Encuentros

ZEN / Zona Especial Noise, una historia de la música ruidosa

El Caso Ukijo, Vilavaretos (1989)

Siguen llegando buenas noticias desde el panorama de literatura musical. En este caso se trata, ni más ni menos de un voluminoso tomo acerca de la historia de la “música extremista”, que, en ésta la que parece la primera parte, se centra en la década de los 80. Esta crónica de una destrucción musical en el underground español de esos años hace un recorrido completo partiendo del punk y el heavy para explorar el hardcore, thrash, crossover, grindcore y el death metal. Recientemente tuvimos ocasión de reseñar el libro en el número 384 de septiembre, pero en este caso nos hemos puesto en contacto con su autor, David von Rivers, para preguntarle sobre la elaboración de Zona Especial Noise. Crónica de una Destrucción Musical en el Underground Español de los Años 80 (Beat Generation, 2020).

Cuéntanos un poco sobre la gestación del libro. ¿Cuándo surge la idea de escribirlo?

Se me ocurrió en enero de 2011, justo un mes antes de que se publicase Navia Caótica. Mientras estuve investigando para este libro, repasando viejos fanzines y demás, me di cuenta que había toda una serie de bandas del espectro nacional que parecía que difícilmente fuesen a ser objeto de un estudio pormenorizado algún día. Libros sobre el Rock Radikal Vasco o de La Movida había unos cuantos, y más que iba a haber, pero no de sonidos más duros, ruidosos y underground. Me parecía que los escasos libros publicados entonces no prestaban la suficiente atención a las bandas extremas. Y date cuenta de que en aquel momento del que te hablo, ni siquiera se habían publicado Harto de todo o Que Pagui Pujol, dos trabajos que creo que inauguraron una nueva etapa bibliográfica del punk y el hardcore estatal.

Hasta ese momento, el hardcore más radical a menudo caía en el saco indiferenciado del thrash… Bueno, no. En realidad, caían en el saco del «trash», ya sabes, que aún seguimos así… Sea como fuere, esto daba cuenta de un escaso interés historiográfico en los géneros extremos. Me di cuenta de que este tipo de bandas tenían en su conjunto una historia propia y particular, con mucho vínculo con lo que sucedía en el extranjero. Lo que siempre he tenido claro es que a mí lo que mola es contar historias y crear un relato. Yo no quería hacer ni un álbum de fotos, ni un libro de entrevistas, ni un recopilatorio de biografías. A mí lo que me interesaba era hacer un esfuerzo narrativo y contar una historia. Supe que esto iba a ser un trabajo arduo, pero me puse a ello porque en realidad sentía curiosidad por conocer los pormenores y los entresijos de las bandas en una década determinante y a la vez muy precaria.

¿Con qué ayudas has contado para consultas bibliográficas, fanzines etc.?

Durante la experiencia de escribir Navia Caótica, me di cuenta de que para mí es mucho más interesante escribir sobre algo que no he vivido, escudriñar las fuentes, encontrar datos, llevarme sorpresas y hacer pequeños y grandes descubrimientos. Mi premisa es utilizar toda fuente disponible y utilizar los testimonios más gráficos y valiosos posible. Eso a veces puede estar en un fanzine, un artículo de un periódico, una grabación en cinta de algún concierto perdido, una declaración aparecida en el libro que ha escrito otra persona o, cómo no, en entrevistas personales que yo mismo hago. Así que me he servido de todo tipo de fuentes, desde items de mi colección particular, que ha ido aumentando con los años, hasta amigos y colaboradores que muy amablemente me han enviado, prestado o cedido material.

Aparte de eso, suelo comprar cuantos libros sobre el tema van saliendo, y, además, es frecuente que encuentre datos de interés en otras lecturas que voy haciendo. Me ha pasado en ocasiones que, para desconectar un poco de las tareas de Zona Especial Noise, me he puesto a leer otros libros que, a priori, nada parecían tener que ver con el tema, sólo para encontrar en ello referencias interesantes. Cuando estoy trabajando suelo entrar en modo «search and destroy», al final cualquier fuente histórica es susceptible de aportar algo interesante. Luego ya viene el trabajo de elaboración y procesamiento de los datos, que es aún más interesante.

¿Cómo has llevado a cabo las entrevistas? ¿Cómo te has puesto en contacto con los grupos?

