Encuentros

Garbayo, rabia y esperanza en tiempos inciertos

 

 

Escuchando Onda expansiva, el segundo trabajo en solitario de Garbayo, de lo primero que nos damos cuenta es que algo ha cambiado en el músico vasco y que lo aleja de lo que era cuando grabó Sonido Forestal. ¿Puede ser que, como a todo el mundo, a él también le haya afectado este año y pico?

 

Para comenzar, ¿está este Onda expansiva tan marcado por la pandemia como aquel Sonido Forestal estuvo marcado por la vida rural?

Pues sí. De hecho, cuando hice este disco, tenía otras canciones preparadas pero, con la pandemia, cambié algunas porque me apetecía contar otras historias. Con todo esto, me he dado cuenta de que no hay nada más importante que el hecho de vivir con la gente que quieres y haciendo lo que te gusta; esa es la reflexión que hago en el disco… aunque no lo parezca [risas].

Pues la verdad es que no, porque el disco destila bastante mala hostia. ¿Te afecta mucho el estado de ánimo general a la hora de componer?

Por supuesto. Yo, cuando hago canciones, intento evadirme de la realidad, no escribir solamente de la realidad de lo que está pasando, o de si estoy triste o feliz. Durante años, con Zodiacs, trataba de ponerme eufórico con las canciones y, sin embargo, en Sonido forestal me regodeaba en un sentimiento y expresaba más mi estado de ánimo. En este, lo que me ha pasado es que he flipado mucho con la manera en que la gente se ha expresado dentro de la pandemia, toda esta polarización de ‘si opinas lo contrario que yo, ya eres mi enemigo’… la radicalización de la gente me ha llamado mucho la atención. Yo, que normalmente estoy muy pendiente de lo que pasa, veo en redes sociales unas barbaridades tremendas. Reflexionando sobre esto, me he dado cuenta de mi posición y de todo lo que tengo, y por eso me he puesto eufórico en muchos momentos, aunque en otros esté muy cabreado… y así ha quedado el disco.

¿Crees que los músicos, al tener ese altavoz que otras personas no tienen, tenéis la responsabilidad de decir algo en las canciones?

Hay que cuestionarlo todo, yo creo que siempre me he mostrado apolítico, y tampoco es que este disco tenga ningún mensaje de este tipo, pero sí que refleja el cabreo con las reacciones radicales de la gente, apreciando, por otro lado, las cosas buenas que me están pasando. También quiero enviar un mensaje de que el amor a lo que haces con dos cojones, con toda la energía y creyendo en lo que estás haciendo, está por encima de todo porque, si te pilla la pandemia en un sitio en el que no quieres estar, con gente con la que no quieres estar y haciendo cosas que no quieres hacer, ya te quieres morir.

¿Cómo se decía al principio de todo esto, se puede sacar algo bueno de la pandemia?

Lo bueno que se puede sacar es que a mucha gente nos ha metido en nuestro propio mundo y se ha demostrado que, si no tienes ese mundo, estás vacío.

En cuanto al sonido, Onda expansiva suena a The Kinks, The Animals, Beatles, e incluso Los Rodríguez, mientras que en Sonido forestal, en mi opinión, hacías un power pop más definido…

Sonido forestal cuando lo escuchas sí que puede ser power pop; lo que pasa es que luego,  viéndonos actuar en directo, no se transmitía eso, sino que las canciones sonaban mucho más potentes. De hecho, en la banda me echan la bronca porque en los conciertos voy muy rápido y casi no dejo espacio entre canción y canción, pero en realidad, es todo pura inseguridad.

Por eso, esta vez, a la hora de componer y musicar las canciones, he pensado mucho en la banda. El anterior lo hice yo solo, pero ahora ya estamos más asentados y llevamos unos años funcionando y sé cómo sonamos en vivo y, entre la energía que yo he puesto en este disco y el orientarlo a cómo va a sonar la banda, ha dado este punto más potente.

Cuando fuimos al estudio ya con Lander, Pit y Javi lo grabamos todo a saco y ellos aportaron lo suyo, y por eso a lo mejor suena más sucio y enérgico; a mí me parece que gana en expresión. Es un lujo tener esta banda como músicos y como colegas.

De todas formas, tampoco me doy cuenta de que está tan alejado del anterior, pero yo también tengo crisis existenciales en las que busco lo que hacer y creo que esta vez he tirado por el camino del medio sin añadir ninguna floritura.

Para la grabación, esta vez has cambiado a Kaki Arkarazo por Iñigo Escauriaza ¿has notado mucha diferencia a la hora de trabajar con uno y con otro?

En Garate, con Kaki sólo se ha grabado «Gato», que era un descarte del disco anterior. Lo que ha pasado es que esta vez he primado más el hecho de estar relajado y controlarlo casi todo porque, aparte de las maquetas, he organizado la grabación y la mezcla. He metido un poco el hocico donde no me llaman, y creo que ha sido un acierto trabajar entre amigos porque Iñigo es muy bueno y porque la brasa que le he pegado, con todo el respeto y admiración que le tengo, no me atrevería a pegársela a Kaki… Con Iñigo hay confianza hasta para que me insulte por pesado [risas].

Aparte de esa rareza a lo Black Sabbath que es «Ironman», en «Mejillas» también adaptas un poema de Ricardo Lezón, ¿cómo surge la idea de hacer este homenaje?

Será el tercer single que presentaremos y, como bien dices, es un poema del libro de Ricardo Los minúsculos latidos que, cuando lo leí me dejó impactado por su sensibilidad y surrealismo… me pareció una explosión de violencia contenida y no pude evitar tratar de musicarlo, así que le pedí permiso para fusilarlo directamente y por eso lo firmamos a medias.

Y en cuanto a «Ironman», esta canción es un arrebato que, de hecho, iba a descartar. A mí me ponen de muy mala hostia los radicalismos y los purismos y que mucha gente se hace fuerte con el rollo de pertenencia a un grupo como los que se creen más nazis que Hitler o los que se creen más rojos que Stalin… en lugar de ideas son idealismos, y en vez de desarrollar tu cerebro, te comen la cabeza. Así que, para la canción, me imaginé a una chica que está pensando en su líder, en su “hombre de acero” que le va a hacer salir de su miseria. Así es cómo me lo inventé, aunque no sé cómo se percibe desde fuera.

Texto: Sergio Iglesias

Fotos: Samantha López

 

 

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