Artículos

De menos a más: Black Sabbath (part 2)

Más allá de toda consideración personal acerca de la validez artística de cualquier formación de Black Sabbath, me ceñiré exclusivamente a los hechos. Todos los discos que han aparecido siempre con el nombre de Black Sabbath, han tenido la presencia constante de Tony Iommi. Pero hay más. Aquí hay dos álbumes que no tenían que haber sido publicados bajo la etiqueta de Black Sabbath, y que sin embargo lo fueron. Incluso hay otro que sí debería haberlo sido, como luego se verá debajo.

“’¡Nosotros somos Black Sabbath!“ me dijo indignado una vez Ronnie James Dio. No se puede tomar con ligereza su reivindicación de pertenencia grupal y artística. Su influencia en la carrera de Sabbath desde los 80’s hasta el regreso de Ozzy, es incuestionable. Su impronta, y envergadura artística definieron el nuevo sonido de Black Sabbath, al punto que los cinco álbumes de estudio grabados por Tony Martin -con excepción del fabuloso The Eternal Idol – pueden ser estilísticamente considerados como una prolongación menor, derivativa, de lo firmemente establecido por Dio.
Gracias a su catalítica presencia, Geezer Butler pudo por fin descansar con las letras y concentrarse  en el bajo, y Iommi pudo componer de forma diferente. Vocalmente, Black Sabbath pudo volar a otras alturas, a la vez que la música se hizo más terrenal en algunos aspectos, otro tipo de aleación, definitivamente más enfocada. Un tono de negro diferente, un infinito de otro orden de magnitud, poseedor de su propia aura mágica, que los años con Tony Martin jamás tuvieron. Los álbumes con los estimados Ian Gillan y con Glenn Hughes son criaturas de filiación distinta, que merecen un tratamiento especial.
Estos discos más allá de la órbita de los Black Sabbath de Ozzy producen una atracción gravitatoria diferente, pero muchos son igualmente míticos en mi imaginario sabático. También el bueno de Henry siempre estuvo. Bajo su luciferino mandato, seguiré obedeciendo las mismas reglas establecidas en la primera parte de este ensayo.
11.- Forbidden  (1995)
Las cosas del mundo pre Internet. Hablando con Ernie C, éste me anuncia que iba a producir el nuevo disco de Black Sabbath, que terminaría siendo Forbidden. Yo no tenía la más mínima idea, pero estaba encantado con el disco de Body Count, y de la tremenda influencia de Black Sabbath en el rock y el metal de los 90’s. Hacía poco que había salido el disco tributo Nativity In Black, Pantera hacían «Planet Caravan»… Llega Forbidden, y lamentablemente, no hay nada con lo que excitarse solo en casa. Este desafortunado álbum posee dos características que le hacen singular: tiene en Ice-T al único cantante invitado en un disco de Black Sabbath, haciendo un innecesario rap en «The Illusion Of Power», y es considerado universalmente como el peor disco de todo el canon. Un Tony Iommi extrañamente en piloto automático, muy básico, con «Rusty Angels» como paradigma de la falta de sinergia que provocaba Tony Martin, cuyas letras mejoran ostensiblemente aquí, pero da exactamente igual. Mediocre.
10.- Cross Purposes  (1994)
Conocí a Tony Martin en esta gira, un tipo muy simpático y fácil de entrevistar. Pero el gran recuerdo de ese momento es haber hablado con mi idolatrado Bill Ward, y poder ver una interesante formación inédita: Iommi, Butler, Ward y Martin, presentado Cross Purposes. O no. Las canciones de ese álbum fueron tachadas del set list esa tarde: «I Witness» y «Crown Of Thorns», lo más destacable de un disco apenas decente. «Psychophobia» presenta un riff complejo, al que según mi cerebro Iommi-predictivo le falta una nota. Pero no hay mucho más. Vuelve Geezer Butler al bajo, un baluarte siempre, aunque las letras las sigue haciendo Tony Martin. Entiendo porqué Geezer abandonó el barco tras este disco, y le dio una patada industrial al mundo con Plastic Planet al año siguiente, criticando abiertamente a Iommi en «Giving Up The Ghost», cuya traducción sería: déjalo ya de una vez, colega. Pero no todo está perdido aún. Existe Cross Purposes Live documentando esa gira, y no está nada mal.
9.- Tyr (1990)