Siguiendo la misma filosofía que a la hora de documentarme: a través de cualquier medio disponible. Hubo entrevistas que se realizaron en persona, por vía telefónica, por email, por WhatsApp e incluso por mensajes de voz. He tratado de buscar siempre el medio que fuese más cómodo para el entrevistado, y en el que se desenvolviese mejor. No hay nada peor que esperar meses por unas respuestas y que luego no tengan chicha, así que opto siempre por ponerlo lo más fácil posible. Depende mucho de la persona: hay quien regala información y cuenta buenas historias, y otras personas a las que les cuesta más y hay que preguntar varias veces para conseguir una impresión lo más completa posible.

¿Cómo se acuerda que la edición corra a cargo de Beat Generation?

Me lo sugirió mi amigo Iñaki, miembro de La Fe, R.O.B.O., Percutor y seguro que alguna banda más, además de dueño y señor del sello con el mejor nombre de la historia: Discos Mecagoendios. Él sabía que yo llevaba unos años trabajando en esto, y cuando tuve la cosa un poco madura le comenté lo de publicarlo, y él me dirigió a Beat Generation. Esto fue en 2017, y ya desde un primer momento Enano fue muy receptivo, y me dio buen rollo y confianza. No pido más, en realidad, porque publicar un libro es un proceso largo y es necesario hacerlo con alguien con el que te sientas cómodo.

Beat Generation me dio muchas facilidades y, de hecho, intervino en todo el proceso desde que entregué el primer borrador, haciéndome todo tipo de aportaciones y correcciones. En el último tramo de la maquetación creo que tanto Enano, como Mario Rivière, como Ernesto, como yo mismo, sufrimos por igual, fue un proceso bastante largo y diría que tortuoso, la verdad, con lo cual fue un alivio no estar solo.

Antidogmatikss (1989)

Titulas una de las secciones, la que dedicas a los años 1984-1986, el hardcore no es sólo velocidad, mencionando así uno de los parámetros claves del género. Tampoco es sólo ruido, ¿no? Lo digo pensando en otro de los aspectos con los que poder distinguirlo de otros estilos.

La verdad es que en el estado el hardcore punk cogió por sorpresa a mucha gente del rock, e incluso también a gente del punk. Bandas como Discharge recibieron algunas reseñas estupefactas en su día, y en nuestro país sucedió algo similar. Y hay que tener en cuenta que una cosa es aceptar a bandas aceleradas, pero con una innegable musicalidad, como Dead Kennedys o Bad Brains, y otra muy diferente aceptar a bandas mucho más abrasivas, y en su mayor parte bastante toscas, como era el caso de muchas de las que aparecieron aquí, salvando excepciones. Resulta muy curioso ver que, cuando un grupo hardcore era entrevistado en alguna revista, incluso en las más abiertas de miras, como Muskaria, una pregunta que invariablemente aparecía era «¿por qué hacéis hardcore?».

Más que una pregunta parecía una súplica, era algo que no se entendía. Creo que esto era así porque, de súbito, el público se las veía con una expresión musical que había cruzado fronteras de forma completamente underground y sin llamar la atención, con lo que había un desconocimiento general de los referentes clave del género. El primer grupo hardcore en tocar en España fue M.D.C., en febrero de 1984, bastante más tarde que en otros países vecinos, como por ejemplo Italia, que ya había visto a Discharge, Dead Kennedys o Black Flag unos años antes, así que también existía cierto atraso cultural. Lo de M.D.C. fue todo un pequeño impacto, porque mostraron otros referentes musicales, pero también porque introdujeron prácticas como la autogestión. Esto fue una constante en el año 1984, también con los contactos que se establecieron con bandas italianas, que ya tenían una escena autogestionaria muy sólida, con squats, sellos discográficos D.I.Y. y fuertes relaciones internacionales.

Así que todo esto conformaba la parte del hardcore que no es ruido, la parte que consiste en el D.I.Y., en la autogestión, en las relaciones y lazos entre personas, bandas o colectivos, una parte que hay que tener muy en cuenta para comprender realmente todo el fenómeno, pero a la vez una faceta del asunto a la que no era fácil acceder.

Decides incluir el thrash en tu crónica. Sospecho que influirán tus propios gustos musicales a la hora de hacerlo ¿no? ¿Hubiera quedado tan incompleto el recorrido por la zona noise sin ello?

