Encuentros

Jokin Salaverria, del rezo al campo de batalla

 

From Prayer To The Battlefield, así es como se llama el debut en solitario de Jokin Salaverría, aunque se esconda bajo la identidad de Sotomonte. Él lleva lustros acompañando con las cuatro cuerdas a un montón de artistas, de aquí y también de allá, de Estados Unidos. En California estuvo con Johnny Kaplan (llegó a ensayar con las bandas de Chris y Rich Robinson) y durante un buen puñado de años se curtió hasta convertirse en un músico tremendamente solvente, además de un gran tipo. Pero imaginamos que eso ya lo llevaba de serie…

 

Estamos acostumbrados a verte acompañando a distintos artistas, ¿qué te ha empujado a decidir lanzarte ahora en solitario?

Me encanta acompañar a otros artistas, tocar distintos palos, de hecho me gustan todas y cada uno de los artistas y de las bandas en las que he tocado. Pero quizás lo que me ha empujado es la necesidad de querer crear y tocar otro tipo de pasajes y melodías que estaban en mi cabeza y que me faltaban en la música que he acompañado hasta ahora.

Entiendo que no va a ser fácil responder, pero de todos esos artistas con los que has colaborado, ¿de cuál has aprendido más, o al menos quién es el que más te ha marcado?

¡Joder, qué buena pregunta y qué difícil también! Sería una larga lista, desde luego en los primeros años de rodaje aprendí muchísimo de Daniel Merino, Sara Iñiguez de Rubia o Alex Olmedo de La Naranja China, más recientemente Iñigo Bregel. Pero si tengo que quedarme con uno, éste sería mi amigo Jonny Kaplan, que más allá de la música, me enseñó lo que es la vida del rock and roll en su más amplio espectro. También me abrió las puertas a una de la mecas del rock y a la posibilidad de tocar con increíbles músicos norteamericanos, con los que ni en mis sueños hubiera tocado. Es como un hermano mayor para mí.

¿Notaste mucha diferencia en el funcionamiento de las bandas entre EE.UU. y España?

Desde el principio noté una cosa: se hablaba menos de música y se tocaba más. Incluso la gente más ducha en teoría musical no hablaba demasiado de ésta ni intentaban analizar todo. Si había que hablar se hablaba, pero normalmente, la tocaban y punto. La gente, además, va con los deberes hechos, porque de lo contrario no te llaman y hay mucho músico bueno donde elegir. También noté una cosa en un primer ensayo, en mi primer viaje a California, el batería se iba de tempo… O eso me parecía a mí, criaturita de 24 años en aquel entonces. Al siguiente ensayo me di cuenta de que esto no era así, sino que interpretaba visceralmente bajo el tempo correcto la canción, mediante el llamado “behind/up beat”, fluctuar sobre el tiempo pero “dentro del tiempo”. Es casi algo intrínseco en ellos y a lo que me adapté cual religión.

Volviendo a tu disco, que al fin y al cabo es lo que nos ocupa… ¿Son canciones que has ido guardando y has sentido la necesidad de grabarlas o te has puesto a escribir una vez que has decidido hacer el disco?

Las empecé a escribir un poco para mí, por puro divertimento, pero a medida que fueron tomando forma, decidí grabarlas. Digamos que fueron ellas las que me fueron convenciendo poco a poco.

Cuándo las empezaste a escribir?

Diría que todas las del disco las escribí entre 2016 y 2018. Eso sí, cambiadas una y otra vez. Les doy muchas vueltas hasta que lo tengo claro, no soy un compositor rápido, necesito un proceso.

¿Cómo has evolucionado y cómo ha afectado a las canciones el tiempo que ha pasado desde que escribiste la primera hasta que terminaste la última?

Pues ha sido un proceso lento, ya que al principio no pensaba cantarlas yo. Creo que fue a partir de tomar la decisión de cantarlas cuando realmente tomaron forma, mi forma, adaptando más la melodía a mi voz. Siempre he hecho coros, disfruto más de lo que toco si los hago, pero de ahí a ser la voz principal hay un paso, el cual me imponía mucho, afortunadamente, ya no tanto (risas).

Pese a que partes de unas influencias muy reconocibles, de finales de los sesenta y principios de los setenta, logras un sonido muy personal, ¿te ofende la etiqueta retro o ese regustillo por lo añejo es algo voluntario?

No me ofende en absoluto, es además totalmente voluntario. Me gustan más los tonos, timbres y texturas de ciertas décadas en comparación con otras, me parecen más cálidas, menos procesadas y por eso más orgánicas y honestas. También hay una forma de tocar, una escuela, presente en todos los músicos que hemos hecho este disco que recuerda desde luego a otras décadas, ya que todos hemos puesto mucha atención en eso.

Pues yo me he encontrado con varios artistas que se han ofendido al sugerirles que me encantaba su regustillo añejo. ¿No crees que está un poco sobrevalorado eso de (pretender) ser innovador?

