Las revoluciones duran poquito, como los aguacates. Los mismos y precursores estadounidenses llamaron “revolución” a su algarada fundacional, a la siguiente que se les planteó: “secesión” y a todo lo que venga a partir de ahí: “terrorismo”. Los expertos franceses se llamaron a sí mismos revolucionarios cuando decidieron lonchear a su rey, sin embargo, a los pocos años estaban llamando sediciosos y terroristas a los españoles, polacos, italianos.. que querían librarse de su inoportuno emperador. Los maestros en este arte, los bolcheviques, bien que consideraron revolucionario su octubre y casi al verano siguiente agostaban la incipiente primavera de Praga.
Las revoluciones están mal vistas. Reconozcamos que no tienen el prestigio de otros tiempos. Vivimos en un mundo en el que el consenso, la empatía y las sinergias han ocupado el sitio de la barricada, la toma del poder y la patada en los huevos. Sin embargo, hay gentes que aún echan de menos los procedimientos expeditivos ante tanta sumisión impuesta con guante de seda y tanta llamada al entendimiento, esfuerzo común y recorte. Maleso, en su último video se viste de señor de derechas, cura y revolucionario para recorrer las calles de una Sevilla post-apocalíptica (una Sevilla sin Feria ni Semana Santa, sin ir más lejos) pidiendo que se establezca la decapitación (revisable) como tratamiento de reinserción para todos aquellos que están convirtiendo nuestro mundo en un apartamento blindado con vistas a un lodazal.
“Una guillotina en la Plaza Nueva» ha sido la canción extraída para el lanzamiento del nuevo álbum de Maleso, “Fracasos que no me explico” (Felices Años 20, 2021). Dirigido y montado por Paco Trilita (Factotum de Trilita Records, Indoors, y de la neonata Felices Años 20), el video resulta un disparo de rabia en la oscuridad, un manotazo contra las zarpas que nos arañan y un rodillazo en las vergüenzas de esta sociedad.