Se me acaba de venir a la cabeza aquella estrofa del grupo asturiano Strangis Guajes: «Es falso renegar del punk y del metal porque venimos de allí», y la verdad es que el rock, el heavy metal, el punk, el hardcore y más cosas estuvieron muy presentes en mi adolescencia musical, con lo cual se podría decir que tengo un gusto transversal, no me gusta alinearme en ninguna de esas trincheras en concreto, prefiero disfrutarlo todo. Me daba además la sensación que la mayoría de libros que se habían publicados estaban escorados o bien hacia el metal o hacia el punk, y yo quería abordar el fenómeno desde el punto de vista más amplio posible y, ya que hay géneros híbridos como el crossover thrash o el thrash metal, pues hacer como narrador una suerte de crossover, porque en realidad las fronteras entre ambos mundos comenzaban a desvanecerse.

Robert Beltrán explica en el libro que el thrash metal fue necesario, y creo que tiene razón. Fue un género que abrió caminos a una mayor agresividad musical, trasladó el espíritu extremista a una gran cantidad de público y, en algunos casos, sirvió de puente entre el público del punk y del metal. Esto último hay quien puede verlo como algo no demasiado positivo, pero lo cierto es que fue algo que sucedió. Y ya si entramos a valorar esta mezcla con ejemplos, hay que pensar que gente como Robert venía del metal y luego terminaron formando parte de bandas hardcore tan relevantes e influyentes como 24 Ideas. A mÍ, en realidad, me cuesta bastante desligar punk y metal, porque a fin de cuentas son dos cosas con las que crecí, aunque siempre hay un polo que se termina imponiendo sobre otro. Supongo que el lector sabrá darse cuenta.

Máximo Volumen (1989)

Puedo estar equivocado, pero me ha parecido que, para hacerlo, te has visto un poco en la necesidad de hablar sobre el heavy metal y pararte un poco en grupos del género tanto en el panorama nacional como en el internacional. Sin embargo, a la hora de situarte desde el principio con el punk, has podido o querido pasar un poco más por encima de algunos de los primeros grupos. ¿Puede haber algo de ello?

En verdad no quise profundizar demasiado ni en el punk primigenio ni en el primer heavy metal, por una razón obvia: ya ha habido muchos autores que lo han hecho, y es un camino muy transitado y perfectamente documentado. Mi interés era llegar a partes de la historia que no se habían contado en detalle aún, como el final de la década de los 80 y el tipo de bandas extremistas a las que Zona Especial Noise presta especial atención. Para mi hablar tanto de heavy metal como de punk o de hardcore no supuso ningún tipo de esfuerzo, porque me gustan todos esos estilos desde un punto de vista musical. De hecho, una de las partes que más disfruté escribiendo fue la contraposición que hago entre los microcosmos del punk y del heavy metal, y del hardcore y el thrash metal. Yo no estoy libre de prejuicios, pero he tratado de ser lo más abierto posible.

Es siempre inevitable pensar en algunas bandas que no aparecen con el detenimiento con el que lo hacen otras. Personalmente me ha llamado la atención el que me parece un efecto premeditado pasar un poco por alto a Espasmódicos – TdeK en Madrid y a Kangrena en Barcelona. ¿Puede ser? ¿Qué es lo que te lleva a ello?

En realidad, todas esas bandas que comentas aparecen en un momento u otro, y también se deja ver los motivos por los que no encajan en el criterio general del libro. Zona Especial Noise no es una obra general sobre el punk o el hardcore estatal, sino que trata de forma concreta sobre las bandas más extremistas en el ámbito sonoro y, por otro lado, en la escena que todas estas bandas entretejieron con sus relaciones. También está la cuestión de no ser demasiado redundante ahondando cuestiones que ya han sido tratadas de sobra en otros trabajos. Así que creo que en el libro salen los grupos que tiene que salir. Si te fijas la primera parte del libro, titulada «Somos la brigada criminal», es significativamente más corta que las otras dos, y esto es así porque funciona como una especie de introducción.

Si se añadiesen muchas más bandas se correría el riesgo de desdibujar demasiado las líneas maestras del relato sobre el proceso extremista en el punk y el metal nacional durante la década de los 80. Aun así, no conozco libro de este tipo en el que no se considere que falta algo, o que se debería haber prestado más atención a esta u otra cuestión. Esto habrá gente que lo comprenda, otros a los que les de igual, y otros que lo vivan como una afrenta personal. No obstante, hay que tener en cuenta que hay nuevas investigaciones en marcha, y que en los próximos años van a seguir apareciendo libros que ayuden a completar ese gran mosaico histórico que fue la década de los 80.

RIP (Elgoibar, 1987)

¿Qué grupos has descubierto o has conocido mejor cuando te has puesto a escribir sobre ellos?

