Encuentros

Downtown Losers, el apocalipsis ya está aquí

 

Downtown Losers vuelven a la carga, o más bien podríamos decir que Dolphin Riot vuelve a la carga… Porque, ya sin la compañía de Alber Solo, el ex batería de ‘77 ha decidido seguir adelante con el proyecto que nació tras haber escrito un puñado de canciones hace casi un lustro, con el blues como punto de partida. No Woman Born Blues es además un auténtico DIY, puesto que está grabado en su casa, en Dallas, sin necesidad de acudir a un estudio y en lo musical supone una nueva vuelta de tuerca al blues en este siglo XXI.

En la entrevista hablamos de su crecimiento como músico; de las dificultades para salir de gira; de la pandemia; de sus libros sobre Elmore James y Robert Johnson… ¡Bienvenidos al universo de Dolphin Riot!

Tras más de un año volvemos a tener una grabación de Downtown Losers, aunque en realidad son canciones que has ido grabando a lo largo de estos últimos meses y compartiendo, como singles (por decir algo) en Spotify… ¿Qué te lleva a juntarlas si, por lo que tengo entendido, no tienes intención de “fabricarlas” y tampoco es que haya una unidad sonora o temática como álbum?

El concepto del álbum es la situación del planeta, está hecho durante la pandemia y es un retrato de mi estado creativo, así como de mi primera experiencia como cantante y guitarrista; es un testimonio de muchas cosas. En invierno tenía bolos cerrados en Austin y una formación para Downtown Losers aquí en Dallas esperando para poder juntarnos a ensayar; otra banda en la que solo tocaba la batería con la que estaba planeado empezar a actuar y así yo podría centrarme en hacer contactos y familiarizarme con la escena local. Todo se acabó con la crisis de la Covid-19 y decidí centrarme en componer y grabar… Es el disco pandémico de Downtown Losers y tiene un concepto detrás mucho más trascendental que One-horse Town Apocalypse, en el que el fin del mundo tal y como lo habíamos conocido era puramente ciencia ficción. De hecho, el primero era como una colección de canciones protesta en un teórico futuro distópico y No Woman Born Blues es el conjunto de canciones que he hecho viviendo una distopía inesperada. Creo que es el disco con más cohesión en el que he estado metido.

¿El arte del disco y el nombre de dónde salen?

El título del disco y la canción hacen referencia a Macbeth —el personaje de Shakespeare— y a la interpretación errónea de la profecía de que nadie nacido de una mujer podría hacerle daño; al final Lord Macduff le mata, no se le considera nacido de una mujer porque fue un parto por cesárea. Uso esto como metáfora de lo que ha pasado en occidente con el SARS-CoV-2: no sólo hemos interpretado mal las profecías, las hemos ignorado y a la Ciencia también, como hizo Macbeth al no tener en cuenta las cesáreas. La catrina de la portada hace referencia a la injusticia social inherente y a la muerte que se deriva de ello.

Los seres humanos estamos acomodados y vemos con buenos ojos la industrialización de la muerte y la destrucción de la naturaleza, lo llamamos progreso y nos esforzamos para ignorar sus consecuencias. Los virus zoonóticos son una de ellas pero nos parecía asequible como precio a pagar a cambio del mal llamado progreso, porque en realidad sólo afectaba a determinadas comunidades y/o países; ahora que lo puede pagar cualquiera, que nos ha igualado, en occidente hemos reaccionado como críos de ocho años.

De las nueve canciones tres son versiones, en el primer álbum de Downtown Losers no había ninguna, ¿por qué antes no y ahora sí? ¿Te faltan composiciones propias? ¿Te apetecía hacer versiones? ¿Por qué ésas en particular?

Howlin Wolf y Hubert Sumlin son mis dos grandes referencias —las principales a la hora de ponerme a tocar la guitarra y cantar— y estas versiones es mi forma de darles las gracias. El «Wake Up This Morning» es un corte que he querido grabar siempre y poder contar con Crystal me animó a hacerlo. Además es un guiño a la fe en la magia que mucha gente profesa y provoca que ante problemas reales se apliquen soluciones imaginarias.

