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Festival Cruïlla 2021  – La nueva y efímera normalidad

Leiva

Parece que está claro que, al menos de momento, la realidad de los grandes festivales ha cambiado, y va a seguir así por un tiempo. Durante muchos meses, la maldita pandemia nos dejó sin conciertos ni música en vivo, pero poco a poco, se fueron encontrando fórmulas, espacios y cobertura legal para devolver a las bandas a los escenarios y al público a salas y recintos, eso sí, con distancias sociales y butacas asignadas.

 

Una mejora en la situación global, la cierta relajación de las medidas de control saniatarias y el atrevimiento de los promotores, ávidos de volver a recuperar grandes eventos durante este verano, propició que durante una breve ventana de tiempo se pudieran realizar algunos festivales a la antigua usanza, eso sí, previa prueba de antígenos y con la ya comúnmente aceptada mascarilla. Y, entre ellos, sin duda el Cruïlla era la cita más esperada. Un cartel de notable alto, un recinto bien preparado, y una organización ducha ya en estas lides de los conciertos post pandémicos presagiaban un éxito instantáneo, si bien no exento de cierta polémica y algunas críticas poniendo en duda si la decisión de celebrar estos eventos era adecuada o no.

Disputas político-sanitarias a parte, realmente el Cruïlla volvió parecerse al Cruïlla, y nos reconectó en ciertas fases a esas sensaciones olvidadas de lo que es un festival veraniego. Nuestros muros e historias en redes sociales se volvieron a llenar de fragmentos de felicidad de aquellos que, con más o menos prudencia según el caso, se acercaron al Parc del Fórum durante tres días de grandes conciertos y buen karma.

Two Door Cinema Club

En lo musical, las mayores atenciones se las llevaron dos de los ya grandes clásicos del pop rock nacional, Leiva, tirando de su rock blandito, accesible pero siempre apetecible; e Izal, con un pop de texturas y de corte más intimista, desgranando el espectáculo de “El final del viaje” con duetos virtuales y cierta parafernalia.

Siguiendo con el producto nacional, Fuel Fandango aportó buen gusto y matices, y Leon Benavante seguramente dio el mejor concierto del festival, con su indie rock enérgico y melódico, y Kase.O, estelar en la primera jornada, demostró que puede hacerse hip hop de calidad y con sentido.

Ahí estuvieron también bandas que nunca fallan, Sopa de Cabra con su clásicos del rock cantado en catalán; Manel, una banda que ha sofisticado su pop de raíces costumbristas con voluntad de reinventarse y  no caer en la autocomplacencia; o nombres internacionales como Two Door Cinema Club o Morcheeba que ponían el acento internacional a un festival masivamente dominado por la propuesta de proximidad con una pretendida búsqueda del disfrute colectivo, sencillo y sin complicaciones.

En definitiva, un festival especial por lo que ha significado, independientemente de la polarización existente sobre si debía celebrarse o no, ja resultado ser un oasis en medio de un largo y tedioso desierto en el que aún nos hallamos inmersos, y que trajo a nuestra memoria tiempos mejores de forma efímera, pero eficaz.

 

Texto: David Lage

Fotos: Xavi Torrent

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