Discomático

Steve Earle & The Dukes – J.T. (New West)

El álbum de despedida y homenaje de Steve a su hijo Justin Townes Earle ha sido el disco del mes en nuestro número del presente febrero. Ahora lo podéis leer también en la web. Tal y como afirmó el propio Steve: “No conocía otra manera de decirle adiós…”

En un artículo publicado en el New York Times el periodista y escritor Ben Sisaro relataba como poco antes del traspaso de Justin este mantuvo una conversación telefónica con su padre que finalizaba con unas frases que, leídas ahora, provocan escalofríos. Steve decía: “No me hagas enterrarte” y él le respondía: “no te preocupes, no lo haré”. Pocas horas después de colgar el teléfono Justin abandonaba el edificio a causa de una sobredosis de cocaína regada con licor y mezclada con un potente opiáceo. No puedo, ni quiero, pensar en la consiguiente llamada y en de qué manera le debió explotar el corazón a Steve al levantar el auricular y escuchar la noticia. Como padre creo que una de las tragedias más dolorosas que puede sufrir un ser humano es la pérdida de un hijo. No estamos preparados, nadie nos enseña los mecanismos y los recursos para sobrevivir a una bofetada emocional como esa. El primogénito de Earle había heredado el talento de su progenitor pero también la afición por sumergirse en paraísos artificiales. Sus coqueteos con las drogas y el alcohol se iniciaron durante la adolescencia y se mantuvieron presentes, con algunos intervalos, hasta ese fatídico 20 de agosto del pasado 2020.

La propia batalla contra las adicciones de Steve, recuerden que incluso llegó a estar una temporada entre rejas a causa de ellas, y sus giras le impidieron estar presente en la vida de Justin en la medida de lo deseable, así que parece inevitable añadir la inevitable dosis de culpabilidad por esos años en blanco: “No he amado a nadie en este mundo como a él. Estábamos conectados, hizo lo mismo que yo y teníamos la misma enfermedad”. Palabras que reflejan el estado de shock por el que atravesaba el artista. Y como artista una de las maneras más recurrentes de enfrentarse a la pena es a través de tu forma de expresión, todos conocemos obras que han nacido como un vehículo para asimilar la pérdida de un ser querido, como herramienta terapéutica para exorcizar los demonios interiores. Manos a la obra pues.

Steve cambia las reglas que rigen en este tipo de ocasiones y en lugar de ponerse a componer vuelve la mirada al cancionero de J.T., había editado ocho elepés y un E.P. durante su carrera, para rendirle homenaje interpretando un puñado de composiciones suyas. Reúne con rapidez a sus actuales Dukes,  Jeff Hill, Ricky Jackson, Brad Pemberton, Eleanor Whitmore y Chris Masterson, para dejar listo en muy poco tiempo un álbum que tiene mucho más de vida que de muerte. Valorarlo artísticamente es complicado, unos preferirán las versiones originales y otros las nuevas lecturas, mientras Steve trata de llevar a su terreno unas canciones que, reconozcámoslo abiertamente, podía haber escrito de su puño y letra. Y es que a pesar de que su vástago tenía unos horizontes musicales más abiertos, el pop o los sonidos de Nueva Orleans surgían a menudo en sus composiciones, y una manera de cantar más versátil la influencia, y las influencias que influenciaron a su progenitor estaban muy presentes. Sí es muy sencillo, en cambio, sentir el amor y la devoción que sobrevuelan la grabación. Armas muy poderosas que vertebran un disco que es tan bueno como debe ser, una despedida a través del lenguaje que ambos manejaban mejor, la música y las canciones. El punto final, y único tema original de Steve, lo pone «Last Words», que concluye con estos versos: “Last thing I said / was ‘I love you’ / Your last words to me / were ‘I love you, too’ / I love you, too”. Poco más se puede añadir.

Manel Celeiro

 

 

 

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