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Tres piezas para el asesino: gritos, disparos, rock’n’roll y otros estruendos del celuloide

Auspiciado por SITGES Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, editado por Hermenaute y prologado por Ignacio Julià, Tres piezas para el asesino analiza a lo largo de más de 300 páginas las principales claves del desarrollo de las bandas sonoras en el cine de terror y criminal. Aunque el autor, Pacus González Centeno —geógrafo de profesión y colaborador habitual de Ruta 66— enmarca su estudio en lo que denomina la Era Rock (1950-1999), nos introduce en materia con un muy necesario capítulo que echa la vista atrás para trazar los antecedentes sinfónicos desde la llegada del sonoro hasta los clásicos del gótico producidos por Universal y RKO en la década de 1940.

A partir de ahí, y como el propio González explica en el preludio, su investigación «ha pretendido trazar un conjunto sinóptico de dinámicas de cruce entre estilos, añadiendo las músicas de las películas que se han considerado relevantes.» Con jazz, rock y electrónica como pilares de anclaje, el libro nos aboca a un viaje a través de las décadas donde lo que se ve y escucha en pantalla está intrínsecamente conectado tanto con el contexto sociopolítico como con la cultura, la moda y los métodos de producción de cada época.

De la iconografía rocker, pero a ritmo de jazz, de Marlon Brando en Salvaje (Lászlo Benedeck, 1953) a la utopía de un nuevo mundo espoleada por el riff de Tom Morello de Rage Against The Machine en Matrix (hermanas Wachowski, 1999), Tres piezas para el asesino cartografía un fascinante universo en el que terror y crimen se graban en nuestra retina y nuestros tímpanos gracias al legado de directores y compositores como Roger Corman, Lalo Schifrin, John Carpenter, Dario Argento, Ennio Morricone, Terence Fisher, Roman Polanski, Angelo Badalamenti, Tangerine Dream, Mario Bava, Tony Scott, Bauhaus, Wes Craven, Quentin Tarantino o Nine Inch Nails.

He encontrado una cita del geógrafo venezolano Antonio Rafael Boadas que me parece interesante como punto de partida: “La geografía es la ciencia que trata de describir, relacionar y explicar aquellas cosas, tanto naturales como culturales, que diferencian los lugares sobre la superficie terrestre”. ¿De qué manera crees que tu propia condición de geógrafo te ha servido en la ímproba labor de describir, relacionar y explicar aquello que conecta a jazz, rock y electrónica con el cine de terror y criminal?

La idea de buscar películas en las que el cruce entre estilema cinematográfico y estilo musical sea similar para crear los intracapítulos, seguro que viene de esa especial característica profesional de los geógrafos en su afán de describir las dinámicas sociales o naturales que definen a los territorios. En el libro he mutado de la geografía a la historia, que en lugar de analizar el espacio, analiza un período de tiempo; en este caso, la segunda mitad del siglo XX y más allá.

Un ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1966; música de Miles Davis)

Como derivada complementaria de la anterior pregunta, ¿dirías que tu melomanía ha sido el acicate clave para no desfallecer en el camino?

Mi melomanía y mi cinefilia, durante el proceso de investigación y escritura del libro mutaron a melopsicopatía y a cinefagia. Ahora estas afecciones son todavía mucho más abultadas y sórdidas dentro de mi cerebro.

En nuestra memoria cinéfila, si buceamos en nuestros primeros recuerdos como espectadores, todos recordamos secuencias donde la conjunción entre banda sonora e imagen en movimiento nos causó una especial emoción. Yo recuerdo el vuelo de bicis en E.T., el extraterreste o el amanecer del hombre en 2001. Una odisea del espacio. ¿Recuerdas cuáles fueron en el caso del pequeño Pacus?

Mis tíos me llevaron a ver E.T. de estreno en el ya extinto cine Urgel de Barcelona, esa fue la segunda película que marcó mi infancia en el cine. La primera fue anterior, el King Kong de Guillermin, que vi de estreno en el cine Avenida de mi barrio —de sala inmensa—, siendo muy, muy pequeño. Es curioso que ambas fueran pelis de ciencia ficción. Bastante más tarde supe que John Williams y John Barry respectivamente formaron parte de mi primera educación cinematográfica. No obstante ninguna de las dos aparece en el libro, pues pertenecen al mundo de la banda sonora de pura sinfónica, y yo me he ceñido al universo alternativo a ese.

