Casi dos horas dan para mucho. Aunque la cosa se reduce si hay tanto que explicar cómo en el caso del actor Danny Trejo. Una vida que, si convirtiéramos en guion y grabáramos una película, probablemente consideraríamos exagerada y cuyo final feliz se nos podría hacer hasta empalagoso y, sobre todo, poco creíble. Pero así ha sido la existencia de este mexicano reconocible por cualquiera que le haya dado un poco a la gran pantalla, y que pasó del infierno al cielo de Hollywood como si de un cuento de hadas se tratara. Cuento, eso sí, con muchos claroscuros – por decirlo de manera suave – en sus inicios. La cárcel y Danny no son desconocidos, como tampoco las armas, las drogas, los asesinatos y un largo etcétera de actividades de dudoso prestigio. El tipo, centro neurálgico del documental desde sus declaraciones, se toma las cosas con humor, algo que también hacen sus hijos, probablemente sorprendidos de que su padre llegara hasta donde ha llegado y que siga con los dos pies en vertical sobre tierra. No les desvelo más, que el spoiler parece uno de los delitos más graves de la actualidad y uno no está, como Trejo, preparado para la actividad delictiva. Pero viéndolo se lo pasarán pipa y más si, como yo, admiran al protagonista de Machete.
Eduardo Izquierdo