Para los que no estén familiarizados con la carrera de Downtown Losers, la diferencia básica es que antes erais dos —Alber (guitarra y voz) y tú (compositor y batería)— y ahora estás solo. A nivel creativo, ¿te ha condicionado no contar con la guitarra de Alber? Porque es un guitarrista muy explosivo y te ofrecía la posibilidad hacer ciertas cosas que tú (todavía supongo que) no sabes hacer solo…

En absoluto, podía contar con Alber para todas las guitarras del disco pero decidí no hacerlo. No hay nada el disco que sea fruto de mis limitaciones como instrumentista, ha quedado tal y como pretendía. A nivel técnico yo podría grabar las guitarras del primer disco también, la gran diferencia estaría en los solos, sobre todo porque tocamos de forma muy distinta. Es obvio que él es mucho mejor guitarrista que yo, pero la gran diferencia radica en que en este trabajo no hay arreglos de Alber, que es muy creativo y tiene muy buenas ideas. A nivel estrictamente técnico, de haber grabado en este disco las guitarras serían las mismas, con su groove y su toque, pero no variaría nada porque, de hecho, de haber querido hacer algo que no pudiera tocar yo mismo se lo habría pedido a él, es mi hermano.

¿Te sientes liberado haciéndolo todo tú solo?

No, es una consecuencia de mi personalidad y mi forma de vivir pero trabajar en grupo es muy divertido y enriquecedor. Disfruto haciendo canciones solo tanto como acompañado pero no más, tampoco he tenido dificultad para componer con terceros, no he hecho nunca nada que no me hiciera sentir realizado.

Has contado con algunas guitarras y bajos invitados… Cuéntame.

Sí, Aitor Rau —mi buen amigo y bajista de Deadyard— grabó el bajo para «The Hanged Men Blues», canción para la que adapté un riff que me pasó Jordi Sanfreebird. Es la primera vez que grabo con Rau desde ’77 y fue muy cool hacerlo, su línea de bajo es brutal y tiene un rollo de pregunta-respuesta con la guitarra principal que me encanta. Para «Where The Land Grow No Corn» conté con 42 Decibel que son buenos amigos; Nicko al bajo y Jr haciendo uno de los solos. Me gustó mucho poder hacer otro solo a partir del suyo, es un capo.

Ya que lo comentas, esa inspiración que te ha llegado a veces de la mano de amigos, como San Freebird, no sólo en el riff de «The Hanged Man Blues», también incluso en forma de broma, como «Fake Hippy Blues»…

Sí, es un disco muy ligado a la pandemia, hemos estrechado relaciones y compartido cosas con la gente con la que conectamos. Sanfree es un buen amigo, colaboramos juntos en el podcast y también tenemos en común muchos gustos. Él tenía un riff acústico y me lo paso para hacer algo y acabó siendo «The Hanged Men Blues». La idea del «Fake Hippies Blues» surge de una conversación con él, en la que comentaba que en una pelea Rich le dijo a Chris que era un “fucking fake hippie” y la letra va un poco de esa clase de gente que utiliza el hippismo como excusa para ser impresentable.

Tocar la guitarra te ha salido de un modo más natural y ya tocabas algo, de lo contrario no habrías compuesto las canciones de One-Horse. Pero intuyo que cantar te ha costado algo más. ¿Estás contento con el resultado?

Bueno, he tenido que producirme a mí mismo y estoy satisfecho con el resultado, pero no me gusta cantar. La idea de ser capaz de desarrollarme como artista y de hacer música solo es interesante: obligarme a cantar ha sido una buena experiencia y ya estoy trabajando en otro disco en el que probablemente cantaré yo también. Si te digo la verdad, es más fácil trabajar así en estos tiempos, cuesta mucho que alguien se implique en algo en general y mucho más en estos días; tampoco puedes exigir a la gente que se comprometa con tus canciones, sobre todo porque yo hago música por el placer de hacerla, como un fin en sí mismo.

