El mes de las Murder Ballads: Jim Dinamita, donde Dios no existe, allí reina él

El orgullo de La Elipa, Burning, fueron una banda que recurrió frecuentemente en sus letras a la delincuencia. Su origen, un barrio obrero y humilde, y sus experiencias propias les daban el suficiente bagaje y conocimiento de causa para captar en sus versos el entorno vital de los que caminan sobre el alambre. Su trayectoria, sobre todo en su primera época, está jalonada de incidentes que hacían de ellos un grupo muy ligado a un entrono y a una forma de vivir. La máxima sexo, drogas y rock & roll llevada hasta el límite. El macarrismo lumpen subido a un escenario, escupiendo en sus versos la realidad de unos años confusos y conflictivos con el final de la dictadura franquista, la transición y el advenimiento de la democracia como telón de fondo.

Escribieron canciones acordes con su estado vital, algunas de ellas serían absolutamente impensables en los tiempos que corren, e incorporaron a su imaginario a personajes, ficticios o no, que se han convertido en pequeñas leyendas urbanas.  Quizás el más representativo sería el que protagoniza uno de sus clásicos, «Jim Dinamita», una canción que da para una película e incluso hasta para una de esas series tan en boga en la actualidad.

Un tipo arrogante, “Tú no sabes quién soy, pero has oído ni nombre, que suena en todas partes, como un huracán…”, violento y pendenciero, “No dudes en buscarme donde haya algún follón, pues donde Dios no existe, allí reino yo”, que se enorgullece de su origen, “En La Elipa nací y Ventas es mi reino”, y de su condición de amenaza hacía la sociedad, “Para tu papá, reina, soy como un mal sueño… Si tu mamá supiese, nena, donde has de besarme, cuando tú quieres verme sonreír” e incluso dejando claro que no es un tipo de fiar, ni siquiera para sus propios compinches, “Jim Dinamita soy yo, y no soy un buen amigo, Jim Dinamita soy yo, y soy mala compañía”.

No cabe duda de que no es, estricta y ortodoxamente hablando una Murder Ballad, sin embargo es más que evidente su conexión con este sub género. Y, además, es un enorme trallazo rocanrolero.

Manel Celeiro