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Blow Fest – The Godfathers, Sex Museum, The Peawees, Los Chicos – Santana 27 (Bilbao)

The Godfathers

 

Hay ganas de fiesta. Muchas. La pandemia tiene a la parroquia rockera ávida de citas como la del “Blow Up Fest”, que toma el relevo de lo que fue el “Magical Mystery Fuzz”, celebrado allá por septiembre de 2019, algo que ya nos parece de otra vida casi. El cambio de nombre del festival fue más allá de lo meramente nominativo, entonces fueron tres bandas con un carácter eminentemente garagero (The Peawees, The Cynics y The Fuzztones, en el Café Antzoki) y en esta ocasión fueron un póker y con una orientación más rockera, aunque sin perder su rollo fuzz.

 

No en vano tras la caída del cartel de King Salami And The Cumberland Three, se incorporaban los italianos The Peawees, que ya estuvieron hace poco más de tres años. Abrieron la velada los madrileños Los Chicos, con su rollo festivo (casualidad, también pisaron el Antzoki en 2019, pero en plena Aste Nagusia), que en breve girarán con sus compañeros de cartel, The Peawees.

Y los italianos ofrecieron una cara muy diferente a la de hace tres años, no podemos negarlo. Si entonces dejaron un recuerdo cuanto menos tibio por el mal sonido, parece que los años pandémicos les han venido más que bien para endurecer y limpiar su propuesta. También es cierto que los compañeros de tablas esta vez han sido más acordes a su propuesta musical de High Energy, Power Pop, Rock acelerado y  muchas ganas de agradar al personal. “Walking through my hell”, “´Cause you don´t know me” o “Food for my soul” sonaron intensas en un concierto breve pero muy bien recibido por un público que no paró quieto, y que tuvo un bis a petición de los que estaban abajo y de los organizadores, encantados de tener a los transalpinos dándole fuerte. Estos se despedían con una declaración de intenciones, “Road to Rock´n´Roll” y la versión del “Da Doo Ron Ron” de The Crystals. Nada mal para ir calentando el ambiente.

The Peawees

Y de ahí sólo quedaba elevar la apuesta. Sex Museum, ahí es nada. Los madrileños no son de esos grupos que van a cumplir con el expediente, no. Su comienzo instrumentalmente fantasmagórico, con Marta Ruiz convirtiendo el clásico cálido colchón del Hammond casi en las trompetas de Jericó, dejaba claro que no iban  a hacer prisioneros. “Dopamine” daba tiempo a la entrada en escena de Miguel Pardo, que cantó con rabia y momentos de entrega chamánica al Rock. El concierto de los madrileños fue creciendo intensamente con un volumen brutal y una conjunción extrema. Las ganas de tocar (“Para nosotros esto es terapia, ¡la cultura nos mantiene libres!”, manifestaba casi predicando un entregado Fernando Pardo) se notaban, el grupo iba especialmente conjuntado sudando temas como “Breaking the Robot”, “Two Sisters”, o “Shine”.

No hay dudas de la importancia capital de Sex Museum en la escena rockera. Más allá de la duda de si son más garageros o Hard Rockeros, nos queda claro que ambas facetas de su carrera se compenetran y se complementan para ofrecer un repertorio sólido, contundente y con un sonido cuidado. El concierto que nos ofrecieron (corto pero intenso, apenas hora y ocho minutos) hizo las delicias de un público que llevaba puestas sus mejores galas para ir dando la bienvenida a la normalidad cultural, algo que nos mantiene unidos ante tantas sombras de la vida diaria.

No faltó “I Enjoy the forbidden”, “Horizons”, “Break Out”, o “Wassa Massa”, para acabar con “Riots”, en un concierto en el que se apoyaron en su “Musseexum” (2018), del que sonaron siete de sus trece temas.

Sex Museum

Y llegaba el momento del cabeza de cartel. Los británicos The Godfathers, a los que se tenía muchas ganas de ver, y que andan presentando su dvd en directo a falta de grabaciones nuevas. Y si que cumplieron con la expectativa. De salida el ver al trajeado Peter Coyne, uno de los cantantes que mejor canta enfadado del mundo (más allá del Universo Metal) deambulando por el escenario y mirando retador al respetable deja claro donde nos metemos. Los Padrinos se encargaron de marcar distancias, aquí estamos nosotros, ojito, cuidado, pocas bromas.

Con su sonido deudor del post Punk y de otros grandes (no en vano antes de su actual denominación funcionaron con el nombre de The Sid Presley Experience, por Vicious, Elvis y Jimmy Hendrix) The Godfathers se presentaban en Bilbao (una de sus siete fechas por aquí) enarbolando la bandera de la agresividad y la chulería rockera, nada mejor para encarar estos tiempos.

“This is war” para empezar, aquí se libra una batalla a base de guitarras y contundencia, aunque Richie Simpson” tuvo que pelear con su instrumento y con un Marshall rebelde que dejó los dos primeros temas con tan sólo las seis cuerdas de Wayne Vermaak.

Solucionados los problemas, ya el quinteto se lanzaba a tumba abierta. Coreadísima “´Cause I said so”, “If I only had time”, “Wild and free” (uno de los dos temas del último single), y “OCD”, antes de rendir su homenaje al Hombre de Negro con “Walking talking Johnny Cash Blues”. Cuando los británicos se lanzan a por algo no dejan prisioneros.

Y podríamos citar casi todo el repertorio porque no tiene desperdicio. “”How low is low”, “Love is dead” (ya con Marta Ruiz entre el público rockeando, lo que dice mucho de alguien que estaba minutos antes haciéndole bailar), “I´m not your slave” (la otra cara del nuevo single), “She gives me love” (con pandereta, qué instrumento tan controvertido, capaz de lo mejor y de lo peor) y el temazo, el eterno “Birth, school, work, death”. Vamos, que no hubo descanso.

Para el bis de tres temas quisieron homenajear a The Ramones con “I can´t sleep tonight” (hasta la voz le cambiaba a Peter…), cerrando con “Lay that Money down” y “Damn Nation”, con su letra oscura y desesperanzada sobre la vida en esa isla que tanto buen Rock´n´Roll nos ha dado. Por más noches así.

Texto y fotos: Michel Ramone

 

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