El mundo del progresivo, tradicional y fuertemente vinculado al concepto de banda, está viendo como cada vez hay más artistas que deciden grabar y editar sus trabajos a título personal; si acaso y como mucho, con la ayuda esporádica de algunos invitados. Las actuales tecnologías de grabación, antaño inaccesibles para el artista sin sello, están permitiendo que florezcan por doquier proyectos en solitario en los que el músico de turno no solo compone, sino que se encarga de prácticamente todas las voces e instrumentos. Y además todo ello en un entorno, digamos, doméstico.
Philipp Rexilius, el hombre detrás de Arctic Plant, es uno de esos músicos. Oriundo de Bayreuth, solía tocar la batería en una banda local de hard rock hasta que decidió dedicarse a lo que realmente le gustaba: la música de King Crimson, Yes, Camel y demás clásicos. Y así entregó recientemente A Wandering Mind, tercer álbum conceptual tras The Lake of Time (2017) y The Black Riders (2019); un nuevo trabajo que bascula entre el prog setentero germano (Jane, Novalis, Anyone’s Daughter) y el sonido de la tercera ola comandada por Wilson, Stolt y demás. Y ahí, en esa apuesta por lo más contemporáneo, es donde el disco pierde algún que otro punto; porque si en temas como «The Forest» o «Brothers and Sisters» la cosa funciona de maravilla, cuando le entran las prisas -caso de «Twist of Fate»- se acerca peligrosamente al progmetal más espídico, a un paso de naufragar en los procelosos mares del power.
Con todo y con ello, Rexilius se revela un tipo al que seguir la pista; alguien que cita con admiración el Subterranea de IQ o que afirma que The Similitude of a Dream de Neal Morse es uno de sus discos favoritos, es alguien que sabe mínimamente lo que se lleva entre manos. Y es que A Wandering Mind en conjunto es más que correcto, por momentos muy disfrutable. Uno de esos discos intermedios, lejos de la estantería de los recurrentes, pero a igual distancia de los desechados. Fondo de armario, del que siempre hay que tener a mano ni que sea como merienda ligera entre ágapes.
Eloy Pérez