Creo que de casi todos los que aparecen o se mencionan en el libro. En parte éste era uno de los motivos por los que inicié esta investigación: porque sentía verdadera curiosidad por estas bandas. Una cosa es conocer la música y el ruido que nos han dejado grabado, y otra muy distinta conocer su trayectoria y sobre todo sus relaciones y su contexto, es toda una realidad aumentada que a mí como oyente siempre me ha interesado, es decir, si un grupo me gusta, siento el impulso natural de conocer más acerca de la banda.

En ese sentido, algunos lectores me han dado una gran alegría al decirme que, leyendo el libro, han vuelto a escuchar determinados discos o grabaciones, e incluso me han dicho que ahora ven a determinadas bandas de una manera distinta. Creo que esto es algo muy positivo, y que tiene que ver justamente con lo que te comentaba antes, que esto es más que ruido y que es necesario conocer el contexto para comprender a las bandas.

También me he leído cientos de reportajes de escena de Maximum Rocknroll. Es increíble el legado tan potente y vital que ha dejado esta gente sobre una escena vibrante y en su mejor momento. También tengo que mencionar a Tonyo Becerra, de Violent Headache, un tío con unos conocimientos imponentes sobre punk, hardcore, grindcore e incluso más allá, porque tampoco es manco en post punk, dark wave o electrónica, todo a escala global. Mencionar las bandas que he descubierto en todos estos años sería prácticamente imposible, aunque ahora mismo me estoy acordando de Lost Cherrees, Youth In Asia, The Rondos, La Muerte, Siglo XX, The Bastards, Verdun, Tozibabe, Atack Epileptico, P.U.S., Neuroot, Zoi, Disarray, Domination Factor, The Lautrec, Outo, Last Bomb, Blast…

Me está dando la sensación de olvidarme de cientos de cosas, han sido muchos años de trabajo, la verdad. Cuando estoy trabajando en un libro suelo poner discos de la época para ambientar, aunque sea de música comercial o que nada tenga que ver con el objeto del libro, y esto también me ha aportado mucho.

Ruido de Rabia

Terminas el libro con una especie de lista de conclusiones o reflexiones con los que situar el género y la escena. ¿Frena eso una posible continuación en la década de los 90? Si es que no, ¿las conclusiones varían a la hora de enjuiciar esos años posteriores?

Para nada, ya que Zona Especial Noise está pensado para que sea, al menos, un volumen doble. Creo que la década de los 90 tuvo su propio color, sus propios desafíos, sus batallas, victorias y derrotas, así que, en todo caso, creo que esa década merece unas conclusiones propias. Es en lo que estoy metido en este momento.

También terminas indicando la necesidad de que sea alguien que sienta el placer del ruido el que haga este tipo de crónicas. Explícanos por favor este detalle un poco más. ¿Qué es lo que temes exactamente si la tarea la acomete alguien más ajeno o incluso no seguidor de estos sonidos? ¿No hay también por otro lado, el riesgo de que si sólo se escribe desde dentro se caiga en falta de autocrítica?

Esto tiene que ver con la capacidad que, como fenómeno desagradable, el ruido tiene para distraer la atención y generar una respuesta de repulsa en el oyente poco acostumbrado. Es como el teniente coronel Kilgore en Apocalypse Now: a él le gusta el olor del napalm por la mañana y ni se inmuta cuando caen los morteros, mientras todo el mundo a su alrededor está bastante preocupado por su pellejo y deseando largarse de allí a toda costa. En este sentido, y por desgracia, existe un largo historial de reseñas y material periodístico ciertamente infame, de profesionales que decidieron cargar contra determinadas bandas que no comprendían. Y la verdad es que es muy fácil hacer chistes sobre una banda ruidosa.

Aún hoy se leen en medios especializados comentarios sobre determinadas músicas que muestran que el autor ni las respeta ni las comprende, o ni las comprende ni los respeta, hecho que en realidad pone en evidencia al autor, no a la música. Sobre el trap se leen muchas tonterías, por ejemplo, hay mucha condescendencia. Así que, sí, creo que tiene que ser alguien conocedor y seguidor de ciertos estilos quien tiene que acometer estas tareas, alguien con verdadera devoción porque, como señalo en el libro, alguien que conozca los códigos y formas de un estilo estará en mejor disposición de valorarlo. Porque una cosa es que las bandas se califiquen como «ruido» de forma autopunitiva, y otra muy distinta que lo que hacen lo pueda hacer cualquiera.

 

Texto: Tomás González Lezana

 

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