No es de extrañar que las grabaciones de la otra banda en la que ejerce de guitarrista Pedro De Dios, Guadalupe Plata, sean puntualmente reseñadas con altas calificaciones en las principales revistas británicas del sector.
Caso inédito si tenemos en cuenta su procedencia hispana, bastante menos si los plumillas ingleses piensan como un servidor, que el trío/dúo jienense es de los pocos que insuflan aire fresco a la rancia escena blues. Tres cuartos de lo mismo sucede con su encarnación instrumental, un género habitualmente ligado a patrones estilísticos muy rígidos, que a lo que a mi persona atañe me conducen inevitablemente a aquello de que vista una instrobanda, vistas todas. Pero como se volvió a demostrar la noche de autos, esta pareja es harina de otro costal: empezando por la sutil manera de percutir de Antonio Pelo Mono, que para esta encarnación se conduce como baterista de jazz, mostrándose comedidamente elegante en el uso de baquetas, escobillas y mazas.
Perico por su parte puntea como es habitual en él al servicio de la melodía y de las sensaciones que esta trasmite, aportando con el manejo del estilofono y de la flauta encantadora de serpientes exóticos arreglos a los temas de Gibraltar (Everlasting, 2.020), mayoritarios en el set list. Sin olvidar la reverencia al gran maestro Link Wray, del que sonó la icónica <<Rumble>>, el resto del repertorio peludo se orienta en variopintas direcciones, que abrazan cierta cuadrícula se diría que germana, cacofonías puramente Suicide, bom-chicka-boom oído a Luther Perkins, lounge music preñada de misterioso nervio y su ración de desert blues, ya sea de las lejanas planicies de Mali o del corazón de Texas. Un sabroso y variado cocktail que degustamos en poco más de una hora, saliendo completamente obnubilados del encuentro.
Texto: Manuel Borrero
Foto: Eva Fraile