Encuentros

Dani Llabrés, o lo que el Siglo XX sigue dando de sí

Esto se acaba con nosotros, con nuestra generación. Perdón que lo exponga así, sin anestesia ni algodoncitos, pero me temo que es lo que hay, y los primeros dos decenios del nuevo siglo no hacen sino corroborarlo: Esto, y por “esto” entiéndanse las subculturas del Siglo XX, se acaba con nosotros, con esas últimas hornadas que todavía pillamos el asunto en su adecuado contexto histórico. Lo que viene es distinto. Supongo que ni mejor ni peor y les corresponderá a otros juzgarlo y, mejor aún, vivirlo. Pero insisto, el Rock & Roll peina canas y ese señor de ahí, que está pinchando exquisito Rare Soul en aquella allnighter, acaba de ser abuelo de un precioso retoño. Por segunda vez. El hijoputa.

En la pista de baile, mucha gente con divorcios, hijos, responsabilidades laborales. Ahí los jovencitos, son dos y tienen veintitantos. La mayoría se metieron en esto con 15 años y firmaron más o menos de por vida. Pero ahora ya no hay nadie de esa edad. ¿Quién querría salir de fiesta con gente de la edad de sus viejos?

¿Buscas a un Mod, a un Rocker, a un Heavy, en un instituto? Lo más fácil es que los pilles entre el profesorado antes que entre los alumnos.

Pero, si me preguntan, no todo eso es necesariamente malo porque, como se suele decir, de aquellos polvos, estos lodos. Todo ese poso de DIY, de montarte tú tus propias fiestas, tus fanzines, tus programas en radios de barrio o piratas, tus grupos de música y, en mayor o menor medida, de coserte un mundo a tu medida y sin el permiso de nadie, también ha madurado y derivado en proyectos y artistas maduros, como el caso que nos ocupa.

Mod desde sus barbilampiños días de tierna adolescencia, allá por los 80, el valenciano Dani Llabrés ha florecido en esplendoroso escritor todoterreno que, sólo en los últimos meses, nos alegra la vida con tres novedades editoriales, a cual más singular a la par que recomendable. Por un lado, la cuarta entrega de Little Niño: Little Niño descubre a Aretha Franklin (Bang!) en un nuevo mano a mano con el artista Jaime Martín Pantoja. En esta ocasión, la aventura onírica de este trasunto Pop de Little Nemo se centra en esa hermosa moraleja final, el Amor es el Mensaje, que sirve para explicar impecablemente de qué va eso de la Música del Alma. Siguiendo con el tándem Llabrés-Pantoja, éstos también alumbran el impresionante La Música de los Mods Originales (Lenoir), un minucioso volumen que aúna información, ilustración y fotografías, muchas de ellas rarísimas, para brindar un pormenorizado análisis de la música que los Mods originales consumieron, ávidamente, durante los 60: Artistas, discos, sellos, clubes, bailes. Y, por último, ya en solitario, el autor reincide en el asunto novelesco con Un Mono Marino se ha Bebido mi Fanta, bombazo Pulp que estrena el sello editorial Colectivo Buxista y donde no faltan estupefacientes de todo pelaje, hectólitros de alcohol, cadáveres tiesos, mafiosos rusos, violencia burra y enanos fornicadores.  Tres bocados de subcultura del siglo XX que no nos resistimos a comentar con su autor con el que aprovechamos para repasar su trayectoria literaria.

¿Cuándo y cómo nace el Dani Llabrés escritor? Personalmente, sospecho que la cosa te venía de nacimiento, pero igual hay algún momento, algún punto de inflexión, que te llevó a decir: eso es lo que voy a ser y hacer para el resto de mi vida.

A mí lo que me viene de nacimiento es ser un cuentista. Un cuentista en todas sus acepciones. Fui un niño de imaginación desbordante que siempre estaba inventándose otros mundos. El mundo real de un chaval valenciano de los años 70, que para más inri iba a un colegio de curas, era muy, pero que muy aburrido. Así que me pasaba la vida fantaseando con que era un superhéroe, un gánster o un piel roja. También era un niño hiperactivo, por lo que tenía cierta facilidad para liarla y, consecuentemente, llevarme una hostia. ¿Cuál era la pregunta? Ah, sí, que cuándo supe que iba a ser escritor… Pues no sabría decirte si ese momento ha llegado. Obviamente, soy escritor porque es a lo que me dedico, aunque en el fondo me sigo considerando un cuentista. En ocasiones, me siento un intruso entre escritores, más que nada porque disfruto más imaginándome las historias que escribiéndolas.