Parece que ya de partida renuncias a cualquier rédito económico…

No, no quiero decir que haga esto de espaldas a eso, pero es algo que no está entre mis prioridades y por suerte no me hace falta ahora mismo. Poca gente está dispuesta a hacer música sin la perspectiva de un proyecto mínimamente lucrativo o que al menos les permita dar unas cuantas actuaciones y pasarlo bien a gastos pagados. Es razonable pero a mí me da igual todo eso y eso suele generar disonancias cognitivas e incluso situaciones incómodas. Downtown Losers es lo que a mí me dé la gana en cada momento, lo cual tiene cosas buenas y malas, tener que cantar es una de las que no me vuelven loco, pero forma parte de una decisión artística y conceptual que para mí no es negociable a día de hoy.

Yo que he ido viendo nacer estas canciones una a una —porque las íbamos estrenando en nuestro podcast— , te noto cada vez más suelto cantando; aunque hay veces que decides meterle más efectos a la voz y otras menos, como si fuera un instrumento más. Creo que eso se le resta homogeneidad al trabajo como conjunto, aunque tampoco creo que te importe demasiado… ¿Me equivoco?

Es pretendidamente heterogéneo porque es el reflejo de unos meses muy convulsos, en los que todos estábamos sumidos en una crisis muy asfixiante, por eso cada corte tiene su propia personalidad; nacieron de estados de ánimo muy distintos. Todos juntos cierran un círculo, una primera etapa de algo que aún no ha terminado y nos está cambiando para siempre. No tendría sentido que fuese de otra manera.

En un par de canciones tienes una voz invitada, Crystal, una muchacha texana con una voz estupenda y con mucho groove. ¿No te planeas hacer más canciones con ella? Si verdaderamente no te gusta cantar creo que ella sería una buena alternativa…

Crystal es genial, tiene una voz espectacular pero es difícil atraer a la gente a un proyecto tan personal como Downtown Losers. Colaborar con ella es un placer y lo haré siempre que pueda, pero además de que la pandemia interrumpió las grabaciones y ensayos, cada uno tiene sus propias ocupaciones y no es sencillo cuadrar. Yo mismo he rechazado tocar con gente porque no me ha interesado o me ha faltado tiempo. No es fácil, mucho menos que alguien supedite su agenda a los conciertos que quieras organizar o seas capaz de cerrar y tampoco puedes esperar que se adapte a tus ingresos para cobrar o no. No sé cómo creéis que son las cosas en la música a nivel underground pero plantéatelo así: te pido que dediques a mi banda tus ratos de ocio o descanso como mínimo uno o dos días a la semana durante meses y que no planees nada los fines de semana para estar disponible cuando salga un bolo y podamos hacerlo, a cambio de un porcentaje de los beneficios, aunque esto implique no ganar ni un centavo en muchas ocasiones, ¿qué me dirías? Por desgracia todo esto va mucho más allá de que te guste la voz de alguien y te apetezca actuar en directo.

Obviamente parto de la base de que a esa gente le gusta tocar, como placer en sí mismo. A veces incluso puede sonar la flauta. Pero lo cierto es que te permitiría dar algunos conciertos; aunque tampoco sé si está en tus planes y tampoco sé si lo harías como guitarrista o como batería, ¿te lo has planteado en algún momento?

En invierno cerré varios bolos en Austin para julio y tenía a varios promotores que me iban a cerrar bolos de garito en verano, pero la pandemia canceló todo. En cualquier caso quiero aclarar que una cosa es montar una banda desde cero y otra sacar adelante un proyecto tú solo. Cada hipotético show de Downtown Losers parte con el coste de promo, transporte y músicos como mínimo. Los conciertos que tenía en Austin eran a cambio de un fijo de doscientos cincuenta dólares más un extra a partir de cien entradas, por darte una cifra real.

Si tomo como referencia el único concierto que he dado en Dallas como músico en la banda de otro, cada concierto que pretenda dar supondría unos ochocientos dólares de gastos, hoteles aparte y eso teniendo en cuenta que tengo una furgoneta en propiedad. Cinco fechas en esas condiciones supone cuatro mil dólares de gastos menos mil doscientos cincuenta de ingresos fijos, lanzarme a la carretera a menos dos mil setecientos cincuenta dólares que debería recuperar del merchan, por lo que la inversión previa aumenta tanto como la cantidad de dinero que invierta en fabricar discos y camisetas. Esta es mi realidad a la hora de hacer un mini tour de presentación en Texas; esto es así para cualquiera, sólo cambian las cifras y la posibilidad de recuperar la inversión, pero es lo que hay.

