Después de un negro año y medio en cuanto a eventos masivos musicales podíamos recuperar viejas sensaciones en la más especial de las ediciones del delicioso festival que se celebra en el Garraf.
Gracias a la iniciativa del estudio, llevado a cabo por la Fundació Lluita contra la Sida i les Malalties Infeccioses i l’Hospital Universitari Germans Trias i Pujol, que realizó primeramente en la Sala Apolo y posteriormente en el Palau Sant Jordi se pudo demostrar que si el público asistente se realizaba previamente pruebas de antígenos y usaba correctamente la mascarilla no había ningún impacto en la transmisión de la Covid-19 durante el acontecimiento aunque no se respetaran las distancias de seguridad. Así pues, por primera vez en nuestro país podíamos gozar de un evento de tal magnitud en condiciones normales. Cultura segura en un entorno privilegiado.
Si bien es cierto que debido a un fallo en la aplicación que había hecho el festival, el primer día hubo periodos de espera más largos de los deseados para realizar dicho trámite, también hemos de comentar que a partir de la segunda jornada, la organización reaccionó adecuadamente y las colas se redujeron hasta la mínima expresión. Y así, como comentaba Juan Pedro Martín “Pucho” –cantante de Vetusta Morla- en uno de sus discursos, pudimos volver al Vida y a la vida y así recuperar una parte importante de nosotros que nos había sido arrebatada de cuajo.
Pasando al plano estrictamente musical debemos comentar que pese a que el cartel contaba tan sólo con artistas nacionales pudimos corroborar la excelente salud de la que goza nuestra escena, rica y heterogénea, completando tres jornadas que forman ya parte de la historia de nuestra música.
Se nos hace imposible escoger un pódium de nuestros favoritos, pero si hemos de escoger un grupo de vencedores de las tres jornadas entre ellos estarían unos Biznaga que son pura dinamita en directo y supieron ganarse al respetable con su rabia, su alma old school punk y unos mensajes que incitan a la rebelión en tiempos revueltos. Otros que no paran de crecer son María Arnal y Marcel Bagès, que entusiasmaron con su propuesta polifónica y puesta en escena minimalista que está dando ya que hablar fuera de nuestras fronteras. Otra clara triunfadora es María José Llergo, que supo conquistarnos el alma con su voz flamenca prodigiosa y su actitud aniñada que nos recordaba a la Rosalía de los tiempos en que tocaba con Raúl Fernández.
El pop metafísico del Petit de Cal Eril y la frescura garagera de unos Mujeres en estado de gracia completan nuestro cuadro de honor. El de Guissona nos demuestra disco a disco que se ha convertido en un artista referente en nuestra escena facturando una música personal e intransferible con matices y aristas que lo sitúan entre los músicos más creativos e interesantes de nuestro país. Grandiosa la versión del «Close To Me» The Cure que se marcaron. Los barceloneses basaron su repertorio en su aclamado disco de 2020 Siento Muerte y nos presentaban su nuevo EP, Rock y Amistad -en el que colaboran con bandas del calibre de Carolina Durante o Los Punsetes- y pusieron el festival patas arriba desde el minuto uno desatándose la locura en primeras filas a ritmo de alocados y bienintencionados pogos que nos volvieron a hacer sentir vivos.
En otro orden, también pudimos disfrutar de la propuesta músico-artística de New Raemon y la ilustradora Paula Bonet, de los ritmos medievales y la experimentación electrónica de Tarta Relena, de la clase y presencia de Núria Graham, de la algarabía y frescura de las navarras Melenas o de las catalanas Mourn, de los ritmos cercanos al Laurel Canyon de Sam Berridge, de los espectáculos perfectamente orquestados que circulan entre Pop y el mainstream de Love Of Lesbian y Vetusta Morla, de la dulzura de Ferran Palau, del hype de Rigoberta Bandini o del encanto desangelado de Enric Montefusco. En definitiva, tres días de MÚSICA en mayúsculas, reencuentros y emociones a flor de piel. ¡Larga Vida al Vida!
Texto y fotos: Rubén García Torras