Artículos, Rutas Inéditas

¡Malditos Seáis! Leigh Gregory

Músicos malditos. Músicos de culto. Músicos a los que sólo conocen cuatro gatos. La atracción por esos artistas cuyos innegables méritos artísticos no reciben la merecida respuesta del público siempre ha estado ahí. El gusto por escarbar en discografías subterráneas y descubrir pequeños tesoros semienterrados es inherente al aficionado al rock menos acomodado. Y para maldito, Leigh Gregory.

Leigh Gregory: La interminable estación de las lluvias y otros relatos

Music | Leigh GregorySur de California, finales de los setenta. Un chaval aficionado a la música, la poesía y el arte en general acaba de terminar el instituto y no tiene muy claro su siguiente paso. El punk en ambas costas está a la orden del día, así que el joven Leigh decide montar una banda y tira por lo clásico: anuncio en el periódico local y a esperar. Y aunque su zona en concreto no es precisamente un hervidero cultural, se las arregla para formar grupo junto a un par de tipos de New Jersey, de visita por allí. Con el punk de Nueva York y el glam británico como combustible, apenas dejarían para la Historia más que un par de conciertos, pero ese efímero contubernio sería parte importante en su aprendizaje por otros motivos: cuando aquellos volvieron a casa, Leigh se fue con ellos. Y durante ese verano de 1979, dedicándose a recorrer la Gran Manzana y convirtiéndose en habitual del Max’s Kansas City, tomaría buena nota de unos cuantos conceptos.

De vuelta en la costa Oeste, se sumerge más a fondo en el punk de las Islas y vuelve a los anuncios por palabras. The Products, segundo intento, se nutrirían de los referentes habituales (punk inglés, Dolls y Heartbreakers, etc.) pero incluirían en el repertorio a popes clásicos de ultramar como Who, Kinks y por supuesto, Rolling Stones.

«Ahí fue cuando empecé a tomarme el escribir canciones de modo más serio», reconoce Leigh. «Nos sonrió la suerte ya que durante un breve periodo tuvimos un manager que nos pagó unas sesiones de estudio, entre finales de 1980 y principios de 1981. Resultó una media broma, porque los ingenieros del estudio no sabían nada sobre punk o cómo grabarnos, que debería haber sido en directo. En cambio, hicieron que el bajo y el batería grabaran primero todas las pistas rítmicas, y luego el otro guitarra y yo doblamos nuestras partes. ¡Vamos, al revés!»

De aquellos dos años de existencia solo saldría In The Midnight Hour (1981), un EP de siete pulgadas con una versión del clásico de Pickett más tres temas propios firmados con alias, acreditados a Lee Larson and The Products. El material que se quedó inédito tendría que esperar más de dos décadas, hasta ver la luz bajo el título de Fast Music (2002). Diez temas editados en vinilo por el sello italiano Rave Up, con su equivalente en CD a cargo de Cabeza de Tornado Records, en Estados Unidos.

Leigh Gregory | Discography | DiscogsTras la disolución de The Products Leigh aparcará momentáneamente la música para dedicarse a otra de sus grandes pasiones: la literatura. Primero en la Universidad de San Diego, para viajar posteriormente a Londres en 1984 y matricularse en el City Literary Institute. Allí, estudios aparte, entrará en contacto con la efervescente escena post punk del momento. Bagaje que se traerá de vuelta a Estados Unidos, reubicándose en Hartford, Connecticut y dando forma a The Dispossessed, nombre extraído de un poema de John Berryman, uno de sus autores preferidos. Sacando de la maleta los nombres descubiertos en la pérfida Albión, el cuarteto plasmaría todas esas influencias en un magnífico elepé titulado Sister Mary (1988). Ocho temas de culto a redescubrir con urgencia, archivándolos en la misma estantería en la que descansan The Birthday Party, Crime & The City Solution y The Only Ones. Un ignoto casete de cinco temas y un single versionando el «Being For The Benefit Of Mr. Kite» del sargento pimienta completan una herencia imprescindible para el gourmet de las exquisiteces inexploradas.

Efímera como el resto de esas primeras aventuras, a su desaparición sigue un periodo en el que Leigh se centra en otra de sus facetas en ciernes, la de cantautor folk, llegando incluso a grabar un disco que finalmente, por problemas de sello, queda inédito. Cambiará de tercio nuevamente en 1991 para su tercer proyecto, Miles to Nowhere. De vuelta en San Diego, el power pop del nuevo combo se mantendría activo apenas durante un año, no dejaría registro conocido y propiciaría otro retorno de nuestro hombre al mundo universitario: «me mudé a San Francisco para estudiar poesía, escritura y literatura. Después de terminar mi curso pensé que podrían abrirse algunas oportunidades, pero no apareció nada en el horizonte, así que volví al punto de partida y trabajé en una serie de actividades de oficina». Un paréntesis durante el que combina los libros de texto con las grabaciones caseras y del que saldrá una de las mejores bandas del nuevo milenio: Mellow Drunk. Una perfecta maquinaria que supo trabajar los materiales de base con oficio, talento y precisión dignas del más delicado orfebre.