En el prólogo afirmas que ya no estamos en la Era Rock pues es un género que ya no es un estilo que mueva o conecte con la juventud. Esta sentencia, certeza que hace tambalear el subtítulo “Tiempos de rock’n’roll” de nuestra cabecera, me sugiere dos preguntas:

¿De qué manera el rock y su penetración en el celuloide revelan que la industria cinematográfica a partir de los 50s detectó un público con potencial de presente y futuro en los teenagers, en contraposición a las producciones precedentes con sus scores sinfónicos para un público más familiar?

Completamente. El rock se introdujo a través del jazz apropiándose de su festividad, de su rebeldía y de su sensualidad -sobre todo en el ámbito juvenil- y creó una nueva era, la era del pop en el cine, que siguió a la Era Dorada de Hollywood y tuvo su mayor esplendor hasta la llegada del VHS en los ochenta. Una época —1950 y 1980 que se nutrió de unas bandas sonoras más diversificadas en estilo y forma, en la que las soundtracks empezaron a tener mucho que decir, por supuesto también en el mercado.

Rojo oscuro (Dario Argento, 1975; música de Giorgio Gaslini y Goblin)

Aunque no sea objeto de tu estudio, ¿entiendes la inclusión de canciones rock en el soundtrack de pelis contemporáneas como guiños de nostalgia para un público más adulto y no tanto elementos extradiegéticos potenciadores de la narración sin ese atisbo de revival? 

Creo que no solo es nostalgia para un público más adulto, sino evocación estética de un pasado determinado, que creo funciona como producto a nivel general. Y en muchos casos aporta también los colores de la americanidad y/o el britanismo. Si ves ahora el estreno de Last Night in Soho, que se sitúa en el Londres de los sixties, tiene todo eso y más.

A modo de teaser para futuros lectores de tu libro, ¿podrías seleccionar tres largometrajes especialmente significativos de los cientos que rastreas? Uno para cada género musical —jazz, rock y electrónica— y explicando brevemente el porqué de su especial relevancia. 

Para la concepción del libro hay muchos importantísimos. En Un tranvía llamado deseo, Alex North introduce el jazz como elemento extradiegético por vez primera, pero también te diría Ascensor para el cadalso, de Miles Davis y muchas otras. Profondo Rosso, de Goblin, es un obra prima maestra del prog rock aplicado al terror realizada por un grupo italiano no anglosajón. Y Carpenter no solo es un gran cineasta de terror sino que además es un gran compositor que introdujo tres grandes melodías descriptoras del terror electrónico en una sola banda sonora y sin ser músico, en La noche de Halloween.

Aunque tu estudio versa fundamentalmente sobre producciones del universo anglosajón, dedicas dos apartados al giallo italiano. ¿A qué crees que se debe la riqueza de su producción fílmica en estos géneros y cómo valoras la pervivencia del legado de Dario Argento, autor siempre reivindicado y cuya colaboración con la banda Goblin es referencial dentro del género?

Yo viví en Italia un año, conozco el idioma y estoy atento a lo que allí sucede de manera especial. Italia es un país importante en el cine, y también en el cine de explotación. Tenía una industria muy creativa que trataba de sacar rédito en el mercado invirtiendo poco y aportando una gran cantidad de talento cinematográfico, y también musical. Argento intensificó en los setenta esas propuestas italianas, primero junto a Morricone y luego junto a Goblin. Redobló la sorpresa y la artística visual, un auténtico genio.

La noche de Halloween (John Carpenter, 1978; música del propio Carpenter)

Toda obra significa un viaje para su autor: existen unas intenciones, unas motivaciones iniciales con un destino u objetivo final que suele mutar —enriqueciéndose o cuestionándose— a lo largo del proceso de gestación. En este sentido, ¿qué ideas o planteamientos preconcebidos sobre la temática a abordar han volado por los aires o te has visto sorprendido a reconsiderar?

