Artículos

Iker Rodríguez, un traje a medida de seis cuerdas

 

Foto: Koldo Estudio

El lutier y técnico de sonido Iker Rodríguez nos abre las puertas de su taller de guitarras artesanales, Arima Guitars.

“En América se valora más la artesanía. En Europa, en cambio, si te gastas 6.000 euros en una guitarra eres un loco, pero está socialmente aceptado desembolsar 35.000 en un BMW”

Su rol como técnico de sonido le delata. Mira de reojo la grabadora y alerta de que el ruido de la lija -durante la entrevista trabaja en todo momento en su séptima guitarra-, puede interferir en la grabación. Iker Rodríguez (Ortuella, Bizkaia, 1988), lutier y técnico de sonido (Capsula, Gatibu, Berri Txarrak), es el alma de Arima Guitars, su marca de guitarras artesanales.

Siempre le ha gustado “cacharrear” con instrumentos. Como técnico de sonido, le caen guitarras que tiene que arreglar o realizar algún ajuste… y lo disfruta. Tanto que se puso a buscar un curso al respecto, y dio con la única escuela pública de lutería en España. Y le quedaba muy cerca de casa: en pleno Bilbao. “Cuando les contacté por primera vez, no había plazas disponibles; pero en septiembre (de 2014) me llamaron para decirme que se había liberado una plaza. La verdad, no tenía muy claro si quería semejante cambio en mi vida: ¡cuatro años de estudio! Pero no me lo pensé mucho, hice las pruebas de acceso, las superé y entré en la escuela… sin tener ni puta idea de lo que era un violín”, rememora entre risas. Su experiencia en el centro académico ha sido muy satisfactoria, “son unos estudios muy completos”, asegura. El primer año se construye un violín; el segundo, una viola; el tercero, un violonchelo; el cuarto, la misión -y el proyecto final-, es construir un violín en cinco semanas. Cada año, además, cuentan con varias clases magistrales impartidas por lutieres internacionales.

Foto: Ibai Arrieta

“Hay que quitarle ese rollo romántico a la guitarra, y darle un sentido más físico”

“Me considero mañoso, pero admito que empecé sin saber cómo se trabajaba la madera. Terminar de construir el primer violín fue increíble”. Pero Rodríguez viene del rock’n’roll. “Me apetecía hacer una guitarra; así que mientras construía la viola en el segundo año, fui montando mi primera guitarra acústica, por mi cuenta y con la ayuda del lutier Iñaki Berroeta, que conocí a través de mi aita”, relata. Al mismo tiempo, seguía con su trabajo como técnico de sonido con varias bandas y salas, por lo que su agenda era: escuela y taller de lunes a viernes, de 8 a 19h; y fines de semana en la carretera, de conciertos, como técnico de sonido.

Ambas facetas convergieron en un concierto muy especial de Berri Txarrak, en marzo de 2018, en el BEC de Barakaldo (Bizkaia). Rodríguez acababa de terminar su primera guitarra, “y a Gorka (Urbizu) le pareció buena idea probarla ante un público de más de 12.000 personas”, recuerda el lutier vizcaíno, aún con cierta tensión y asombro. “Fue un subidón”, sonríe. Dos meses después de esa experiencia, recibió su primer encargo. “Construí simultáneamente dos guitarras: una de prueba, para afianzar bien cada paso -soy muy perfeccionista, pienso mucho cada decisión-; y otra que sería la que vendería”. Todo esto mientras aprendía a construir un violonchelo durante el tercer año de lutería.

De Woodstock a los Alpes

Con todo, una de las vivencias más significativas de su paso por la escuela fue la beca Erasmus que le concedieron, que le llevó al taller del italiano Mirko Borghino. Quedaron en el aeropuerto de Nueva York. Destino: Woodstock. “Mi primer contacto con él fue pasar tres días en la feria de lutieres más importante del mundo”, celebra. Y sí, confirma que Woodstock aún vive del mítico festival. “Todo eran camisetas y demás souvenirs de Woodstock Festival, colorines por todas partes… todo ese rollo”. Más allá de la parafernalia, la prestigiosa feria de lutieres se hallaba en Bearsville Theatre, que alberga una granja típica americana, situada en medio del bosque. “Fue impresionante estar rodeado de lutieres que venden sus guitarras a los mejores músicos del mundo… ¡por más de 35.000 dólares!”.

Al término de la feria, Rodríguez y su mentor Borghino regresaron al taller de este, a medio camino entre Milán y Venecia, a orillas del lago más grande de Italia, el Garda. “Su taller se encuentra en Desenzano del Garda, un pueblecito paradisiaco”. Le ayudaba con diversos encargos y arreglos, hasta que un día Rodríguez le confesó que le gustaría hacer una guitarra archtop, es decir, de tapa arqueada. “Son las guitarras que se utilizaban en el jazz, el blues y el rock en los años 50 -aclara-; para mí, la archtop es la unión entre un violín y una guitarra acústica”. Así que durante sus seis meses de becario, además de los arreglos, realizó cuatro guitarras para Borghino… y, en su tiempo libre, aprendió a construir su adorada archtop -que por cierto, adquirió después Nacho Mur, guitarrista de la M.O.D.A-.

