Discomático

Technical Ecstasy – Super De Luxe Black Sabbath (BMG)

Technical Ecstasy  es la boda química al estilo Black Sabbath – fugaz, disfuncional, humana y mecánica. Los opuestos se encuentran de forma casual, arquetípico cada uno de ellos, uno bajando (el rígido robot masculino) y el otro ascendiendo (el curvilíneo y carnal androide femenino). Este es el que prevalece al final del affair. Las mejores canciones del álbum tienen un protagonista femenino: «She’s Gone», «Gypsy», «Dirty Women». «It’s All Right», soberbiamente cantanda por Bill Ward, muestra un lado sensible de alturas beatlescas.

Que no se queje Ozzy. Muchas de sus más celebradas baladas tienen el elemento beatle grabado a fuego. Las composicions más masculinas y musculares son las más terrenales. «Back Street Kids» (floja letra, pero en realidad, Black Sabbath siempre fueron eso), la autoafirmación en «You Won’t Change Me» (un microcosmos de estilos sabáticos) y el acercamiento químico y de manos grasientas al boogie con «Rock And Roll Doctor». Mejor dejar la androginia funk de «All Moving Parts (Stand Still)» sin filiar. Si nos dicen que Geezer nos hablaba de Maggie Thatcher le creemos. Y si es una premonición sobre Donald Trump, también.

Technical Ecastasy es el álbum de Black Sabbath más injustamente olvidado, pero el más gratificante en términos de descubrimiento. La producción de Tony Iommi (mientras los demás se dedicaban a  la playa y la cocaína en Miami) es resplandeciente, y la incorporación del paisano Gerald Woodruffe en teclados -el de aquellas sobrias maravillas de los primeros discos de Robert Plant- le permitió cambiar su juego. Esta lujosa edición de Technical Ecastasy es una experiencia inmersiva acogedora, desde el elegante diseño art déco, a las  nuevas mezclas del especialista Steven Wilson.

Lo más placentero de este doloroso y contradictorio viaje para sus creadores, son las mezclas alternativas, entre las que brilla el descubrimiento de la armónica de Ozzy en «All Moving Parts (Stand Still) ». Impagable Northern Funk, o lo que sea que estaban intentando hacer. El directo de 1976-77 es otra agradable sorpresa. Suena infinitamente mejor que aquel show de Suecia que todos conservábamos como un imperfecto retrato de una etapa fascinante. Siempre agradeceré al hado que este haya sido el último álbum de la etapa Ozzy en llegar a mis inexpertos oídos. Habiendo ingerido con inconsciente gula todos los metales pesados, Technical Ecstasy siempre aparecerá como un bálsamo reparador y brillante, con una fórmula magistral aún por ser descubierta.

 

Texto: Daniel Renna

 

 

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