Como muchos escritores de tu generación, ligados al mundo subcultural, te curtiste en fanzines, colaborando en éstos o incluso editándolos. Cuéntame un poco tu relación con el maravilloso mundo del periodismo DIY.

Más de uno, y de dos, me tildan de exagerado cuando afirmo que lo más importante que me ha pasado en la vida es que lo mod se cruzara en mi camino. Pero no me cuesta reafirmarme cada vez que pienso en todo lo que brotó de la Caja de Pandora mod: música, ropa, scooters, cine, arte, series, una forma de ver y vivir la vida y, algo muy importante, el estimulante Do it yourself. Ese “hágaselo usted mismo” que forma parte del ADN de los animales subculturales y que nos lleva a emprender los proyectos más dispares, y alocados, aun careciendo de padrinos, medios y hasta de conocimientos. Las subculturas siempre han sido inagotables semilleros de músicos, escritores, periodistas, ilustradores, pintores… Tipos inquietos que han echado mano del DIY para hacer sus pinitos y montar una banda, editar un fanzine o sacarse de la manga un programa de radio. El que suscribe tocó todos esos palos y, por supuesto, el fanzineril. En aquella época pretodo (preinternet, pre ordenador personal, preimpresora, pre programas de maquetación…) se suplía la escasa información con pasión, la falta de medios con mucho corta y pega, y la insuficiente conectividad con apartados de correos, giros postales y venta a pie de allnighter.

Antes de meternos de lleno en tu obra, explica a quien no te conozca quién es esa musa a la que siempre aludes en tus obras: La García, esa santa mujer.

La García me lleva soportando veinticinco años y hasta ha cometido la insensatez de casarse conmigo en cuatro ocasiones: en Las Vegas con disfraz de Elvis incluido, en Valencia un bodorrio tan multitudinario como falso, pues el Juez carecía de jurisdicción, en Memphis Graceland, para más datos y durante la Fiesta de los Amantes de Teruel ataviados como El Cid y doña Jimena. La García es mi mecenas, musa y principal instigadora. También, mi mayor fan. Vaya, que a mí me lleva tocando la lotería a diario desde hace un cuarto de siglo. Puedo prometer y prometo que a la que me forre erijo una catedral gótica en honor de esa santa mujer. Con su planta de cruz latina, su crucero con cimborrio y sus chapiteles.
 

En 2004 debutas con una especie de divertida broma privada titulada “Pequeños Freaks”, que te autoeditas y que cuenta con las ilustraciones de tu amigo, Álex Barbarroja. Háblame un poco de ese libro.

Como suele ser habitual en este que viste y calza, me desperté un día de madrugada con lo que me pareció una gran idea a la par de divertida: escribir un libro de relatos cortos, protagonizados por mis amigos en su tierna infancia, y donde todos acabaran muriendo en horrorosas circunstancias. Lo que demuestra, uno, que las grandes ideas de madrugada rara vez lo son y, dos, que mi retorcido sentido del humor haría las delicias del mismísimo Rorschach (el del test, no el de los “Watchmen”). “Pequeños Freaks” fue un ejercicio de DIY en estado puro: el genial Álex Barbarroja lo maquetó e ilustró ningún artista da tanto juego noctámbulo y creativo. ¡Qué prestaciones, señores! y yo lo escribí, edité y distribuí. En aquella época pre redes sociales se vendieron los 300 ejemplares que se publicaron. Todavía hoy me estoy preguntando cómo palmé pasta.

Luego lo intentaste con el cine, con el notable cortometraje Tarde de Dominó, experimento tras el que tuviste claro que al celuloide no pensabas volver. Y eso que, como ópera prima, no estaba nada mal.

