Como tantos otros, no se han estado quietos The Rumjacks durante el parón planetario. Sin giras ni bolos que llevarse al coleto, lo suyo fue una reestructuración de la banda y un nuevo álbum, Hestia, recién salido del horno. Los cambios llegaron primero en abril del año pasado con la patada definitiva a su cantante Frankie McLaughlin, un tipo de trato difícil que ya había sido condenado tiempo atrás por zurrarle la badana a su parienta. Y segundo con una diáspora que los llevó de su base en Sydney hasta diversos países de Europa, tomando Milán como centro de operaciones en lo referente a la grabación del nuevo trabajo. Allí, con la incorporación de Mike Rivkees (de los bostonianos Mickey Rickshaw) como nuevo frontman, dieron forma a los temas que acabarían formando parte de su quinto disco de estudio (sexto si tenemos en cuenta Hung, Drawn & Portered, su miniálbum de debut en 2009).
En su interior, los ingredientes habituales del celtic punk tan bien mezclados como es habitual en ellos, con los himnos puño (y jarra) en alto de rigor. Con una voz tal vez más impersonal que la de McLaughlin, pero con una potencia que encaja perfectamente en el renovado -hasta hipermusculado en algunos temas- sonido del grupo.
Nada inventan, porque nada queda por inventar en el género, ni los fans lo esperan. Y mientras sigan facturando trallazos como «Naysayers», «Sainted Millions» y «Athens To The North» o melodías tan conseguidas como las de «Rhythm Of Her Name», seguirán conservando la categoría sin problemas.
Eloy Pérez
