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The Hives, el concierto en streaming definitivo


Tenía que ser The Hives. Solo la (autonombrada) mejor banda en directo del mundo podía ofrecer el concierto en streaming definitivo, el directo-en-tu-pantalla que necesitábamos para olvidar, ni que sea durante una hora, esta maldita pandemia que nos mantiene aislados y alejados de las salas de conciertos desde hace demasiado tiempo.

Antes de relatar como viví la experiencia en el comedor de mi casa, dejadme compartir una reflexión a modo de consideración previa. He visto al quinteto sueco en directo unas cuantas veces –si el archivo mental no me falla: Garatge Club y Bikini, 2000; Apolo, 2008; Azkena Rock Festival, 2010; La Riviera, 2012–, así que soy plenamente consciente de dos certezas que se retroalimentan:

1) Los cinco siempre salen a por todas y durante lo que dura el concierto zarandean al público a su antojo a base de hits encadenados y con el carisma deslenguado de Pelle Almqvist, un frontman como los de antaño.

2) Si participas activamente en la refriega, acostumbras a volver a casa dolorido pero con una gran sonrisa en el rostro.

¿Cómo trasladar esta experiencia en vivo al entorno digital si no puedes ver a ese público que normalmente te retroalimenta? Creando la mejor ilusión de un directo posible, saliendo a por todas, encadenando hits e interpelando a ese público diseminado digitalmente por todo el planeta. Así, The Hives han planteado The World’s First World Wide Web Tour como una “gira” de seis fechas en dos fines de semana, del 21 al 31 de enero; seis conciertos en streaming para los que Howlin’ Pelle, Nicholaus Arson, Chris Dangerous, The Johan and Only y Vigilante Carlstroem se reúnen en un estudio – bunker en una localización secreta de Suecia. Ellos actúan cada día pensando en la hora local de la ciudad donde se supone que “están actuando”; es decir, cuando retransmitan para las 21 de la noche de Sidney estarán tocando a las 11 de la mañana hora local sueca.

Además, en cada pase la realización dispara sonido ambiente de conciertos reales que la banda ha dado a lo largo de su trayectoria en esas ciudades; puedes enviar mensajes de audio via WhatsApp (quizá un “¡Come on!”, un “Tick tick tick”, un “¡Cállate Pelle!”…) para que los cinco sientan algo de calor humano; también votar en un ranking de temas que quieras escuchar en tu directo… ¡Y llamar en directo para hablar con el maestro de ceremonias más Looney Tunes del panorama rock internacional!

Y ahora viene el siempre polémico tema del precio, claro. Yo pagué 17€ por 1 ticket online que disfrutamos gozosamente mi señora y yo. 8,5€ por espectador. Si tenemos en cuenta que estos cinco tipos que me han hecho inmensamente feliz a lo largo de 20 años, llevan –ellos y el equipo de profesionales que tienen a su cargo— varios meses sin una de sus principales fuentes de ingresos, ¿voy yo a cuestionarles 8,5 míseros euros? A tenor de lo que me dieron en el bolo londinense ya me he pillado el ticket para el bolo fin de gira en Estocolmo.

¿Y qué me dieron? El viernes noche más divertido, bailongo y sudoroso del último año. Como se preveía, salieron a por todas con ese chupinazo infalible que es «Come On!», maliciosamente concatenado con el himno generacional «Main Offender», doble gancho que nos situó rápidamente en escena gracias a una trepidante realización sustentada en la prodigiosa habilidad de un único operador que recorre el plató con su steadycam para obrar el prodigio de una experiencia cuasi inmersiva. En tele de 55” y con el audio conectado al equipo Hi-Fi, la fantasía se intensifica, sí.

Su clásico estilismo B/N —americana, camisa, calcetines blancos & pantalones, pajarita y zapatos negros— sobre la inmaculada escenografía —rota solo por el neón rojo del nombre de la banda— le otorgaba un gran poderío visual al directo, sin nada que distrajera la atención, que nos alejara del foco: ver a cinco tipos vaciándose a fondo armados con un cancionero imbatible. «A.K.A. I-D-I-O-T» fue el tema más votado previamente por el público londinense —una elección que disparó la nostalgia de Pelle: “Hagámsola como si estuviéramos en los 90”—, seguida del Gojira-robot-rock «Two-Timing Touch and Broken Bones», representante de Tyrannosaurus Hives (2004) junto al febril blues «Diabolic Scheme».

En dos ocasiones atendió Pelle llamadas en directo —fans ingleses y holandeses, entre exaltados e incrédulos de poder estar hablando con el tipo que veían en pantalla—, un divertido experimento que parecía un cruce entre la peli Blue Velvet –Dean Stockwell interpretando «Candy Colored Clown» de Roy Orbison– y el show televisivo Hola Raffaela –con la no menos mítica Carrà jugando al ‘¿Si fuera?’ –; tendría que haber llamado, sin duda.

“No tenemos mucha excitación estos días”, dijo Pelle mirando fijamente a cámara, “Pero cuando llegue el momento de ponerse la vacuna, serás lo suficientemente listo para hacerlo y así ayudar a que podamos ir a verte pronto”. Su hermanísimo, el guitarrista Nicholas Arson, asentía con la cabeza antes de precipitarse sobre los acordes iniciales de una de las mejores canciones de rock de los últimos 20 años: «Hate to Say I Told You So». La he cantado, bailado y sudado en infinidad de ocasiones, pero esa noche hacerlo adquirió un significado especial, tuvo un poso emocional que nunca antes hubiera imaginado.

En casa, al lado de la persona que ha hecho más llevadera esta maldita pandemia, me olvidé durante tres minutos y medio de los últimos 10 meses, pero también añoré esa sensación de disfrute que todos sabemos –The Hives y nosotros– que solo se experimenta plenamente en una sala de conciertos abarrotada. Mientras ese ansiado momento no llega –los directos de aforo reducido son un necesario peaje previo, lo sé–, benditos sean conciertos en streaming (como los) de The Hives.

Próximas fechas & tickets en www.thehives.com/world-wide-web-tour

Roger Estrada

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