La otra cosa que me ofrecieron a través de instagram es actuar por juke joints en el norte de Mississippi y los alrededores de Memphis, pero ya antes de cerrar nada la cosa era actuar para después pasar la gorra, cosa que he hecho antes en mi vida y sólo ha funcionado en Suiza. Si los Losers fuéramos una banda de cinco miembros sería más fácil porque los gastos se dividen entre todos, siendo un asunto de corte quijotesco, pero ni en broma me arriesgo a palmar varios miles de dólares. Eso es lo que pienso yo cuando alguien me habla de tocar en directo o me ofrece un bolo. Pero bueno, la verdad es que ahora mismo no me planteo nada que implique interacción social y de momento descarto un formato de one man band, aunque tengo tiempo para prepararlo a mi lo que me gusta tocar la batería, en cualquier caso el día que tengamos en el horizonte la posibilidad de relacionarnos con normalidad y pueda volver a montar una banda veré qué hago.

Me estás hablando de logística y viabilidad económica, pero yo insisto en la última parte de la pregunta, porque tengo la sensación de que no te apetece excesivamente o al menos no “necesitas”— tocar en directo, a diferencia de la mayoría de músicos que conozco.

A ver, a mí me gusta tocar en directo, pero no todo lo que implica hacerlo. Lo haría sin duda si tuviera los contactos, la repercusión, la infraestructura y la posibilidad de obtener beneficios con las actuaciones. La realidad es que salir de gira es caro, cualquier evento que organices te cuesta dinero y coincide en que no hago música que interese a un público muy amplio. Mi generación ha tenido muchos inconvenientes para dedicarse a ciertas actividades, hay un abismo entre nosotros y los músicos de la anterior. Conozco bien a Nicke y sé que con Imperial State Electric tuvo que hacer el booking de la banda personalmente, la diferencia es que yo no soy un icono que lleva en activo desde finales de los 80; no puedo llamar a Last Tour y que me monten una gira con la que poner la primera piedra a mi proyecto, tampoco al Sweden Rock Festival.

Cuando las cosas se ponen jodidas no a todos les va igual, es lo normal. Tampoco te voy a negar que cuando Downtown Losers podría haber despegado con el disco anterior, Alber decidió dedicarse a otra cosa y yo preferí dedicarme a progresar como músico hasta poder hacer algo como No Woman Born Blues sin la ayuda de nadie. Tuve y tengo la suerte de contar con el apoyo, las lecciones y los consejos de Fernando Pardo, uno de mis ídolos. Me considero muy afortunado y ahora mismo estoy haciendo lo que quiero, la verdad.

Entiendo las cuentas que haces (respecto a lo de salir de gira), pero creo que lo suyo sería arrancar tocado exclusivamente en tu ciudad, Dallas, y alrededores, que supondría unos costes muy muy inferiores y te permitirían ir dándole forma al proyecto más allá de la soledad de la grabación.

Lo único que me ahorro actuando en Dallas son las noches de hotel, los gastos no son muy inferiores pero insisto en que me estás haciendo una entrevista prepandemia, del año y cuatro meses que llevo aquí, seis han sido post covid-19. Si ya es difícil sacar adelante un proyecto en solitario, decidir hacerlo y que se declare una pandemia al nivel de la fiebre española lo convierte en una pesadilla. Además, aquí no es muy diferente a Madrid, Londres, Berlín o Estocolmo, no hay una escena de blues, ni siquiera la hay de rock, en la que una formación o un artista pueda desarrollarse un tiempo con algún tipo de proyección. Lo que hay es hip hip, una especie de trap emo que lo revienta, música de baile, electrónica, lo más guitarrero que encuentras tira al metal. El blues es algo testimonial, por desgracia esto no es la inglaterra de los 60, no hay nada que esté ni a mil quinientas millas de parecerse a ese momento en ningún sitio, ni siquiera en Austin, allí hay garitos de blues, pero cuando dicen blues están hablando de Gary Clark Jr o Doyle Bramhall II.

