Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Corey Harris está de vuelta. Tres años llevábamos sin novedad suya, espera paliada finalmente con otro gran trabajo recién estrenado. The Insurrection Blues, vigésimo álbum en su cuenta particular y primero para M.C. Records nos devuelve al bluesman en perfecto estado de forma. Su telúrico sonido acústico y su vibrante, poderosa voz de barítono siguen intactas, al servicio de catorce heterogéneas canciones que van directas al cajón de lo imprescindible en este año.
Grabado en su mayor parte en Italia en las obligadas condiciones de confinamiento, el disco incide de nuevo en su particular y personalísimo concepto de la tradición, alejado de revisionismos estéticos, tanto como en su sempiterna exploración de las músicas que orbitan alrededor del género. Así, se muestra exquisitamente clásico en cortes como «Twelve Gates to The City», «When Did You Leave Heaven», «Boats Up River» o «Some of These Days», se deja aconsejar por los ancestros en «Mama Africa», inspirada por el año que pasó recientemente en el Continente Negro y desliza algunos instrumentales («Afton Mountain Blues», «Sunjata») con la engañosa sencillez que solo poseen los auténticos genios.
Y sin ser un álbum conceptual, que no lo es ni por asomo, su nuevo trabajo sí nació y se desarrolló en gran parte a partir de unos sucesos muy concretos: el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero.
Como tantos millones de personas en Estados Unidos (y en el resto del mundo), Corey observó aquella peligrosa, gravísima mamarrachada con una mezcla de estupor e indignación. Y, como artista, se sintió impelido a reflejar sus sensaciones y sus reflexiones al respecto: “toco música porque tengo algo que decir y estoy agradecido de poder comer por eso. Sentí que era un deber, una responsabilidad, utilizar mi oficio para decir algo.”, declaraba recientemente.
Y ese “algo que decir” lo trasladó al sentimiento general del disco, más implícita que explícitamente. Donde sí se muestra manifiesto en sus intenciones –aparte de en la evidencia que refleja la portada del disco- es en el tema que lo titula. En «Insurrection Blues (Chickens Come Home to Roost)» Corey se envuelve en una instrumentación tensa, casi intimidante, para dejar constancia de la amenaza que todavía sobrevuela su país. Con las hordas de gañanes y tarados trumpistas agazapados tras su derrota, derrotados pero no extintos, el maestro tiene las ideas muy claras: “como afroamericano que vive en Estados Unidos, como descendiente de los esclavos que construyeron este país, estoy analizando los mecanismos de supervivencia que han existido para que las personas perseveren en tiempos difíciles. Y cuando pensamos en eso, el blues siempre viene a la mente”. Más claro, agua.
Mucho ha llovido desde los días en que Corey alternaba su curro de profe de idiomas en Louisiana con sus actuaciones en los cafés, clubs y hasta esquinas de Nueva Orleans. Desde Between Midnight and Day, aquel prometedor debut en Alligator Records, hasta este The Insurrection Blues ha transcurrido la friolera de veinticinco años. Un tiempo en el que Corey Harris se ha convertido, sin discusión, en uno de los referentes del blues a nivel mundial. Ser coetáneo suyo, haber podido seguir su carrera y su evolución a lo largo de todo este tiempo –y seguir haciéndolo, como en el caso que nos ocupa- es un privilegio sobre el que deberíamos reflexionar ni que sea un instante. Y agradecerlo.
Eloy Pérez
