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Derby Motoreta’s Burrito Kachimba – Teatro Lope de Vega (Sevilla)

 

Con su ya tradicional intro que repite en bucle el nombre de la banda con pronunciación de turista americano buscando la Catedral, el numeroso público que abarrotaba el Teatro Lope de Vega —luciendo lleno absoluto en dos jornadas consecutivas— se acomodaba en sus butacas nerviosamente, atisbando quizá la tormenta eléctrica que se avecinaba.

“The New Gizz”, ya un clásico del repertorio motoreta, rompía el hielo y lo derretía con su espectacular comunión entre el rasgueo y los riffs de guitarras de Gringo y Bacca y la no menos poderosa voz de Dandy Piranha. Menudo comienzo. Toda una declaración de principios por parte de los sevillanos, sabedores desde el pitido inicial de que jugaban en casa, y que nadie es profeta en su tierra. Hasta que la pone a temblar, claro. “Porselana Teeth”, segundo tema de un fabuloso setlist y primero extraído de su último álbum, ese “Hilo negro” de madejas infinitas, ratificó la inicial complicidad de la platea, que sucumbió de inmediato al groove vacilón de la canción. Llegado “Caño cojo”, otro de sus nuevos hits, el ambiente festivo comenzaba a alcanzar cotas inesperadas en un escenario tan solemne, y los primeros compases de “El valle” la algarabía era ya monumental. Ni veinte minutos de show y la comunión entre los que estaban arriba de las tablas y los de abajo vaticinaban una noche inolvidable. Primera pausa de un inicio fulgurante: “Hemos llenado dos veces el Lope de Vega. Muchas gracias a todos”, espetaba un Dandy más dandy que nunca.

Y no, no es una tautología. Porque si eres de los que ya habían saboreado a los Derby en directo en alguna ocasión en directo, en este punto del concierto seguro que te habrías percatado de algo, y es que la pandemia les ha sentado —contra todo pronóstico— de maravilla. Los Derby están a gusto siendo los Derby. Y eso se nota. Al igual que su segundo disco amplifica considerablemente los hallazgos del primero, regalándonos no solo un álbum más compacto sino también un sonido mucho más sólido, esta nueva gira nos está presentando a una banda más segura, confiada y, sí, también sobrada en escena.

De los efluvios orientales de “RGTQ” al space rock de “La cueva”, con el espíritu de las Desert Sessions flotando en el ambiente, cada concierto de esta gira de “Hilo negro”, como éste que nos ocupa, avanza sin fisura alguna, despertando sensaciones diferentes, evocando influencias dispares, pero con una personalidad tan rotunda como propia que escapa con facilidad pasmosa del pastiche, de la mera referencia. Nada parecía casual en un bolo controlado hasta el mínimo detalle. Todo tenía su ritmo lógico y su razón de ser. De una “Gitana” sublime, con el Lope teñido de rojo para la ocasión, se pasó a ese “Turbocamello” puro Caño Roto, con un Papi Pachuli hipervitaminado a lo drums star y un Machete Carrasco que dejaba a un lado los sintes para prenderle fuego a las percusiones. Los Derby se han hecho mayores en apenas dos años. No han perdido naturalidad, pero ahora saben jugar con las emociones de la audiencia sin necesidad de invitar a sus fans a darle al mosh. Así, tras desatar la locura, no les tiembla el pulso un ápice en bajar las revoluciones y calmar a las bestias en un santiamén. Invitando para la ocasión a una leyenda, eso sí, como el mismísimo Kiko Veneno, en una jugada maestra que ayuda lo suyo en sacar a pasear la fibra sensible. Era el momento de rendir cuentas con un pasado ilustre, a través de un sentido guiño a la contracultura andaluza de los 70 —ojo al dato: con Gualberto y Antonio Smash sentados entre el público— antes de interpretar al alimón un “Alas del mar” que sonó tan diferente a su grabación como emocionante en su ejecución.

Otro espíritu, el de Lole & Manuel, revoloteaba el Lope cuando un Dandy más asentado en las formas y maneras de un cantaor que nunca se atrevía tan solo acompañado por el quejío de la guitarra eléctrica de Gringo con “Somnium Igni Pt. I”. Otra prueba de que a estos chicos valentía no les falta. Los demás miembros volvían a escena con, cómo no, una vibrante “Somnium Igni Pt. 2” deudora de aquellos Primal Scream que tanto nos gustaban, con un Soni arrebatador al bajo, antes de enlazar con otra andanada de hits inapelables: “Aliento de dragón”, uno de sus temas más coreables; “Dámela” y “13 monos”, los momentos más heavy de la noche, invocando a los mismísimos Black Sabbath; y un “Samrkanda” que dejó más de una garganta maltrecha entre el respetable. Un aquelarre de órdago, y eso que todavía quedaba la traca final.

“Nana del viejo mundo”, esa versión de Camarón que la banda ha logrado que no desentone en su repertorio, prologaba un clímax que, curiosamente, se sostenía sobre las dos canciones que dieron a conocer a la banda y que inocularon la fiebre de la kinkidelia: la muy psych “La piedra de Sharon”, y “El salto del gitano”, a estas alturas casi un himno generacional. Delirium tremens en las gradas y en los palcos, para desespere de las azafatas, tras algo más de 100 minutos de rock lisérgico y mucha clase. Si montan este jaleo en un Lope, ganas hay de verles en una Riviera.

 

Texto: Guy Gaudí

Fotos: Ángel Bernabeu

 

 

 

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