En 2020, Tré Burt ponía el mundo del folk patas arriba con Caught it from the rye (autoeditado en 2018, aunque relanzado a principios del año pasado), un disco que lo colocaba en primera fila del género, recibiendo elogios de gente como Bon Iver y siendo comparando con John Prine o, lo que era más evidente, el primer Bob Dylan. Y es que este afroamericano de Sacramento rozaba en ocasiones el ser un clon del de Duluth. La tonalidad nasal de su voz, el tratamiento acústico de todos los temas y, sobre todo, su fraseo, hacía que sus detractores hablaran de él como un simple imitador. Sus seguidores – muchos -, veían en él ecos de Nick Drake, o Townes Van Zandt, aunque el dylanismo se imponía de manera demasiado evidente. Tocaba pues dar una vuelta de tuerca a su sonido, si es que con los pocos elementos que lo componen eso era posible, y se encarga dicha tarea al productor Bradley Cook (Bon Iver, War On Drugs, Nathaniel Rateliff, Waxahatchee). Además, para la ocasión se rodea de gente como Phil Cook (hermano del productor y debilidad personal) o Amelia Meath, intentando dotar de algo de equilibrio a su sencilla fórmula.
Tré Burt sigue la línea de los clásicos cantautores folk, y a la pregunta de si este disco seguirá sonando a Dylan, por ejemplo, responde sin dudarlo con un rotundo “sí”. Los trovadores de guitarra en mano siempre han bebido de sus antecesores y eso forma parte de la tradición. Y, por muchos que quiera añadir otros colores a su sonido, Burt, de momento, no está interesado en alejarse de ella. Así, sus textos hablan de personajes imaginarios que pasan por mil vivencias entre la búsqueda de redención, las malas decisiones o, también, los buenos propósitos. El resultado es un conjunto de canciones más sólido, en todos los aspectos, que su debut. Incluso la seriedad de sus primeros temas se suaviza ligeramente, introduciendo un tributo a su ídolo John Prine en “Dixie red” o adoptando la sonoridad de Guy Clark en más de una ocasión.
Se nota la intención, además, de hacer un álbum más variado. Desde el blues del tema inicial, “I cannot care”, hasta la divertida “Me Oh My” o la springsteeniana “Sammi’s song”. Todo parece estar en su sitio y, a la vez, haber sido grabado de manera improvisada. Y eso es algo casi imposible de conseguir. Tré Burt lo ha hecho, y ha superado con nota la prueba del segundo disco. Veremos el tercero.
Eduardo Izquierdo
