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De menos a más: Raging Slab

 

La culpa la tuvo la cubierta de Raging Slab, el disco homónimo de 1989 publicado por RCA, en el que la banda posaba delante de un camión monstruoso con ropas dignas del lejano oeste. Los críticos dictaron sentencia al oír la música: «Metallica cruzado con Lynyrd Skynyrd». Ahí apareció la referencia: rock sureño para las nuevas generaciones. El siguiente disco, Dynamite Monster Boogie Concert, reforzó la teoría de que la banda podía competir con Black Crowes, Mother Station, los Wheelies y todas las bandas  que estaban actualizando el sonido de los setenta para la generación alternativa. Pero fue un error, uno bien gordo. Raging Slab nunca fueron eso, ni antes del 89 ni después del 93, tras la salida del semi famoso Dynamite

 

Creo que no hay mejor definición que la del propio Greg Strzempka (el genio de la banda) para entender a Raging Slab: «Fuimos demasiado punk para los amantes del rock sureño y lo mismo a la inversa». Sí, el que se cruzó con Raging Slab esperando encontrar una versión moderna de Skynyrd tuvo pesadillas. Recuerdo en varios conciertos de las giras que el grupo realizó por nuestro país entre 2002 y 2004, como muchos, a riesgo de no entender nada de lo que veían o escuchaban, añoraban los solos «a lo Free Bird». Dios, no hemos avanzado nada. Hay un vasto por ciento muy elevado del público al que le guste que lo blanco sea blanco y lo negro sea negro. Pero Raging Slab, al igual que Fishbone o NRBQ, cada uno en lo suyo, no siguieron normas.

Greg Strzempka (guitarra, voz y compositor principal) y Elyse Steinman (slide guitar y voz ocasional), luego pareja, se conocieron en New York y fundaron el grupo en la primera mitad de los ochenta. Ambos coincidían en los gustos, para ellos eran tan esenciales Mountain y Spirit como Black Flag y Ramones. Sus compañeros de generación fueron los primeros White Zombie, Pussie Galore y Butthole Surfers, y durante un tiempo fueron la banda de bar de Joey Ramone en el area de NY. Con estas credenciales podemos entender que Lynyrd Skynyrd solo eran un ingrediente en la coctelera.

Fueron malditos casi desde los inicios. Empezaron en el underground más absoluto, editando un disco y un EP que poca gente oyó. Llegó el contrato con RCA y las giras con Mötley Crüe y Guns N’ Roses, pero cuando debía solidificarse el contrato con la disquera más muerta del mercado, empezaron los problemas: a los vejestorios que gobernaban RCA no les gustaba el material que el grupo estaba entregando y Raging Slab acabó siendo una de las bandas con más material rechazado que se conozcan. Hasta tres discos se conocen inéditos hasta la fecha: Black Belt In Boogie, From A Southern Space y Freeburden. No reseñaré ninguno de ellos aquí (lo hice en su día para Popular 1) porque siguen sin aparecer de forma «oficial». Pero ninguno de ellos palidece frente a la discografía conocida.

Tras el fiasco con RCA, Rick Rubin se los llevó a su Def American, sello con las credenciales artísticas suficientes para tener en su cantera a una banda tan «diferente» como nuestros protagonistas. Recordemos que entonces, la disquera del barbudo productor tenía en nómina a Trouble, Black Crowes, The Four Horsemen y Mother Hips, por mencionar a cuatro bandas dentro del ciclo de rock con raíces atadas a los setenta. Rick creía en ellos y puso a Brendan O’ Brien tras los controles para la grabación del mencionado Dynamite…. Les subvencionó una gira europea y se empezó a hablar de ellos de nuevo. Pero la cabra tira al monte y el material que debía seguir a Dynamite… tenía cero pretensiones comerciales y Rick les dejó apartados. Llegó John Kalodner, el famoso A&R, y acabó de convencer a Rick de que la banda estaba acabada y nunca llegaría a nada. Rubin, en un acto de cobardía, dejó a la banda sin publicar material. Les pagó una nomina, básica, y gracias a ello Greg y Elyse pudieron montar su propio estudio de grabación, aún viviendo en una caravana en medio de la nada en el estado de Pensilvania.

En 1996, Def American publicó esa extraña obra maestra llamada Sing Monkey Sing, grabada en el estudio casero del grupo. De forma extraña, Rubin se colocó en los créditos como productor ejecutivo. Curioso, porque el disco no se publicó como novedad, sino que fue directamente a los saldos de un dólar. Les mantuvo cuatro años más en nomina, pero no les dejó publicar ningún trabajo.

Entrado el nuevo milenio, y con el batería número 16 en sus filas (ni Spinal Tap), Raging Slab publicaron dos obras demencialmente buenas que les acercaron al underground fiel de países como España, Holanda y Francia. Habían perdido la guerra, pero sus creyentes seguíamos cada uno de sus pasos como si fueran Zeppelin en los setenta. A principios de 2005, después de haber protagonizado la gira más consistente de cuantas hicieron por estos lares (es decir, tocando bien y sin viajes de estupefacientes por medio), Greg y Elyse decidieron retirarse a su destartalada caravana y desaparecieron de la luz pública. Alec Morton, bajista y miembro más consistente en la historia de la banda después de la pareja, ya no giraba por problemas con las diabetes. Raging Slab se había acabado.

Durante años fantaseamos con la posible vuelta del grupo. Se suponía que Greg y Elyse estaban grabando canciones a destajo en su estudio propio. Pero lo que hacían era ropa artesanal para poder echarse algo al gaznate. En 2013 la disquera Cherry Red reeditó Assmaster y True Death en una versión doble. Es todo cuanto supimos de la banda desde 2005 hasta que la muerte de Elyse Steinman en marzo de 2017, después de sucumbir al cáncer, nos golpeó. Entonces sí, Raging Slab habían desaparecido.

8.- TRUE DEATH (1988/ Buy Our Records)

Ep de cuatro canciones que continúa la línea cruda y experimental de Assmaster.  Los riffs son marcianos, y el slide continuo de Elyse no hace más que dimensionar esa sensación. Suenan oscuros y la grabación parece efectuada en un zulo mugriento de los barrios bajos de NY. Se incluye «Get Off My Jollies», después rescatada en el debut para RCA. Pero nada puede competir con esos ocho intensos minutos de «I Heard The Owl».

 

 

7.- ASSMASTER (1987/ Buy Our Records)

Un debut canalla, con nulas posibilidades comerciales, pero con una personalidad marcada (ya comentada en la reseña de True Death), que apuntaba a la genialidad compositiva de Greg Strzempka, entonces Jagory Slab. Es un disco especial por ese concepto casi cinematográfico que desprenden las canciones. Es fácil oír «King Pompadour», «Feel Too Much» (que parece un descarte de una banda perdida de la New Wave Of British Heavy Metal), la perturbadora «Bitch To Kill» o el tema título (su primer «clásico»), y oler las cloacas neoyorquinas, sentir la emergencia del día a día en la urbe y cómo te engulle una civilización monstruosamente egoísta.

 

6.- SISTERLAB & THE BOOGIE COALITION: VOL 1 (Joyful Noise Recordings/ 2020)

A Elyse le diagnosticaron cáncer de pulmón y acto seguido le dijo a Greg: «Se acabaron las tareas de casa, primero. Y segundo, quiero grabar tantas canciones como me sea posible». Dicho y hecho. Elyse eligió un puñado de canciones que le habían marcado a fuego y el resultado es uno de los discos de versiones (póstumo en este caso) más honestos jamás publicado. Raging Slab siempre fueron una banda de instruir a su audiencia, más que de complacer. Y el material aquí presente así lo demuestra. Estamos hablando de canciones originales de Flaming Groovies, Randy California, Nils Lofgren, Groundhogs, Devo, Bob Seger… Es emotivo hasta decir basta y no solo porque uno pueda estar condicionado por las circunstancias que rodearon a la grabación, sino porque Elyse puso el alma y el corazón en cada una de las interpretaciones. Eso salta al oído. Esperamos el segundo volumen como agua de mayo.

 

5.- RAGING SLAB (1989/ RCA)

Aterrizaron en una mayor después de los primeros pasos en la independencia, pero RCA, como otra disquera con singlas parecidas, MCA, era un cementerio viviente. Sus artistas pertenecían a la era medieval y los dirigentes a la edad de piedra. Nadie en la industria recordaba un éxito reciente de RCA cuando Raging Slab firmaron con ellos. No es de extrañar que reclamasen un productor conocido para ellos, porque de haber sido por los ejecutivos, vayan a saber, hubiesen acabado con el tipo que hizo los discos de John Denver. El grupo trabajó con Daniel Rey, pero al ser conscientes de que este podía ser un buen movimiento, alinearon su sonido y conjuntaron una colección de canciones más estándar que lo oído hasta ese momento. Es su disco de hard, directo y al estomago. «Don’t Dog Me», «San Loco», «Bent For Silver»… Cualquiera de ellas funcionaba en un tugurio mugriento y sudoroso. Ahora, ¿eran validas para la siguiente liga?

4.- DYNAMITE MONSTER BOOGIE CONCERT (1993/ Def American)

Es el favorito de quienes prefieren a unos Raging Slab más «clásicos» y «clasificables». Y no hay problema alguno. Suenan compactos y bien guiados por la mano de Brendan O’ Brien. Los coros femeninos y la colaboración de John Paul Jones encajan como un guante en unas canciones que ruedan con frescura y con «posibilidades». Quizás la falta de un single claro les despojó de avistar el éxito con que toda banda sueña una vez en la vida. Pero lo intentaron, como el dios del boogie puede atestiguar. ¿Favoritas? «Weatherman», la bella «So Help Me», y una de esas canciones que uno quiere escuchar aquí y más allá: «Lynne».

 

3.- SING MONKEY SING (1996/ American Recordings)

Como decía Elyse: «Pasamos de hi-fi a no-fi». Todo en este disco resulta diabólicamente atrayente: desde ese sonido inclasificable al que hace referencia la frase de la guitarrista, a la cubierta, o esas tonalidades bizarras y retorcidas melodías. Captain Beefheart fue siempre uno de los héroes de Greg y aquí queda patente en la forma en que compone los riffs; no hay donde encasillarlos. Este no es un disco, es una experiencia. El arte sobreviviendo ante las nulas posibilidades comerciales. Elyse debutó delante del micro con esa perversa «Checkyrd Demon» y Greg se coronó como un genial cantante, intérprete y compositor, con gemas del calibre de «Gravity», «Econoliner» o «Better». Misterioso y atrayente; no existe un disco parecido.

 

2.- PRONOUNCED EAT-SHÏT (2002/ Tee Pee Records)

Cómo plasmaba esta banda en estudio la oscuridad y la muerte de su entorno (el disco está dedicado a tres personas difuntas y cercanas) es digno de un documental. Si se trataba de sonar deprimentes y misteriosos, Greg sabía cómo hacer que un riff plasmase todas esas emociones. Luego está su voz, destrozada a estas alturas por los años de malos vicios y conciertos en garitos. En cualquier caso, es el reflejo de la derrota, el pesimismo convertido en belleza. Obviando la revitalizante «Boogalooser», el resto es decadencia bella y descarnada: «Dry Your Eyes», «Bury Me Deep» (la mejor interpretación vocal de Elyse hasta ese momento), «For What You’re Worth», «When The Cock Crows»… Incluso la versión de Todd Rundgren, «Little Red Lights», parecía encajar a la perfección entre tanta desesperación y vibración lúgubre.

PD: El disco en el que homenajean a Lynyrd Skynyrd con el título y la foto de la cubierta (en relación al debut de los de Florida), no puede estar más lejos de «Gimme Three Steps» o «Tuesday’s Gone».

 

1.- THE DEALER (2001/ Tee Pee Records)

Fue una sorpresa inmensa llegar a mi tienda de discos habitual y encontrar un nuevo álbum de Raging Slab después de cinco años de no saber nada de ellos. No solo eso, la versión era en vinilo y presentación con doble carpeta. Pero el shock era dejar caer la aguja y enfrentarse a ese entresijo de boogie, suciedad, blues antiguo, ecos de Beefheart y Billy Gibbons, el minimalismo del punk americano de principios de los ochenta… Era Raging Slab, pero mejorado y majestuosamente servido. Ese año volvieron los Dictators con su himno, «¿Quién salvará al rock and roll?» y otro disco inolvidable: D.F.F.D. Pues bien, Raging Slab llegaron para salvar el rock and roll con Dealer, pero nadie les hizo puto caso. Así que jódanse; lo tuvieron delante de las narices y lo dejaron pasar. No menciono canción alguna. Todas pueden salvarte la vida. Estás a tiempo de descubrir uno de los discos más valiosos de la música americana facturada en los últimos 20 años.

Flap Your Boogie Flap!!

 

Texto: Sergio Martos

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