A Jimmy Vaughan se le respeta, pero se le trata casi como a una pieza de museo a la que estudiar puesto que contiene la esencia. Como decía la esposa de James Cotton, en sus últimos años no daba conciertos, eran seminarios a los que acudían estudiosos. Los juke joints que resisten el paso del tiempo están en Mississippi o Tennessee, puedes ir a tocar al Blue Front Cafe, de hecho conseguí el teléfono de Duck Holmes, eso es lo más auténtico que queda y por eso allí vas a pasar la gorra, porque la música que cultivan dejó de ser un negocio hace décadas. Incluso en el garito de Buddy Guy en Chicago hay un programador que solo quiere vender entradas, de hecho si te encuentras allí a Buddy Guy te cobra cincuenta dólares por sacarte una foto.

A todo esto hay que sumarle que un proyecto así no requiere de bolos locales para darle forma, está todo decidido y sé exactamente cómo quiero sonar, para hacer esto hay que contratar músicos, nadie acepta de buen grado que le digan qué tocar si no está emocionalmente involucrado y es complicado conseguir eso a menos que montes una banda desde cero en la que todos aporten algo. Aquí encontré a un par de guitarristas, uno es un exmarine al que le gusta el heavy y el otro fan de Mötley Crüe y Zakk Wylde, ambos me dijeron que les gustaba el primer disco de Downtown pero lo primero que hicieron fue enviarme sus demos metaleras y, sinceramente, con todo el respeto para otros estilos, pero yo quiero hacer blues. Si alguien es capaz de hacer blues no tengo problema en que aporte a Downtown pero no voy a ponerme a tocar con heavys, ni con fans de Slash o flipados de Tom Morello, yo tengo muy claro lo que quiero, la música para mí es algo muy importante, una fuente de felicidad y lo último que voy a hacer es convertirla en una fuente de discusiones estériles con gente a la que le interesa otra cosa, nada más.

De hecho, el exmarine me escribió por twitter —así te puedo decir que fue el veinticinco de junio—, en Texas se superaba el récord de contagios y muertos por coronavirus a diario, no era como para aceptar encerrarse en un local de ensayo a convencer a un heavy de que Muddy Waters es dios.

No sé si influye el hecho de plantearte seguir tras la batería o dar el salto a la voz ya lo hemos en bastantes casos: Jack White, Iggy Pop, Joey Ramone, Dave Grohl, Nicke Royale… Algunos de ellos también son guitarristas. No sé si te lo planteas.

No veo el mínimo paralelismo entre los nombres que mencionas y un tipo como yo.

Todos eran baterías y acabaron cantando y/o tocando la guitarra…

En algún momento la prensa musical tiene que entender a qué nivel han ido cambiando las cosas, no hay músicos  millennials de rock and roll, mucho menos de blues, que haciendo canciones hayan alcanzado la independencia económica necesaria como para levantarse un día y decir “va, me apetece montar una banda, con una cantante de gospel negra, en la que yo voy a tocar la guitarra y me lo voy a gozar dando unos cuantos conciertos a ver qué tal suena…”. Eso lo puede hacer Rosalía, en el blues y el rock and roll underground que sale de España lo que hay es gente que vive con sus padres, y por eso es capaz de funcionar, o gente pasando las de Caín para sobrevivir, el resto es ciencia ficción.

Otra cosa es la generación anterior o que en ciertas ciudades se produzcan sinergias por las que la escena musical sea más o menos interesante, por ejemplo Madrid. Pero ya te digo que en los años que estuve viviendo allí compartí escenario con mucho currante de esto y la media de edad es bastante más alta de lo que a todos nos gusta reconocer. No hay apenas músicos dedicados profesionalmente a la música del mismo modo que no los hay dedicados a la pintura y lo que viene detrás está en otra cosa.

