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The Animals, Teatro Campos Eliseos (Bilbao)

Decir adiós a unas leyendas es algo a lo que uno nunca se acostumbra. The Animals encaraban su gira de despedida, cosas de la edad de los dos miembros que llevan en el grupo casi toda su vida, el teclista y fundador Mick Gallaguer y el batería John Steel.

Pero las cosas no fueron lo que todo el mundo que asistió a su concierto en el bilbaíno Teatro Campos Elíseos esperaba. Mick Gallaguer, negacionista anti vacunas, no tuvo en cuenta que por ser «vos quién sois» no se le iba a dejar salir de las islas británicas. Total, que la clásica arrogancia inglesa no pudo más que las obligaciones sanitarias que toda la población debe cumplir si quiere viajar. Así que se quedó en la Pérfida Albión y su lugar en los teclados lo ocupé el italiano Alessio Contorni, teclista de la banda telonera.

Estos, llamados Black Banjo, dieron un concierto mínimo, siete temas, 34 minutos. Poco para valorar su música, aunque por su actitud daba la impresión de que tenían tantas ganas de tocar como el público de verles, una actuación que sólo se anunció por las redes del propio grupo.

Y tras la anodina sorpresa llegó el turno de The Animals. Eso sí, hay que reconocer que el teclista dio mucho más de sí cuando se puso a interpretar los hits del grupo inglés, es lo que tiene tener temas de ese calado. Tampoco fue un concierto largo. Trece temas (bis incluido) a lo largo de hora y cuarto, los años del batería (emocionado y simpático al despedirse del público) dan para lo que dan.

Sonó bien, el repertorio era de fuste y el sonido más que aceptable para ser un teatro, mientras que el público acompañó en más de un tema a la voz de Danny Handley, que cantó muy bien, se sintió a gusto y se le vio más activo que al resto de compañeros. No se puede decir que un grupo así suene mal, son muchas tablas y muchos años y éxitos a sus espaldas (de los tres músicos del grupo que estuvieron sobre las tablas, el que menos tiempo llevaba en el grupo era el bajista Roberto Ruiz y el año que viene firmaría una década con ellos), así que el show entró dentro de los parámetros establecidos y esperados, profesionalidad, sonido más que decente y hit tras hit. El mal sabor que nos queda ante la ausencia de Gallaguer es que The Animals en momentos se asemejó a un grupo tributo de ellos mismos.

Pero lo que mandan siempre son las canciones y aquí no hay pero que valga. El inicio, encadenando “Baby, let me take you home”  (su primer sencillo, ojo, de 1964, todo lo que ha cambiado el mundo desde entonces), “It´s my life” y “Bright lights, big city” (dedicada a Bilbao, porque la Villa les había parecido una ciudad muy agradable) dejó claro que se iba a disfrutar y recordar.

No tocaron demasiados temas pero es que no había ni uno que no nos sonara. “I´m crying”, “Bring it on home to me”… sonido de aquellas épocas, recordando a los primeros discos de los Stones, de los que se acordaron, al igual que de Beatles, Jimmy Reed, Bo Diddley… contemporáneos, colegas músicos, historia eterna de la música británica y mundial.

Y ellos, como grupo histórico, continuaron tirando de la enorme reserva de clásicos. Sin duda el que mejor sonó, tras una introducción intimista, fue el eterno “Please don´t let me be misunderstood”, en el que tuvo su cuota de protagonismo el veterano Steel. Lo mejor de la velada, al que siguió el blues de “The Right Time”, profundo e interpretado a capella al final por Danny Handley con el público, que ya había entrado en calor.

“Club A-Go-Go” sonaba antes de la clásica versión del “I put a spell on you”, “I´m mad again” (con recuerdo de las noches de locura, borrachera y peleas en su Newcastle upon Tyne natal, norte de Inglaterra) y de otro temazo como “We´ve gotta get out of this time” y fin. Bueno… fin, fin, no. Porque de ahí nadie se iba a ir a casa sin escuchar el tema más eterno de The Animals. El que se guardó para el bis, una de esas  canciones para despedir el concierto que no pueden ser igualadas ni superadas. Si, hablamos como no puede ser de otra manera de la famosa casa de New Orleans. “The House of the Rising Sun” es una de las composiciones que hay que escuchar en vivo si eres un mitómano musical. Sonar sonó, sonó muy bien y fue el mejor colofón para un concierto que prometía mucho más pero que acabó cumpliendo. Las cosas vienen como vienen, y cada uno es dueño de sus actos y decisiones. Como aquellos pobres chicos que encontraron la ruina en la Casa del Sol Naciente.

Texto: Michel Ramone

Foto: Dena Flows

 

 

 

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