El libro tenía que ser un compendio de fichas de películas importantes en la relación del cine de terror con el rock. Pero al mutar a obra de “dinámicas” de texto corrido y con intracapítulos y capítulos delimitados para trazar una historia de la música popular o alternativa a la sinfónica durante sobre todo la segunda mitad del siglo XX, la investigación me hizo ver que con el rock al menos en un inicio no era posible tejer un gran discurso, y en el final del período, lo mismo. Por eso me abrí al jazz como antesala y a la electrónica como post-sala. Aunque la era descrita sí es la era del rock, el rock no estaba solo, obviamente.

Tres piezas para el asesino se presenta como libro oficial del SITGES Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. ¿Qué significa para ti contar con el apoyo y la ventana de proyección / visibilidad de uno de los certámenes más importantes de cine fantástico a nivel mundial?

Sitges es el festival de cine fantástico más importante del mundo. Suena gordo pero es así, es el decano y el que maneja más público, etc. Tenemos mucha suerte de tener un festi así cerca de Barcelona. Para mí, que soy fan del certamen desde el año 2000 más o menos, poder publicar un libro con el logo del Kong en el lomo ha sido una gran motivación y un gran orgullo. Y sentirme parte del festi me ha inyectado un plus de responsabilidad que me ha llevado a trabajar más duro si cabe. Eternamente agradecido a su equipo directivo, que me apoyó y me dejó entera libertad para escribir.

Tu obra se complementa, se enriquece con el doble LP “Kong’n’Roll”, editado por Family Spree Recordings en su nuevo sello Sawyer Family Party”. ¿Cómo valoras el contar con un artefacto vinílico de este calibre donde, gracias a la participación de 26 bandas nacionales actuales, se ejemplifica de forma ruidosa la vigencia e influencia de muchas de las músicas que pueblan tu disco?

La música mueve mi vida desde siempre, así que cuando me propusieron escribir un libro sobre bandas sonoras siempre pensé que tenía que editar un disco como fuera. Que mis amigos de Piggies, Deadyard, Sinciders, Radioactivas, Las Sombras, Ashley Tyler, Dirty Rockets, Liditiniw y Deathlines, entre otras muchas bandas de nuestra escena underground hayan aportado un tema para poder editarlo ha sido todo un regalo, seguramente el más grande que jamás me haya hecho nadie. Gracias a Tony Devildog de Family Spree eso se ha hecho realidad. Además ha quedado cojonudo, suena fetén. Cuando estaba acabando el libro, en el momento más crítico antes de la entrega, me iban llegando los temas… No tengo palabras para describir lo que sentí en esos momentos. Gracias, amigos.


Como complemento a la entrevista con González Centeno, hemos pedido a cinco de las bandas participantes en el recopilatorio Kong’n’Roll. 26 rock’n’roll bands tribute to the Sitges Horror Film Festival, editado por Sawyer Family Party —nuevo subsello de Family Spree Recordings—, que nos hablaran de su del proyecto y de su relación con el género fantástico. 

Deadyard
«Black Sabbath», Black Sabbath

Pacus nos propuso participar muy al principio, el proyecto no era más que una idea pero tenía muy buena pinta; era algo bastante original y diferente, así que decidimos poner nuestro granito de arena. 

La canción elegida era «Black Sabbath» aparecida en el primer álbum de la banda. Fue una elección de Pacus, tenía muy claro que quería que ese tema formara parte del proyecto. No es un tema que se acerque a nuestro estilo, pero como a todos nos encanta Black Sabbath tampoco fue un problema. Intentamos llevarla a nuestro terreno y así quedó una versión más rápida y directa, aunque quisimos respetar el principio y el final de la canción.

En cuanto a la relación con el cine de terror, tengo que decir que personalmente prefiero la ciencia ficción, aunque los dos géneros casan perfectamente, sobre todo en películas como Alien que los mezcla de forma magistral y ahí es donde suelo disfrutar bastante. Carlos Santolobo

La Moto de Fernan
«The Devil Rides Out», Icarus

La elección del tema fue bastante espontánea e improvisada, como casi todo lo que hacemos en nuestras vidas y con la banda. Tony nos escribió y nos indujo hacia una canción de Black Flag que pegaba bastante con nuestro rollo; no recuerdo en qué peli salía, pero yo dije a todo que sí desde el principio. Al hablarlo con Cristian me dijo que molaría no hacer algo tan obvio y, como siempre, volví a responder con un sí rotundo. Una de mis grandes y dudosas virtudes es decir sí a todo, de ahí que en 11 años como grupo solo hemos discutido una o dos veces y por temas como la marca de cerveza o los ronquidos.