Insisto… Jack White, Nike, Dave Grohl…

Si yo tuviese un dos por ciento del talento, repercusión y posibilidades de Jack White, Iggy Pop, Joey Ramone, Dave Grohl o Nicke tendría mi combo de blues a lo Elmore James, con sección de viento y coristas, seguramente tocaría la batería y actualmente estaría actuando en garitos de Texas, Louisiana o Mississippi, pero sería más inteligente convencer a Crystal para hacer R&B o incluso Trap y ponerme un nombre artístico aún más estúpido que Dolphin Riot, Lil’ Dol o algo así. Igual podría llegar a vivir de hacer el idiota en redes sociales y me ahorraría muchas horas de estudio.

No crees que el haber sido batería es algo que viene bien para posteriormente ser guitarrista?

No lo sé, no puedo comparar con ser guitarrista sin saber tocar la batería. Creo que hay más o menos tres tipos de músicos, los que son instrumentistas y poco más aunque sean capaces de tocar lo que sea, los que son compositores pero sólo trabajan su instrumento y los que componen y tocan lo que sea que les despierte cierto interés. Más o menos todas las personas que he conocido en esto encajan en uno de esos tres grupos, pero no creo que tenga que ver con si es más o menos fácil una cosa que la otra. Creo que es algo muy relacionado con el desarrollo neuronal y como te han tratado desde que naciste. La creatividad está ligada a la fortaleza de las conexiones neuronales y a la capacidad de activar dos o tres redes neuronales, que normalmente trabajan por separado, al mismo tiempo, siendo capaces de crear y evaluar ideas simultáneamente. El resultado tiene que ver con la calidad de esas conexiones, esto es lo que dice la ciencia explicado con mis palabras, pero creo que me hago entender. En mi opinión esta es la causa de que haya gente capaz de ejecutar con brillantez una pieza escrita por una persona incapaz de tocarla, por ejemplo, y es imposible concluir por qué o quién tiene más mérito.

La ciencia nos dice que en los primeros meses de vida realizamos cientos de miles de conexiones neuronales por segundo, incluso antes de tener conciencia de nosotros mismos, por eso hay estudios que confirman que el amor es capaz de acabar con las diferencias intelectuales que normalmente se relacionan con la condición social y económica. La neurociencia dice eso, tocar a un bebé con afecto, interactuar, hablarle, darle besos, abrazos, todo eso favorece las conexiones neuronales y en mi opinión muchas de las cosas que somos capaces de hacer, o no, con nuestro cerebro tienen su origen en los primeros años de vida. Leí el otro día que una de las teorías para explicar que no tengamos recuerdos de antes de los tres o cuatro años es que en es el periodo en el que el cerebro se desarrolla más en menos tiempo, a tal punto de no poder invertir nada en la memoria.

Creo que esa es la clave, poco importa si luego aprendes una cosa antes que otra. Luego es cuestión de entrenarte intelectualmente, cualquier actividad creativa que hagas ayuda. La primera vez que escribes una canción puede que no sea más que una versión de otro tema, incluso una melodía suelta y sin sentido, con el tiempo tu cerebro aprende a crear. No sé si cualquiera puede hacerlo a cualquier edad pero estoy convencido que todos nacemos con ese potencial y lo desarrollamos o no, es lo de menos si luego empiezas por la armónica, por la batería o por la guitarra.

La confianza que tenemos se palpa en tus respuestas, y yo me voy a arrogar a ella para hablar sin tapujos, decirte lo que pienso e insistir en algunos asuntos. De verdad creo que tampoco te apetece demasiado plantearte la posibilidad de tener que cantar en vivo, enseñarle a un guitarrista tus canciones… E intuyo que en eso pasa factura que Alber no te ayudara en absoluto a empujar el proyecto tras el primer disco y que por eso es posible que prefieras no contar con nadie, que no estés dispuesto a arriesgarte.

Monté Downtown Losers con Alber porque nos entendemos con mirarnos en el escenario y en el estudio. Es obvio que de no haber insistido yo en que tocase con dedos en lugar de con púa, él hubiera preferido hacerlo con una púa, pero no tengo que explicarle lo que significa Hendrix, los pedales de fuzz, Elmore James o RL Burnside, porque sentimos lo mismo al respecto. Si me cruzo a alguien con el que conectase de la misma manera me daría lo mismo arrancar otra cosa, pero Downtown es mi movida. Sé que hay mucha gente que no distingue una cosa de otra, que creen que Gary Moore es un guitarrista de blues o que a todos nos cuadra que alguien haga un solo en plan Van Halen mientras la canción sea un estándar de doce compases, pero eso es porque cada vez hay menos criterio a la hora de hacer las cosas. Sé perfectamente los solos que quiero que haya en las canciones de Downtown Losers.