Hay pocas cosas que me gusten tanto como el cine. Solo La García, los mods y el arroz al horno estarían a la altura. Aunque Tarde de Dominó fue un hijo agradecido, que recibió premios de manos de Santiago Segura y José Antonio Quirós, me enseñó que el cine no era para mí. Se necesita demasiada gente e infraestructura para contar una historia. Es demasiado aparatoso. Todo lo contrario que la escritura donde te basta con un lápiz y una servilleta (y no necesariamente limpia). Aquel cortometraje y el mantra que me enseñó -“no hay mejor proyecto que el que puedas hacer tú solo” -me llevaron de cabeza a la escritura.

En 2012 llega tu primera novela con cara y ojos, El Día que a Dios le dio por Existir, también autoeditada y que supuso una muy agradable sorpresa literaria para muchos lectores. ¿Fue ahí cuando te planteaste vivir de escribir?

Qué va. A pesar de mi osadía sin límites nunca pensé, por aquel entonces, que un día me dedicaría a la escritura a jornada completa. Esa posibilidad no se planteó hasta que nos fuimos a vivir a Medellín a finales de 2014. Cuando llegué a Colombia estaba pendiente de que Base publicara mi segunda novela y tenía a medias mi primer libro con Lenoir. Allí, pude centrarme en la escritura gracias a que el sueldo de profesora universitaria de La García nos daba para vivir los dos. Ciertamente, mi motivación fue más el carpe diem y el “que me quiten lo bailao” que el pensar, por un solo instante, que aquello tenía solución de continuidad y, mucho menos, visos de profesionalización.

Tuvieron que pasar tres años para ver tu siguiente obra en librerías, la descacharrante Navidades Suicidas, coescrita con Max Martí, y esta vez publicada por editorial Base con aquella audaz pero efímera apuesta por el subsello Base Negra. El libro encantó, así que la pregunta lógica es: ¿volverás a hacer tándem con Martí para alguna otra obra?

No es algo que esté en el horizonte más próximo, pero no lo descarto ni de lejos. Max y yo somos amigos desde que compartimos pupitre en primero de BUP y tomamos café juntos cada semana. Cargamos sobre nuestras espaldas con décadas de complicidad, fraternidad y, sobre todo, largas conversaciones. Si se pudiera alimentar una dinamo con palique, solo con lo que nosotros dos hemos largado podría iluminarse Nueva York durante un mes. De entre mis libros, Navidades Suicidas es uno de los preferidos. Además, el proceso de escritura a cuatro manos y dos cerebros fue la mar de divertido. Quién te dice que, a consecuencia de esta pregunta, no acaba surgiendo una nueva colaboración Martí-Llabrés.

Firmas con Lenoir para Mods: Guía para una Vida Elegante un muy ambicioso proyecto que, a modo de pequeño diccionario enciclopédico, desgrana el quién, cómo, cuándo, dónde y por qué básico del Universo Modernista. 

¡Hablando de proyectos complejos! 3 años y medio me tiré redactando la Guía. ¡La de listados con posibles entradas que hicimos tú y yo! Supongo que su buena recepción estriba en su enfoque. Esa perspectiva que tenemos una amplia mayoría de los que llevamos un tiempo en la escena. La de lo mod como una subcultura multicultural donde, además de música, ropa y scooters, hay cine, televisión, diseño, arte, filosofía, literatura… “Mods: Guía para una vida elegante” es mi proyecto más mastodóntico y uno de los que más satisfacciones me ha dado. Me he topado con italianos que lo usan para aprender español y con más de uno que lo tiene plagado de anotaciones, subrayados y pósits de colores la primera vez que me plantaron delante uno así para que lo dedicara llegué a pensar que me iban a dormir con formol para luego disecarme.

Lo siguiente que publicas, siempre para Lenoir, es uno de los artefactos más incomprensiblemente infravalorados de la bibliografía musical española, Esquelas Sonoras, que marca el inicio de tu proficua colaboración con Lenoir y que, pese a la genialidad de su planteamiento, tuvo muy poco rodaje.

No sé si a ti te pasará lo mismo, pero en mi caso los proyectos que peor han funcionado son aquellos de los que estoy más orgulloso. De todos los libros que me han editado, este es el único que no ha dado beneficio. Diría que es el más personal de los que he escrito. Si bien tiene el punto canalla y el humor negro marca de la casa, es bastante poético. Bueno, poético a mi tarada manera. Fue un libro muy complejo porque hubo que coordinar a diecisiete ilustradores de diferentes países. Artistas a los que admiro profundamente, algunos desde hace muchos años, y a los que siempre les estaré tremendamente agradecido. Tengo la esperanza de que algún día se le haga justicia.

