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Blues en la encrucijada: Viviendo tiempos duros con Big Daddy Wilson

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

La historia de Adam Wilson encaja a las mil maravillas en la mística del blues. Originario de Ederton, una minúscula población de Carolina del Norte que con poco más de 5000 habitantes es paradigma de las pequeñas ciudades que salpican la geografía norteamericana. Criado por su madre y por su abuela su infancia transcurrió entre la escuela, la iglesia y pequeños trabajos ocasionales en las plantaciones de tabaco y algodón cuando siendo apenas un adolescente abandonó las aulas para buscarse la vida y llevar un sueldo a casa. Y como les sucedía a muchos de sus compatriotas la falta de trabajo y de oportunidades lo llevó a alistarse en el ejército.

Destinado en Alemania, no terminó de adaptarse a la vida cuartelaria y recurrió al truco de intentar contraer matrimonio para poder regresar a los USA. Cosa que no hizo ninguna gracia a su madre que poco menos que lo echó de casa para que volviera a calzarse el uniforme. Total que otra vez en tierras teutonas aprovecho unas horas de asueto para ir con algunos de sus compañeros a un concierto de blues. Y allí vio la luz que cambió su vida. Ya licenciado permaneció en Alemania y empezó a desarrollar su carrera como músico. Gradualmente se fue haciendo un nombre y ganando peso en el circuito europeo del estilo, lo que le ha llevado a poseer una notable discografía y a actuar por todo el mundo, incluyendo algunas visitas a la piel de toro, sin quitarse sus sempiternas gafas de sol, de las que dice que todavía le ayudan a superar su carácter tímido a la hora de salir ante el público.

Hard Time Blues es su nuevo trabajo y a pesar de que la fotografía de portada hace pensar en una grabación pura y dura de género las canciones contenidas exponen el amplio abanico de sonidos en los que el vocalista se siente cómodo, con espacio para el soul y el R & B. Territorios sonoros donde su voz, cálida y profunda a la vez que dúctil, se erige en indiscutible protagonista, aportando un rayo de esperanza a los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir. En sus propias palabras: “Pon un poco de amor en tu corazón, nos necesitamos unos a otros”. Una verdad como un templo ante el aumento de la intolerancia, la persistencia de actitudes racistas, el COVID campando a sus anchas o la crisis económica que se ha instalado entre nosotros desde los primeros años del siglo XXI y que no parece tener ganas de marcharse.

El impresionante comienzo de «Yazoo City», en que entre slides y armónica entona “perdí mi trabajo, perdí mi casa, perdí todo lo que tenía”, marca el camino de un álbum comprometido, especialmente empático con los que menos tienen, que viste esa sensibilidad e inquietud con notas de tórrido soul carnal a lo Marvin Gaye, sobre todo en la maravillosa composición que da título al disco, soul que sigue presente en temas como «I Can’t Help But Love You» y «Testimony» junto a plegarias góspel, «Poor Black Children», o acordes de blues descarnado en «A Letter» y «Maybe It’s Time».

Un disco excelente que solamente queda empañado por la remezcla que hace como bonus de «He Cares for Me», absolutamente innecesaria e irrelevante. Un banal detalle que no importa demasiado ni afecta a la valoración final. Big Daddy Wilson se mantiene en plena forma y esta grabación lo demuestra.

Manel Celeiro

Foto: Beate Grams

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