Una vez aclaradas estas dudas de índole terrenal, le pedimos a Tony la lista de lo que quedaba por interpretar. Él, que es un tío eficaz a la par que elegante, nos mandó rápidamente un excel con el repertorio y lo vimos claro: ahí estaba esa maravilla titulada «The Devil Rides Out» que nos atrajo como el whisky a David Hasselhoff; no hacía falta escuchar la canción apenas, aquí había flow. Decidimos cambiar la letra porque es algo que nos da bastante gustera y llamamos a Jorge de Rabo de Toro, la banda de Benidorm, porque tiene un pequeño estudio casero y yo sabía de su buen hacer para grabar algo sin tiempo y con alguien tan desastre como La Moto de Fernan. Fijamos una fecha y fue todo rodado: llamamos a Javi “Cachorro”, teclista de Los Largos, y nos metió un sintetizador que da gusto oírlo, cual sirena espídica del Mediterráneo.

Todo quedó bastante bien y guasón a nuestro parecer, nos gustaron los coros de nuestros amigos al grito de “el Diablo está aquí” y, a pesar del pacharán, creo que mi guitarra no quedó excesiva como en otros casos, digamos que todo empacó de forma muy natural. Pero bueno, eso que lo decida el gran público, ya que nosotros somos de altas dosis de positividad y a veces eso nos conduce a distorsionar la realidad.

Yo me olvido de las películas a las dos semanas, mi retentiva es escasa, quizá debido a los trotes de mi lozana juventud o a los productos procesados que ingiero con afán a diario. Por eso no puedo hablar mucho de cine en general, aunque la peli donde suena el tema que hemos hecho, la tengo en “pendientes” ya que me suele interesar todo lo relacionado con Satán, las sectas y cosas así. Me molan The Rocky Horror Picture Show, La Matanza de Texas… Lo clásico, aunque no me acuerde. Si hablamos de fantasía, me flipó La historia interminable; la escena del caballo trotando, el perro ese gigante… Buah, eso era cine. Pedro, aka Peter Sonámbulo

Piggies
«Sympathy for the Devil», The Rolling Stones

En la granja Piggies fuimos informados del proyecto en una etapa bien temprana, con unas pocas bandas amigas de Barcelona implicadas. Después de un tiempo que parecía que aquello quedaba en nada, la cosa se engoriló más que el King Kong de la portada y nos dieron el tema de los Stones. Aunque no es de nuestros favoritos, como Pacus es colega y más alto que nosotros, dijimos que sí.


Le dimos un pequeño giro para ahorrarnos las congas de la intro y el final eterno con los “hu hu”. Fuimos al estudio de Christian, Analog Drive-In, hicimos unas tomas todos a la vez y la mejor la mandamos tal cual, con algún pequeño extra por parte de Christian, que se vino arriba con las risas y chorradas típicas de un día de grabación, y dejó alguna perla grabada a lo zorro en el master final.

Parece ser que esta canción no aparece en ninguna peli de terror /cine fantástico. Es de puta madre. Menos mal que no estamos muy metidos ninguno en este mundo. Personalmente, habiendo crecido en Cardedeu, recuerdo ir de chavalillo a un festi de cine de terror de madrugada para ver Braindead (tu madre se ha comido a mi perro). Flipamos todos, risas a tope en el cine, y luego con los años aún flipe mayor con que el director fuera el mismo que el de El señor de los Anillos. Y esto es toda mi relación con el género. ¡Ah! Una melodía de terror favorita: el despertador del móvil. Marc Morell

Fundación Francisco Frankenstein
«I Wanna be Sedated», Ramones

Elegimos versionar «I Wanna be Sedated» porque Ramones siempre han sido influencia e inspiración. Tampoco queríamos cantarla en inglés ni tratar de traducir la letra original, así que hicimos nuestra propia adaptación de la letra que ha sido y es la pesadilla de muchos padres al ver que sus hijos cantan alegremente que de mayor van a ser unos drogatas. Esta situación nos ha gustado tanto como las películas donde los niños son los que siembran el terror: ¿Quién puede matar a un niño?, de Francisco Ibáñez Serrador, El pueblo de los malditos, de Wolf Rilla o Los chicos del maíz, de Fritz Kiersch. David Clavo

Sinciders
«Stroll On», The Yardbirds

Cuando nuestro gran amigo Pacus nos propuso el tema de acompañar su libro con un vinilo de versiones, no dudamos un momento en involucrarnos en el proyecto. Le sugerimos que hablara con nuestro sello Family Spree y al final todo quedó en casa y con doble LP.