Vaya forma más anacrónica y anticlimática de empezar una nueva década, en la que Black Sabbath serían determinantes. Definitivamente, no con Tyr.  «Valhalla», «The Lawmaker», «Anno Mundi», «Jerusalem»…toda la temática nórdica/cruzada de Tony Martin tira para atrás. Mejor dejar esto para otros. Hay todo un género para eso. Por un lado, tenemos una formación sólida, con el venerable binomio de Cozy Powell y Neil Murray en la sección rítmica. Los teclados del fiel Geoff Nicholls tienen más presencia, pero no verdadera sustancia. Quiero creer que un esperanzado Tony Iommi veía un cierto escenario de estabilidad, un futuro para esta formación, cosa que se vería inviable muy pronto. Sin embargo, Tyr tiene en «Feels Good To Me» su salvavidas, su razón de ser. Es la mejor  canción escrita con Tony Martin, la gema de sus años pilotando vocalmente la nave, una soberbia composición de compleja melodía que convenientemente oscurecida, no habría desentonado en The Eternal Idol.
8.- Hadless Cross (1989)
Si uno logra sobrepasar el rubor de letras sobre demonios con alas y el poder de Satán (que vive en el alma de ellos moribundos, Tony Martin dixit) estamos ante un álbum que puede ser un pequeño placer culpable dependiendo del día. En rigor, son seis nuevas canciones -«Black Moon» es una revisión de una cara B de las sesiones de The Eternal Idol y la apertura con «The Gates Of Hell» es relleno de paja instrumental- Hadless Cross presenta a unos Black Sabbath rejuvenecidos, aprovechando la inercia positiva The Eternal Idol, energizados, con nuevo sello y nueva formación. Cozy Powell aparece notoriamente como socio y productor junto a Tony Iommi, y los viejos amigos también ayudan: Brian May hace un característico rugiente solo en «When Death Calls». La canción «Headless Cross» es como una copia menor de «Heaven and Hell», el mismo pulso, la misma idea básicamente, cosa que puede decirse del álbum, y de los los años de Martin.
7.- The Devil You Know (2009)
Ya.. ya lo se. Este álbum salió bajo el nombre de Heaven And Hell. Pero si están Iommi-Dio-Appice-Butler, es la misma formación de Mob Rules, Live Evil y Dehumanizer.  Está Henry diciéndonos cosas desde el diseño, y el título juega con esta situación, básicamente contractual. Superior a las 3 nuevas canciones que salieron previamente bajo el nombre de Black Sabbath en The Dio Years, para algunos mejor que Dehumanizer – no para mi- el majestuoso The Devil You Know es merecedor de una especial apreciación. Es como el Volume 4 de la era Dio, saturnino, impenetrable. Cátedra de doom, con Iommi gigantesco en «Fear» y contando en la tremenda «Bible Black» con un nuevo clásico. Dio suena dramático, profundo, vocalmente mucho más intenso y humano que en sus propios discos de esa era, en la que gravitó hacia canciones más lentas. Líricamente, repite algunos propios lugares comunes, pero poco puede criticársele al hombre. Un año después, el gran Ronnie James Dio nos dejaría para siempre.
6.-Seventh Star (1986)
Adoro este disco, tanto como a Glenn Hughes. Es ampliamente sabido que tenía que haber sido álbum solista de Tony Iommi, con varios cantantes distintos. Desde la neblina de su adicción aparece un espectacular vocalista, al que el mundo le había perdido la pista. Así me lo contó: “Cuando entré al estudio, escribí «No Stranger To Love» y «Turn To Stone» en una tarde. Canté tres canciones en un solo día. Tony estaba muy feliz. Entonces yo continué con el trabajo”. Muy  interesante colección, en Seventh Star hay por un lado canciones casi NWOBHM como «In For The Kill», por otro blues «Heart Like A Weel» y power ballads como «No Stranger To Love». Iommi suena dinámico, feroz por momentos, y Glenn Hughes es un vocalista carnal, viril, lleno de matices, tomando el escenario con agresividad y pasión. Grandes amigos;  Iommi y Hughes completan una esencial trilogía con The DEP Sessions  y Fused. Con Black Sabbath, ambos se fueron de gira, un completo desastre, pero esa es historia para otro día.
5.- Dehumanizer (1992)
Seco, tangencialmente industrial (la controvertida producción de Mack tiene algo que ver aquí) y muy violento, Dehumanizer establece a Black Sabbath en la nueva década. Empieza el reconocimiento, y de alguna forma quedan en sincronía con los nuevos pesos pesados que asoman la cabeza. Preocupaciones tecnológicas, urbanas, que permearían los siguientes años de las carreras de Geezer Butler y de Dio. «Computer God» es brutal y clarividente. «Time Machine» acelera las pulsaciones, «I» es una construcción curiosa y oscura, con una bendición de base rítmica con Vinnie Appice y Geezer Butler. Album doloroso y complicado para sus creadores, de alguna manera esa insatisfacción quedó reflejada. Pude verlos en esa gira, una de las mejores experiencias de directo de mi vida, y creo que la invitación  de Ozzy para que abrieran en el final de su tour tiene que ver con esto. Con Dehumanizer, Black Sabbath volvían a ser una potencia -quizá una amenaza a neutralizar- a ser tenida muy en cuenta.