Muchas veces me dicen que los temas están sin terminar o que les faltan estribillos, eso es una decisión artística. Nadie le decía eso a Howlin’ Wolf porque se jugaba un tiro. El asunto es que yo no te voy a pegar un tiro, pero estoy en el bando de los que entenderían que Wolf sí te lo pegase. El otro día estuve hablando con un promotor y al final le confesé que de acabar decidiendo cantar y tocar la guitarra, me hacía más ilusión ir a actuar en la calle en Deep Ellum, Dallas, como hicieron Blind Lemon Jefferson y T-Bone Walker, que buscar un batería y organizar una gira; quiero decir que cada uno tiene sus intereses y aspiraciones y no todas son las que la gente imagina, yo no hago música por la misma razón que la mayoría de la gente con la que he tocado en los últimos años y de lo que me he hartado es de transigir y comulgar con egos y mierdas que no me corresponden.

Y, llegados a este punto, ¿no te has planteado la posibilidad de ser un “one man band”? Hace poco, en realidad hace ya casi un año, vi tocar el Liverpool a un tipo italiano que casualmente te conocía y que gira solo por europa en su coche y canta, toca la guitarra y la batería a la vez. ¿No te ves así?

Bueno, es una posibilidad. He estado revisando las leyes aquí para saber si es posible para alguien con mi visado actuar en la calle sin acabar en un calabozo (risas)… Tengo la impresión de que el mundo no va a volver a ser como antes para muchos de nosotros. Si con el tiempo tengo muchas ganas de ponerme a tocar en público, hacerlo solo es una opción muy a tener en cuenta. 

Mencionabas a Fernando Pardo, la verdad es que un dúo guitarra batería de los dos sería algo digno de escucharse… La técnica permite que la distancia no sea un impedimento para este tipo de aventuras. Supongo que a ti no te disgustaría en absoluto…

Fernando es un referente absoluto para mí, tocaría con él sin dudarlo, aunque no es algo que nos hayamos planteado. Tengo la suerte de contar con él como maestro, en plan Karate Kid. Tengo mucha suerte en ese aspecto, no sólo me enseña a tocar la guitarra, es incluso un guía espiritual. La verdad es que he tenido la suerte de poder aprender directamente de dos de los tipos por los que decidí hacer música, Fernando y Nicke, pero lo que estoy haciendo actualmente con Downtown no lo hubiera podido hacer sin Fernando.

Volviendo a Downtown Losers desde el punto de vista discográfico… Sé que estás trabajando constantemente en nuevas canciones —de hecho cuando empezamos esta entrevista el disco tenía ocho canciones y ahora tiene nueve y ya tienes otra canción más que hemos estrenado en Rock’n’Roll Animal pero que has decidido no incluirla—, ¿tienes algún plan concreto respecto a cómo ir pariendo y agrupando tus canciones?

Estoy acabando el disco del que estamos hablando, en realidad currando en el sonido final e investigando la forma de subirlo a plataformas de streaming sin que destrocen el sonido, cosa que hacen por defecto, supongo que para ajustarlo a sus necesidades, en base a la demanda de sus clientes. Es una nueva era en la que los artistas no poseemos el control del máster, ya no está almacenado en un formato físico que alguien posee, sólo es un archivo que cada plataforma ajusta a sus propios criterios, sin darte alternativa. Estoy metido en eso ahora mismo pero a la vez estoy componiendo el próximo disco de Downtown, que va a ser un álbum de blues tradicional pasado por mis pedales de fuzz y mis paranoias personales. En paralelo a eso voy trabajando poco a poco lo de tocar la guitarra y cantar, pero no tengo ningún plan, la verdad es que el único plan que tengo es esperar a que se distribuya una vacuna y poder dedicar parte de mi tiempo a ver bandas en directo y buscar garitos en los que tocar.