Foto: Ibai Arrieta

Un taller para el confinamiento

Mientras la gran mayoría de los mortales nos debatíamos entre el aburrimiento y la zozobra al que nos abocó el confinamiento -yoga a todas horas, videollamadas a tutiplén en pijama, incursiones innecesarias en el buen arte de hacer pan, ¿recuerdan?-; a Iker Rodríguez le dio por montar un taller de lutería en el garaje de su casa en Ortuella, municipio de la Zona Minera de Bizkaia. “No había bolos, así que monté el taller y me pasaba el día trabajando allí. Tuve mucho tiempo para pensar y darle vueltas a una idea que tenía desde hace tiempo en la cabeza: quería construir mis propios modelos de guitarra”, afirma. Con el taller en marcha y la idea en ebullición, había que crear una marca… ¿O no? “En el mundo del violín, todos los lutieres firman con su nombre y apellido. No hay una marca. En el de la guitarra, en cambio, sí. “Guitarras Iker Rodríguez” no me sonaba bien, aunque si lo piensas, ¿qué pasa? ¿Por qué nos parece que suena mejor Michael Greenfield (lutier canadiense)?”, reflexiona. Quería un nombre en euskera -pero fácil de pronunciar-, y que tuviera sentido. Así surgió Arima Guitars (“arima” significa “alma”, en euskera).

En la actualidad, construye dos modelos propios de guitarra: Kea -“humo” en euskera, y también el nombre de la perrita que se encontró durante su Erasmus en Italia-, y Sua -“fuego”-.

Cultura de la artesanía

“Quienes nos dedicamos a construir instrumentos artesanales sabemos que son productos de lujo -admite-; es decir, en el caso de las guitarras, no es habitual que de primeras te compres una artesanal, sino una Gibson, Fender o Martin, por ejemplo. En América, sin embargo, se valora mucho más la artesanía. En Europa no: si dices que te has gastado 6.000 euros en una guitarra te llaman loco; pero está socialmente aceptado desembolsar 35.000 en un BMW”, observa. Rodríguez reivindica el valor de su oficio: “Una guitarra artesanal es un traje a medida. Aparte de un instrumento musical único, se trata de un objeto muy exclusivo”, defiende. A diferencia de las guitarras de fábrica, que parten de medidas exactas e inamovibles, bajo un proceso de construcción mecanizado, el lutier juega con un estándar variable. “Estás trabajando con un material que está vivo; y cada pedazo de madera, aunque sea del mismo bosque o incluso del mismo árbol, tiene una densidad y unas características diferentes”, argumenta. Así, entre una serie de diez guitarras idénticas, fabricadas en cadena, “habrá una guitarra horrible, otra sobresaliente y el resto, se ajustará a una calidad media razonable”, añade.

Foto: Koldo Estudio

Madera de Palo Santo y barniz de gusanos

Desde que se sumergió en el arte de la lutería, Rodríguez asegura que no ha recibido encargos o peticiones demasiado extravagantes. Un cliente se empeñó, eso sí, en que parte de su guitarra fuera de madera de Palo Santo de Brasil. “Vale un pastón, puedes tener problemas con la aduana, papeleo… Traer un par de pedazos de esa madera iba a costarme entre 2.000 y 3.000 euros; ¡imagínate que después, trabajando la madera, me la cargo!”, bromea (en parte). El Palo Santo de Brasil está catalogado en el nivel 1 de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), esto es, el acuerdo que regula este tipo de materias. “En el nivel 1 sólo están el marfil y el Palo Santo de Brasil”, subraya. Rodríguez propuso a su cliente la caoba cubana como alternativa más viable. “Tampoco se puede adquirir ya, pero se la compré a un señor jubilado en Avilés, que tenía restos de esta madera, de una antigua fábrica de muebles del siglo XIX”, indica. Aún así, no consiguió convencer al cliente: el diapasón y el puente de su guitarra tenían que ser de Palo Santo “sí o sí”. El lutier se afanó en hacerse con doce pequeñas piezas de esta codiciada madera. “Siempre estás buscando el instrumento perfecto; con cada encargo aprendes muchísimo. Por eso es muy importante documentar bien todo, y quitarle ese rollo romántico a la guitarra, darle un sentido más físico”, concluye, minutos antes de mostrar su entusiasmo ante un bote de barniz de goma laca, “el más antiguo y el más natural: se compone del líquido que segrega un gusano -sonríe-; se aplica a muñequilla, es un proceso muy, muy artesanal”, destaca.

Los límites de la deflexión

Sus conocimientos previos como técnico de sonido le sirvieron de mucho durante sus cuatro años en la escuela vasca de luthería Bele. “Teníamos una asignatura sobre acústica del violín, en la que tratábamos la física y todo lo relacionado con el sonido: cómo se mueve la onda, sus desviaciones (deflexión), la densidad de la madera, su grado de rigidez, peso, velocidad de propagación, etc.”, enumera.

En su cuenta de Instagram (@arima_guitars) muestra el proceso de construcción de sus piezas artesanales. En uno de los (hipnóticos) vídeos, recoge una demostración de “los modos de vibración de Chladni”. Sobre la madera vierte unas virutillas o el contenido de una bolsita de infusión -también se puede realizar con sal u otro elemento que pese poco-, y según la frecuencia que emite desde un bafle, la madera vibra y deja unas formas determinadas: donde se acumulan las virutas significa que la madera no vibra. “Es un proceso de medición lento, pero muy interesante”, afirma, paciente.

Visita su página: https://arimaguitars.com/

Texto: Amaia Santana

Foto: Koldo Estudio

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda