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Blues en la encrucijada: ‘68, Píldoras punk rellenas de blues

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

 

Para aquellos amantes de los géneros clásicos que se esfuerzan, mejor o peor, en no perder comba de la actualidad, existe un íntimo placer en el hecho de descubrir trazas de los primeros en la segunda. Inopinadamente, en no pocas ocasiones. Sean pinceladas de soul en un álbum de post rock, de country en material experimental o, como en el caso que nos ocupa, de blues en un dúo de noise punk. Definición a priori un tanto simplista, como veremos, para lo que perpetra ‘68, vehiculo expresivo de Josh Scogin. Personaje que, para más inri, procede de una escena musical en las antípodas de lo que uno espera encontrar en esta sección. Así que antes de entrar en faena y centrarnos en los tres discos de ‘68 hasta la fecha, y especialmente en el último, editado en marzo de este año, esbocemos un breve perfil del señor Scogin y de su carrera hasta llegar a su propuesta actual.

Oriundo de Douglasville, una pequeña localidad en el área metropolitana de Atlanta, su nombre aparece por primera vez en las crónicas en calidad de vocalista de Norma Jean. El año, 1997 y el estilo, un metalcore tan agresivo como piadoso en cuanto a su filiación cristiana. Una aventura que duró un lustro, tras el cual formó The Chariot. Al frente de ellos y durante el periodo 2003-2013, seguiría practicando un hardcore/mathcore cuyos trabajos y reputación en directo les granjearía una sólida posición en el peculiar submundo del metal cristiano. Una década que dio por finalizada tras cinco títulos y una gira de despedida para, en un feliz giro de timón, dar forma -junto al batería Michael McClellan- a ‘68.

 

NEWS: Listen to '68 cover 'Summertime Blues' by Eddie Cochran! | DEAD PRESS! | It's more than "just music" to us

Apenas un mes después de anunciar la disolución de The Chariot, en diciembre de 2013, salía a la venta Midnight, el ep de debut de su nueva andadura. Dos temas de punk rock urgente y abrasivo, que le alejaban por primera vez de los parajes por los que siempre había transitado. Un primer aviso que se vería refrendado al año siguiente con su primer larga duración. Para grabarlo, Scogin compró tiempo en el estudio, se sentó allí mismo a escribir y urgió a McClellan a seguirle apenas le eran presentados los temas. Un método de trabajo espontáneo y estresante, buscando la inmediatez y la imperfección, que daría como resultado In Humor and Sadness (2014): diez canciones sin título (tan solo el número de orden y una letra, leídos formando la expresión REGRETNOT), incluyendo las dos del mencionado EP; media hora de garage punk y rock’n’roll primitivos escupidos sin miedo al ruido en la que ya podemos intuir, siquiera levemente, la impronta bluesy que irá ganando terreno en su paleta, paulatinamente. Baste afilar el oído en algunos riffs para comprobarlo, más allá de corroborarlo con el tema 9 (T), un puro ejercicio de estilo tan sorprendente como reconocible. Entre las distintas estrategias de promoción, Scogin ideó una divertida propuesta: el tema 2 (E) fue presentado en Youtube con dos videos que debían ser reproducidos en perfecta sincronización (en distintos dispositivos, obviamente) para que la canción se escuchara correctamente.

68 RELEASE BOLD NEW ALBUM GIVE ONE TAKE ONE OUT NOW VIA COOKING VINYL – R o c k 'N' L o a d

Tras una gira con Listener y Homeless Gospel Choir, dos proyectos tan peculiares como ellos mismos, el segundo disco no tardaría en coger forma. A principios de 2016 ambos vuelven al estudio, y en apenas unas semanas dejan listo el material, aunque por diversas circunstancias su lanzamiento se retrasaría casi un año. Finalmente, en junio de 2017, Two Parts Viper llegaba al público. Y con él se ampliaba el espectro, se añadían texturas y se confirmaba que la huella del blues era cada vez más profunda en su sonido. Sigue habiendo fuzz para dar y vender, desde luego, y la sombra del grunge (influencia indiscutible también) se hace más alargada si cabe, pero en conjunto el maltrato a amplis y pedales es más benigno y la voz de Scogin, todavía asilvestrada, se toma algún que otro respiro, dándole la misma oportunidad al respetable. Pero lo más importante es que el blues rock aparece ya tanto en primer plano (escúchese «Wether Terrified or Unafraid» y asiéntase en señal de acuerdo) como contorsionándose en un mar de fondo y emergiendo en formas retorcidas y abstractas. “I’ve got the blues, but the blues ain’t got me”, canta en «No Apologies». Versos lapidarios para definir un disco que levanta el pulgar en dirección a Gun Club mientras, con la otra mano, le hace una peineta a Jack White.

Poco después del lanzamiento del disco, McClellan abandona el proyecto, siendo sustituido por Nikko Yamada a todos los efectos. Las cuatro nuevas canciones de un segundo EP –Love is Ain’t Dead– en septiembre de 2020, vuelven a recibir excelentes críticas, sirviendo de antesala al aplauso generalizado en los medios frente a su tercer larga duración. Porque Give One Take One, publicado a finales de marzo, es su mejor disco hasta el momento, sin duda. Un latigazo eléctrico, desbocado y melódico al mismo tiempo. Un título absolutamente imprescindible para todo lector de esta sección, al que le presuponemos tanto el afán investigador como la apertura de miras. “Como unos Nirvana de la época de Bleach reinventando el blues del Delta, o los deshonrados primos punk de The Black Keys, ‘68 se adhieren a una sola ética: la autenticidad sin control”, reza el texto promocional del disco en su bandcamp. Certera, magnífica descripción de lo que a uno se enfrenta cuando le da al play y retruena «The Knife, The Knife, The Knife», contundente puerta de entrada a diez canciones sin desperdicio.

Puede que tras leer estas líneas haya quien piense, antes de escucharlos, que nos encontramos frente a un nuevo refrito de Jon Spencer Blues Explosion o, aun peor, ante la enésima versión descafeinada de los dúos guitarra-batería que en los últimos años han proliferado como setas. Pero no se engañen. Puede que en la música de ‘68 reconozcan, en mayor o menor medida, ecos de otras parejas de renombre: desde White Stripes, Flat Duo Jets o Royal Blood hasta Left Lane Cruiser, The Bonnevilles, Little Hurricane o The Picturebooks. Sí. Pero aun jugando en liga similar, lo de Scogin  va un paso más allá. Hay en sus canciones un extra de rabia, suciedad, distorsión y chulería. Un perfecto ejemplo de cómo los tentáculos del blues han llegado a nuestros días, mutando e influenciando iniciativas tan estructuralmente primigenias como vocacionalmente vanguardistas.

 

 

Eloy Pérez

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