La primera vez que escuché la maqueta de «She Ain’t Got No Luck» me flipó el riff y se me vino a la cabeza algo así como RL Burnside meets AC/DC o ZZ Top…

Tengo muchos riffs en plan RL Burnside, él es la razón de ser de Downtown Losers, no quiero tener nada que ver con el hard rock. ZZ Top son otro referente, sobre todo Billy Gibbons, es único en su especie. Va a ser un disco de guitarras, de riffs con el fuzz a dolor, usaré las notas justas para que la gente lo escuche y piense en Burnside, en Howlin’ Wolf y si tienen que asociarme con un blanco que ese tipo sea Gibbons. Con el primer disco mucha gente me hablaba de stoner y espero conseguir que eso no se repita. Es cierto que Josh Homme me flipa, de hecho me puse el otro día el documental sobre ZZ Top que hay en Netflix y el primer músico que sale hablando sobre ellos es Homme (risas)… fue un reflejo de lo que me preocupa ahora mismo. La idea que tengo es conseguir algo con lo que Hubert Sumlin, RL Burnside, Elmore James y Billy Gibbons no pudieran parar de mover la cabeza. Veremos si me sale.

También estás trabajando en dos libros, uno sobre Robert Johnson y otro sobre Elmore James. Del primero se ha escrito mucho, sobre el segundo no tanto y menos aún en castellano. ¿Qué nos puedes adelantar sobre ellos?

La historia es que estaba escribiendo sobre Robert Johnson pero no encontraba un enfoque. No quiero hacer algo iconoclasta, contarle a la gente que la historia del cruce de caminos en realidad es de Tommy Johnson y acabó relacionada con Robert por los blancos, como yo, que escribieron la historia a partir de los 60. No quería dedicar un capítulo a destripar sus canciones y contar a la gente que prácticamente todo son versiones. Decidí abordar el personaje desde la ficción pero no me sentí del todo cómodo con ello. Lo importante de Robert Johnson es lo que significa hoy en día, la idea, no el hombre que se esconde detrás de ella. Por ejemplo, en 1928 Scrapper Blackwell lanzó «Kokomo Blues» y Kokomo Arnold la regrabó con el título de «Old Original Kokomo Blues» en 1934 y se hizo con la canción o la canción se hizo con él, pero no es casualidad que adoptase parte del título como sobrenombre porque fue todo un éxito y esto le reportó indirectamente muchos beneficios.

Esto nos lleva al «Sweet Home Chicago» de Robert Johnson, que no es más una versión de la versión. Las dos primeras no las recuerda nadie, la de Johnson se sigue pinchando y tocando hoy en día sin la necesidad de variar un solo acorde, se sigue usando como patrón para hacer sencillos que lo revientan a nivel internacional. Trascendió a su género y marcó el rumbo para convertir lo que había sido música rural o racial, en pop (en el sentido de popular) y lo más importante, incluía una excelsa maniobra de márketing: colocar a Chicago como la tierra prometida más de diez años antes de que alguien pudiera ver claro que la ciudad del viento acabaría siendo conocida como el hogar del blues. Con la premisa de que todo es interpretable podríamos cuestionar este punto, porque no sabemos qué pretendía decir Johnson, podría tratarse de una muestra más del retorcido sentido del humor que encontramos en la lírica del Delta, a lo mejor estaba siendo sarcástico con lo de “Chicago, dulce hogar”. Al fin y al cabo estuvo en Chicago y también en Nueva York, pudo quedarse y convertirse en artista discográfico, pero se volvió a Mississippi sin siquiera intentar conseguir un contrato. En resumen, hablar de Johnson implica zambullirse en el mito, alejarse de ello en castellano, que no en inglés, es un ejercicio que no me acaba de satisfacer. Así que empecé a realizar investigación en paralelo cuando me bloqueaba y eso me llevó a la controversia sobre la autoría del «Dust My Broom», me puse a escribir sobre Elmore James y la historia del blues y en cuestión de semanas ya estaba centrado en eso y había aparcado a Johnson. Espero terminar el libro sobre James antes de fin de año y a partir de ahí veré si alguna editorial lo quiere publicar o no.

 

Texto: J.F. León

 

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