Con tus El Estilo y la Estética de los Mods Originales y La Música de los Mods Originales, realizados con los artistas Tete Navarro y Jaime Martín Pantoja, respectivamente, Lenoir da un importante salto cualitativo en lo que a edición se refiere. ¿Habrá más títulos sobre Mods en los que cuentes con la ayuda de algún ilustrador?

Si Mods: Guía para una Vida Elegante fue como meterse un doctorado, con los dos siguientes me hice un par de másteres. El primero era una visión a vista de pájaro de lo mod mientras que los otros se centraban en dos de las principales filias del mod: la ropa y la música. Intenté darles un enfoque atípico, lo que suele ser sinónimo de complicarse la vida aún más si cabe. El Estilo y la Estética de los Mods Originales, pergeñado junto al genio de los bolis Tete Navarro, repasa desde 1962 a 1966, año por año, los distintos ropajes y peinados que lucieron los primeros mods. Y La Música de los Mods Originales, a pachas con mi Little partenaire Mr. Pantoja, revisa las distintas vías por las que ciertas músicas afroamericanas y jamaicanas se convirtieron en la banda sonora de los primeros mods: clubes, revistas, emisoras piratas, programas televisivos y, todo ello, con un Mod Top 500 como guinda del sónico pastel. En cuanto a tu pregunta, lo que no tengo tan claro es que vaya a escribir más libros sobre mods.

¡Jaime Martín Pantoja es, sin duda, candidato perenne a papá del siglo, pero a ti es que ni siquiera te gusta tener  niños cerca! ¿Me quieres explicar las claves del éxito de vuestro Little Niño, ese trasunto Pop de Little Nemo que habéis pergeñado para el público infantil?

NUNCA pensé que acabaría escribiendo libros infantiles, y mucho menos que me lo pasaría TAN bien haciéndolo. Supongo que la buena acogida de la colección radica, de un lado, en la magnífica labor ilustrativa de mi hermano de armas Jaime Pantoja y, de otro, en haber conseguido que niños, padres y abuelos disfruten todos juntos de la música. De momento, la de los Beatles, los Rolling Stones, David Bowie y Aretha Franklin. En un mes salimos con Little Niño Descubre a Elvis Presley, en 2021 ha comenzado a publicarse en Francia, y ya hemos pasado de una a dos entregas anuales. Ciertamente, la vida tiene un extraño sentido del humor.

Junto con la cuarta aventura de Little Niño, en su encuentro onírico con Aretha Franklin, y el libro de la música de los Mods originales, también acabas de recuperar a los protagonistas de El Día que a Dios le Dio por Existir para meterlos en otra aventura igual de burra y trepidante, Un Mono Marino se ha Bebido mi Fanta, con el que inauguras la colección editorial de Bruxismo.

El Colectivo Bruxista lleva años publicando fanzines que son revistas que son pura erudición subcultural. Sí, han leído ustedes bien: ¡fanzines en plena era digital! Por supuesto, cuando esa pandilla de románticos hedonistas dio el salto a la editorial y pensaron en mí para dar el banderazo de salida no me lo pensé dos veces, ni siquiera una (vamos, ni media). La acogida ha superado con creces todas las expectativas, por lo que estoy muy contento y muy agradecido. Se nota que había ganas de meterse cachondeo entre pecho y espalda. Creo firmemente que la editorial Colectivo Bruxista ―con su intención de publicar ensayos, novelas, photo books y libros de culto enfocados en las subculturas―, viene a ocupar un hueco que en este país era prácticamente un yermo.

¿Algo más que quieras añadir? (Lo que, conociendo de primera mano tu exquisita incontinencia verbal, casi puedo asegurar)

¡Qué bueno y malo es conocerse! Por supuesto, tengo más que decir. Lo anterior solo ha sido el calentamiento. Ah, ¿que se te ha hecho tarde? Vale, pues me despido con un briconsejo existencial: “Si alguien se vanagloria de no leer libros, pégale con una pala en la cabeza” (también sirve para los que tienen el “digamos” como muletilla).

ALBERTO VALLE

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