La historia de este disco es de esas dignas de ser contadas. El canadiense Steve Hill se larga a California en 2016 para ver el festival de Coachella, y luego se dedica a pasearse por todo el estado, haciendo parada allí donde le apeteciera. Ansioso de tocar, se compra una guitarra y va componiendo canciones durante su viaje que dura varias semanas. Unos temas que ahora recupera con su estilo habitual ¿Y cuál es ese? Pues el de un rudo y arenoso one-man-band. Porque, para aquellos que no lo conozcan, eso es este tipo que lleva ya una decena de referencias a sus espaldas. Y es que en lo suyo es bueno. Un rato, además. Death Valley, Big Sur, Yosemite o San Rafael son algunos de los lugares donde nacieron estas diez espléndidas canciones que se mueven entre el blues, el country y el folk ¿Qué esperabas? Al final, muchas veces se trata solo de sota, caballo y rey pero, siguiendo con el símil en los naipes, lo importante es que sean del mismo palo. Vamos, que la combinación esté bien hecha. Y de la combinación canciones bien paridas y bien interpretadas, Steve Hill va sobrado.
Eduardo Izquierdo