4.- Mob Rules (1981)
Favorito de los más metalizados, puedo entender ese punto de vista. Mob Rules suena mucho mejor que Heaven And Hell, gracias a una musculosa producción de Martin Birch. Sed de sangre, poderío, más profundidad. No está Bill Ward por primera vez, pero Vinnie Appice da una cátedra de batería de heavy metal, imponente. Todos sobresalen aquí. Más combustible de alto octanaje («Turn Up The Night», «Mob Rules») y más pesadez envuelta en florida poesía («The Sign Of The Southern Cross», «Falling Off The Edge Of The World»). Mob Rules es una atronadora llamada a las armas, urgente, presentando a una banda fortalecida, en el cenit de sus poderes. Varios de los más feroces riffs de Tony Iommi están aquí, así como varias de las mejores performances vocales de Dio. Sólo tengo dos observaciones culpables que me impiden disparar más alto. Es el molde de Heaven And Hell, hemos escuchado esta secuencia antes. Y está «Country Girl». Esta formación es un depredador alfa, no puede albergar sentimientos.
3.- The Eternal Idol  (1987)
Dramáticamente infravalorado, The Eternal Idol es crucial en la andadura de Tony Iommi. Es el primer disco compuesto con el marco mental de Black Sabbath desde Mob Rules. Larga historia para desarrollar aquí, pero su proceso fue caótico y agotador, materia para sacar lo mejor de Iommi. Voraz y majestuoso, de alguna forma permeado por los años de Ozzy en términos de misterio y por los de Dio en foco de trabajo, The Eternal Idol se sostiene orgulloso sobre tres pilares. El mérito donde corresponde. Todas estas letras y melodías vocales fueron compuestas por Ray Gillen, el mismo que nos dejó aquellas maravillas con Badlands. Un desconocido Tony Martin terminó cantando todo esto, pero de qué manera…impecable, intensa. Es el más devastador y variado panorama de riffs de Tony Iommi en un solo disco de  Sabbath.  «The Shining», «Born To Lose»,  «Hard Life To Love», «Lost Forever». Algunos son conquistadores despiadados arrasando la ciudad, otros seres Lovecraftianos.  Proselitismo eterno de mi parte.
2.- Born Again (1983)
La aberrante portada, el sonido horrendo. Stonehenge. La leyenda negra, a la que  inocentemente contribuí para ira de Ian Gillan. Born Again era un proyecto puntual, acordado en una borrachera de Gillan, Butler y Iommi. Sin embargo, es arquetípicamente  Black Sabbath en espíritu en muchos departamentos, de lo más sublime a lo más cochambroso. Esta fascinante colección es una de las más abrasivas de la historia de la música grabada, junto a In Utero de Nirvana (Cobain era gran fan) St. Anger de Metallica o In Rock  de Purple. Un Tony Iommi brutal registra varias de las composiciones más aplastantes de su carrera, Ian Gillan canta excesivo, fuera de sus límites conocidos, y el recuperado Bill Ward suena como un percusionista extremo e impredecible. «Trashed», «Zero The Hero», «Disturbing The Priest», son el equivalente de Aníbal cruzando los Alpes con sus elefantes berreando al borde del abismo. Mr. Gillan, espero que perdone lo de su foto algún día. Admiro profundamente su trabajo aquí.
1.- Heaven and Hell ( 1980)
Si en época de Ozzy Black Sabbath seguían a El Loco, con Dio seguieron a El Mago. El lenguage tarótico es apropiado – la bellísima portada es obra de  Lynn Curlee, el mismo de Agents Of Fortune de BÖC. Heaven And Hell es el axis de toda la experiencia Sabbath. Además de crucial, fascina su pátina a la vez que la vitalidad y solvencia con la que dan el gran salto adelante. En perfecto equilibrio con la concreción formal metálica y un espíritu melancólico que le recorre, estamos ante una obra de gran calado. Aristocracia haciéndose cargo de su linaje, con una misión. Dio poético como un romántico del siglo XIX: «Die Young», «Lonely Is The World», «Wishing Well». Un Tony Iommi titánico: «Heaven And Hell» y «Children Of The Sea» son obras maestras. Geezer Butler y Bill Ward cambian su juego con inteligencia suprema, todas sus decisiones son acertadas. Pocas veces, la musa bendice de esta manera a una nueva formación, inyectando sabiduría, adrenalina y belleza en dosis iguales. Fundamental.
Texto: Daniel Renna

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda

Síguenos en Twitter