Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
En 2019 ganaban en los Digital Blues Awards de Reino Unido el premio a mejor banda nueva de blues. Un premio incontestable y que hubieran confirmado en un 2020 plagado de conciertos si no hubiera sido por la famosa pandemia de las narices. Los halagos para ellos no han parado, “te golpean como un rayo” decían en la revista Operation Blues o “demasiado buenos!” en Bass Guitar. Cuatro tipos de Londres, que solo llevan juntos desde 2017,, y que acaban de debutar en lo discográfico con Table By The Wall. Un disco calla bocas a todos aquellos que hablan de un género muerto. Doce canciones tremendas de un grupo que ha forjado su directo tocando junto a Ben Poole, Manic Street Precahers, Delbert McClinton o Bradly Drawn Boy.
Integrados por Adam Rigg, sam Spranger, Nick Peck y Andrea Tremolada, el grupo apuesta por el clásico blues británico, marcado por una armónica desgarradora y brillante. Una propuesta que han paseado por el festivald e la Isla de Wight, el Ronnie Scott’s Club o el The 100 Club. Energía, crudeza, fuerza, carisma, virtuosismo, todo esos e combina en ellos en un cóctel absolutamente demoledor, que los ha colocado en los principales programas de radio dedicados al género en su país. Y no solo allí, sino que media Europa y también Estados Unidos se pelean por tenerlos en sus escenarios cuando vuelva la normalidad.
Recuerdan a los clásicos del blues en UK. A John Mayall y a Alexis Corner. También a Eric Clapton, Long Lohn Baldry o The Yardbirds. Sin olvidarnos de Dr. Feelgood, Ducks Deluxe o Eddie & The Hot Rods. Lo suyo es blues, sí, pero blues bastardo. Por eso suenan al pasado, y al mismo tiempo no les falta frescura. Quizá todo se reduce a algo muy sencillo. Y es que estos tíos son muy buenos.
Eduardo Izquierdo
