasiones me cuesta encontrar la significación personal que tienen las canciones de Black Toska para mi. Tal como dices, ese tipo de narración podría apuntar a la idea de que el autor, en este caso yo, es ajeno a los personajes, pero también se puede deducir que esos personajes son una dualidad personal de quien escribe el texto. En este caso sin embargo el tema central surge a partir de un momento en el que me sentí traicionado por alguien a quien apreciaba de forma sincera.

Tus letras tiene mucha fuerza, son crudas, desesperanzadas, ¿hasta qué punto son el reflejo de tu forma de pensar y de ver la vida o tienen algo de buscar el soporte lírico más adecuado al tipo de música que hacéis?

Personalmente siento la necesidad de involucrarme emocionalmente con las canciones que escribo. Es la forma que tengo de agradecer a Black Toska que actúe como mi vehículo de expresión. Eso me parece un regalo. Por otra parte las personas somos complejas y contradictorias.

Es mi obligación encontrar ese soporte lírico al que te refieres, estar a la altura de mis compañeros de viaje y una vez más, ponerme al servicio de la canción. Eso implica en ocasiones exponerse, en otras esconderse pero siempre mostrarse sincero. El proceso creativo no es necesariamente gratificante en sí mismo, el objetivo tal vez es que sea constructivo.

En tus letras, a pesar de su carácter lírico,  percibo una evocación a imágenes y un concepto audiovisual, ¿en su proceso de creación tiene importancia ese aspecto?

Definitivamente sí. En estos años me he percatado de la importancia que tiene para mi la evocación simbólica a la hora de escribir para Black Toska. Tal vez el hecho de que sean canciones breves, aparentemente sencillas y en las que la tensión es uno de los elementos fundamentales, haga que a la hora de trasladar el mensaje, la representación visual cobre fuerza y el carácter descriptivo de los textos no dependa tanto de la construcción narrativa como de las imágenes que evoca.

Las portadas, o lo que es lo mismo la imagen del disco, también es muy identificativa y muy ligada al concepto de la banda, ¿consideras esencial ese aspecto y que de alguna manera tiene que ser una extensión de la marca de la banda?

Totalmente. Creo que encontrar una coherencia estética en todo lo relativo a vestir las canciones es fundamental. En el caso de «Someone’s Nightmare Blues» contamos con la obra «Dark Landscape Scarred by Conflict» de James Johnston. Tanto la obra como el título son tremendamente descriptivos y se ajustan perfectamente a Black Toska. Además, el hecho de que Johnston sea músico en proyectos tan seminales como Gallon Drunk, PJ Harvey o Nick Cave & The Bad Seeds, refuerza muchísimo nuestra propuesta.

Para «Disingenuous Tears & Lilimums» hemos vuelto a utilizar una obra pictórica que establece una continuidad estética con el trabajo anterior.

Por la propia naturaleza de la banda, éste es un proyecto llamado a ser minoritario o underground, ¿el hecho de no alcanzar a un público mayor en cantidad o no contar con más espacio en revistas o en festivales, supone un reto constante al que aspirar o es algo que no os preocupa demasiado? y ¿ese aspecto, el de no alcanzar mayor repercusión, a veces frustra a la hora de buscar alicientes para mantener en pie la idea del grupo o vuestras ambiciones nada tienen que ver con eso?

La supervivencia de un proyecto musical depende de muchísimos factores y uno clave sin duda es la aceptación de la obra final por parte de un público. Sin embargo, considero un error la necesidad obsesiva de conseguir que ese público crezca en número. Es cierto que la propia naturaleza de Black Toska hace que no sea tan sencillo el acceso a según qué escenarios y que muchos proyectos musicales se derrumban cuando quiebra ese pilar fundamental que es el apoyo de una estructura que ayude a seguir adelante, pero dedicar un esfuerzo excesivo a esos aspectos puede ser frustrante y desvía la energía de lo fundamental, que son las canciones.

Por otro lado creo que en cierta forma llegamos a público objetivo y que si bien no es numeroso, sí se compone de personas que se acercan a nuestra propuesta con conocimiento de causa. Tampoco creo que podamos quejarnos de apoyo de medios. Podemos sentirnos orgullosos del tipo de medio que se hace eco de nuestras canciones. Puede que no tengamos una presencia constante, puede que nuestros temas no se radien demasiado a menudo, pero los medios que nos han hecho un hueco son todos especializados y se preocupan por el tratamiento que dan a su contenido. Esta entrevista es un ejemplo. Sendoa Bilbao con su Ley Fosfórica ahora y El Oro de Los Pobres anteriormente, Javier Sanabria en Carretera Perdida, o Bombín en R3, un medio del peso de KEXP que ha llegado a incluirnos en su rotación y en su lista de votaciones a lo mejor del año…son algunos ejemplos. Creo que en ocasiones las bandas tienen que pararse a pensar en qué es verdaderamente el éxito.

Habéis publicado, singles, EPs, LPs.. ¿eres de los que les preocupa la pérdida de un cierto formato clásico o te adaptas perfectamente a la tendencias actuales de publicaciones más constantes y reducidas en extensión?

Hasta ahora hemos publicado varios EPs. En nuestro caso no responde a una tendencia premeditada o una preferencia concreta. Nuestro primer trabajo «No Songs for A Father’s Death» fue publicado en Bandcamp (nuestros trabajos a día de hoy no están disponibles en ninguna otra plataforma) a lo largo de todo un año. Registrábamos los temas a medida que los íbamos escribiendo con el propósito de que no perdiesen frescura. Eso se ha trasladado a nuestra forma habitual de componer. No podemos dedicar todo el tiempo que nos gustaría a este proyecto por lo que todo nuestro trabajo es exclusivamente en el local. Las canciones que escribimos se inician y cierran en una única sesión de ensayo y tratamos de registrar esas canciones sin que existan parones dilatados en nuestra rutina de ensayos. De esta forma aún no nos hemos encontrado con el número de canciones necesarias para elaborar un trabajo largo. Por otra parte existe una ventaja que presentan los formatos cortos y es que a la hora de dotar al conjunto de un concepto estético determinado, bien sea a través del sonido, la narración o la construcción de las canciones, la labor es sensiblemente más sencilla.

Por otro lado, vuestro estilo de música, con un fuerte calado emocional, sí creo que necesita de un detenimiento y cierta atención que hoy en día no se estila demasiado. No sé hasta qué punto compartes esa percepción y de ser así cómo lo sobrellevas…

Bueno, supongo que todos necesitamos ser escuchados…

Texto: Kepa Arbizu

Fotos: Alberto del Viso

 

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