Respecto al «Stroll On» de los Yardbirds que aparece en Blow-Up de Antonioni fue el mismo Pacus quien nos lo propuso para abrir el recopilatorio y a mí, que me flipa muchísimo el blues en general y no siempre tengo la oportunidad de toquetear estas cosas con la banda, me pareció una fantástica idea pasar por el filtro punk rocker de la banda un tema tan blues psicodélico macarrónico. Por cierto, soy muy fan del Jeff Beck mosqueado reventando la guitarra contra el ampli delante de la panda de pijos impertérritos en la escena de la peli.

Cotejamos el asunto entre todos y Alex le dio esa vuelta aussie que tan bien le sale, la arreglamos entre todos y la auto-producimos a medio camino entre el local de ensayo y el Estudio Subterránea en Sants, con la inestimable colaboración del regente Mauricio Schnneider. Se la pasamos a Sardi, que está viviendo en Madrid, a ver que se le ocurría y de una tacada nos mandó la línea principal de voz, voces dobladas y haciéndose los coros. Los coros femeninos nos encantaron; pensábamos que había montado una fiesta de grabación con su parienta y unas amigas, pero no ¡era él!

Respecto al cine de terror / fantástico / marciano, soy ultramegafan de todo este rollo, ¡desde la Serie A a la Z! Hilando con el Repo Man del Iggy Pop para la peli del mismo nombre de Emilio Estévez que versionamos los Dirty Rockets, pues es el ejemplo de típica peli mierder e incongruente que es buena, pero es tan “subnor” y bizarra que mola un montonazo. Me pones Alien de Ridley Scott y me parece una obra de arte a la altura de Citizen Kane. ¿Cine clásico? Dame cualquiera del Val Lewton, que siendo de bajo presupuesto revolucionó la puesta en escena en el thriller de terror Cat People, I Walked with a Zombie. ¿Wes Craven? Cualquiera de sus mierdas me encantan. Luego me pones una peli basada en cualquier cosa de Stephen King y disfruto con todo, casi más con las “80teradas” en auge.

Por mencionar una peli en concreto, me encantaría recordar Los ojos del gato  Cat’s Eye; a mi hermana le va a encantar estodirigida por el propio Stephen King. Son tres historias de “terror” que tienen a un gato como nexo en las que te partes el nabo a la par que te quedas atrapado para ver cómo resuelve la intriga. De pequeño recuerdo que la última historia me acojonaba sobremanera y revisándola hace algunos años la peli me encantó vi que tiene ese punto sombrío que también lleva la historia de The Twilight Zone del gremlin en el avión.

Creo que hay tres películas básicas de bichejos que para mí son insuperables: Alien (Ridley Scott), La cosa (John Carpenter) y La mosca (David Cronemberg). La banda sonora de Ennio Morricone para La Cosa te pone los pelos como escarpias desde esa intro de sintes siniestro-espaciales a la altura de Alien para luego meterte ese pulso de bajo en toda la peli. Para tocarse del mal rollo que te mete en el cuerpo. Y si hablamos de bandas sonoras espeluznantes, las de Angelo Badalamenti para David Lynch. Blue Velvet es una peli fantástica por maravillosa y malrollera a saco y Badalamenti con dos acordes de sinte te deja un mal cuerpo, para bien, que me parece una pasada.

PD: Me he emocionado y voy a ponerme Golpe en La Pequeña China ahora que voy de Voll-Damm hasta el entrecejo. Fuera coñas, ¡especial John Carpenter para ya! Fernando Costas

Entrevistas: Roger Estrada
Tres piezas para el asesino está disponible en librerías; el recopilatorio Kong’n’Roll aquí.

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