Para gustos los colores, para mí es un halago. Llámame purista, pero es que creo que la música de otras décadas y la forma de hacer las cosas era mejor, más auténtica, hecha con el corazón y con el alma. Yo no pretendo sonar como esas bandas, quiero sonar como la mía, pero con ese filtro orgánico. Lo de innovar, buf… Supongo que todavía se puede, claro, eso sí, no todo vale… Lo malo nuevo, por muy nuevo que sea, no cuenta, como el caso del… Bueno ya sabemos… (risas)

Las letras y la imaginería de la portada también van en una dirección muy concreta. Entiendo que es algo muy consciente y que has tratado casi como si se tratara de una obra conceptual…

Sí, he cuidado absolutamente todo. Tenía muy claro quién quería que me hiciera la portada, así como lo que quería mostrar. Markel de Smoke Signals es su artífice y yo le describí detalladamente lo que quería ver: quiero una diosa griega con lanza bajo una filtro art nouveau y justo debajo de ella un indio norteamericano adorándola… Y todo pasado por las ilustraciones de Harold Foster del Principe Valiente de los años 50. Su respuesta: “soy tu hombre Jokin”. La mía: “lo sé”. Es un artistazo.

El disco suena espectacular, los bajos se distinguen de maravilla, supongo que no has tenido que pelearte con nadie para que se escuchen perfectamente y no como en otros discos (risas)…

¡Gracias! ¡No sabes como me alegro que me digas eso! Ese eterno olvidado que es el bajo… ¡¡Con lo importante que es!! (risas) Tienes toda la razón, estoy harto de subgraves y bajos fantasmagóricos. A mí me apasiona el sonido tabla de Alan Spenner, Carl Radle, y muchos otros de esa época, “la txalaparta” me dice Iñaki Uoho jaja. Con Íñigo Bregel, el productor, no ha habido problema en cuanto a eso, incluso yo le tenía que decir “¿no está muy alto el bajo?”, pero él insistía en que no… (risas).

Entiendo que buena parte de la culpa del sonido del disco la tiene Íñigo, ¿ha sido un productor muy invasivo o te ha dejado a tus anchas?

Ha sido muy fácil trabajar con él, no es para nada invasivo. Todo el proceso ha sido muy natural, hemos ido haciendo y ha ido fluyendo, sin atasco alguno. Si yo tenía algo claro iba para adelante, cuando él lo tenía claro, para adelante también.

Foto: Mer

Que Íñigo sea multiinstrumentista, obviamente, simplifica mucho las cosas a la hora de resolver cualquier necesidad, ¿no?

¡No te imaginas! (risas) Es un lujo que además de grabar así de bien sepa también tocar todo tan bien. Facilita mucho las cosas, sobre todo al no tener una banda fija, como entonces era mi caso. Además juntar un equipo donde todos tengan unas influencias e intención parecidas tiene su complicación. No ha habido ese problema entre Íñigo y yo.

Parece que se ha convertido en el productor de moda, ¿qué crees que le hace especial?

El otro día vi un video suyo con 9 años tocando 7x4s con la batería… ¡No le he visto hacer eso a nadie! (risas) Además de una facilidad superior, tiene unas ansias de mejorar y aprender que he visto en muy poca gente. Es algo natural en él, lleva haciéndolo desde pequeño. Pero bueno, que no va a ser todo ponerle por la nubes, ¡siempre llega tarde, sieeempre! (risas)

La verdad es que las baterías del disco también son brutales, con unos redobles tremebundos y un protagonismo importante. ¿Las tenías en mente así o ha sido cosa suya?

Sí, quería una batería en constante movimiento y para eso Íñigo y su capacidad de subdivisión es perfecto; además él también lo entendía así. Pero llegó un momento en el que le pedí que se cortara un poco, que luego tenía que tocarla un mortal (risas). Es muy bueno.

Los Estanques fueron prácticamente la banda base para ese maravilloso concierto de homenaje al de Bangladesh que organizaste, ¿le conociste ahí o vuestra relación ya venía de antes?

Les conocí unos meses antes, me encantó lo que hacían, y en cuanto pude, les fui a ver a Madrid. Más tarde les propuse la idea de Bangladesh, y fue desde luego un acierto.

Tras ese concierto vino otro homenaje a Woodstock, ¿tienes previsto algo más, The Last Waltz, quizá?

Así es, hicimos un 50 aniversario de Woodstock en tres ciudades (Bilbao, Madrid y Valencia) y salieron muy bien los tres. Seguramente hubiéramos hecho más de no ser por la pandemia. La verdad es que, por el momento, no tengo en mente hacer ninguno más. Tengo suficiente lío durante este año con Sotomonte. En el futuro ya veremos, a ver si se me ocurre algo que me quite el sueño (risas)

¿Qué músicos te van a acompañar en esta aventura en directo?

Estoy muy orgulloso de la banda que me acompaña: Josu Aguinaga y Dani Merino (guitarras y armonías épicas), Íñigo Ortiz de Zárate a las teclas y Unai Kortazar, batería. Todos ellos muy buenos músicos, además de buenos colegas. Todo un lujo para mí.

Para terminar, sé que es un poco precipitado, pero espero que el resultado te haya animado lo suficiente como para que ya estés anotando ideas para una posible continuación…

Puedes apostar por ello… Estoy ya trabajando en canciones nuevas.

 

Texto: J.F. León

 

 

 

 

 

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