En algún punto del camino que lleva de The Church a Rain Parade (para situarnos mínimamente), Leigh metió en el crisol toda la música que llevaba escuchando y practicando desde que era un crío y la sublimó en una serie de canciones superlativas. No obstante, la génesis de la banda sería más un proyecto en solitario que otra cosa: «Mellow Drunk nació de mí grabando muchas cosas en un cuatro pistas después de mudarme a San Francisco. Comencé a trabajar nuevamente, escribiendo canciones en serio; la composición estaba mejorando tras una pausa de dos años mientras estaba estudiando. Entre 1996 y 2000 debí grabar unas cincuenta o sesenta demos y esas melodías formaron la base de gran parte del material de Mellow Drunk (…) Compré un ADAT y comencé a grabar las canciones en casa con una caja de ritmos o un metrónomo, luego pasaba las cintas a los estudios y los baterías tocaban sobre las pistas».

Un proceso artesanal, todavía sin banda fija, del que saldría Always Be Drunk (2000). De nuevo una referencia literaria -en esta ocasión, doble turno para Baudelaire- para titular su primera diana, editada -como gran parte de su producción posterior- en el propio sello de Leigh, Green Fuse. Y aunque el inicio del disco, con ese imbatible terceto que conforman «Where The Time Goes», «Independence Day» y «Everybody Knows You’re A Star» ya vale por discografías enteras, el resto raya a similar altura. Once joyas (diez propias más una versión de The Orchids) sin desperdicio que fueron notablemente recibidas en su momento, en una coyuntura favorable a todo aquello que pudiera incluirse, ni que fuera difusamente, en las cubetas etiquetadas como psych-rock /melodic rock / pop rock /chamber pop / West Coast rock etc.

Con el disco en la calle, el siguiente y lógico paso era reclutar músicos tanto para el directo como para establecer una formación estable cara a un segundo álbum. Los primeros en subir a bordo fueron Sean Degaetano y Stephen Cavoretto, batería y teclista de Dora Flood, una conocida banda en la escena de Frisco. Daniel Dietrick como bajista completó poco después la tripulación, pero tras algunos ensayos Leigh notó que faltaba otra pieza en el engranaje: «dado que las canciones tenían muchas capas de guitarra, además de las de doce cuerdas, como cuarteto sonábamos un poco planos. Por aquella época conocí a Rick Maymi, que tocaba en Smallstone, en Los Ángeles. No recuerdo cuándo se unió a los ensayos, pero cuando lo hizo me sorprendió que ya conociera las canciones y la mayoría de los solos de guitarra del disco, así que ¡bang! la banda quedó conformada como quinteto».

El EP Everybody Knows You’re A Star (2001), con la canción extraída del debut más cuatro temas inéditos, precedió la esperada salida de su segundo larga duración. Never Sleep at Night (2003) incidía en los postulados básicos de su sonido, entregando de nuevo un magnífico catálogo de guitarras milimétricas y melodías incontestables. Una sensible e inteligente puesta al día de las premisas del Paisley Underground con un sonido, en esta ocasión y por motivos obvios, más rico y cromático, al tiempo que -como de costumbre- de un gran nivel en lo lírico. Segundo asalto, segunda victoria.

La imagen puede contener: una o varias personas, personas tocando instrumentos musicales, personas sentadas y guitarraY si su nombre ya era vox populi en la ciudad y toda su área de influencia, no lo era menos por su propuesta en directo, convirtiéndose en habituales del circuito de clubs en San Francisco y L.A., ya fuera encabezando cartel o teloneando a visitantes como The Church, Supergrass, Luna, The Brian Jonestown Massacre, The Clientele o Trashcan Sinatras entre otros.

Paralelamente a la grabación de Never Sleep At Night, Leigh se había dejado llevar por su faceta más folk: «siempre he sido un gran fan de la música acústica, y en aquel momento se estaba reeditando mucho material del folk británico de los sesenta, era algo que se palpaba en el aire». Así pues, coincidiendo con ese revival, y con la mente puesta en músicos como Bert Jansch, Nick Drake, John Renbourn, John Fahey o Jackson C. Frank, Leigh grabaría y editaría Rest Your Weary Head (2003), su primera referencia en solitario. Uno de esos clásicos trabajos para tardes de invierno especialmente desapacibles y en el que la voz de Leigh, siempre entre la caricia y el arañazo, alcanza momentos de una rara, intensa emoción.

A partir de ahí se abrió un periodo de casi cinco años, en el que cada miembro de la banda se ocupó en diferentes proyectos. Un silencio relativo, roto solo con la edición de A Different Color On My Door (2004) y Low Life (2005), un par de EPs de interés mucho más que anecdótico hasta que en 2008 nos sorprendían con One Thousand Lights. El disco que cerraba una trilogía prácticamente perfecta, un impecable tratado de indie pop en el que las guitarras dibujan punteos y acordes de exactitud geométrica.

No hubo disolución oficial (Leigh asegura que todavía hoy siguen trabajando ocasionalmente), pero a partir de entonces serían los títulos en solitario los que permitirían seguirle la pista. Una pista iniciada ese mismo otoño de 2008 con Fairy of Ice, un pequeño pero delicioso entremés en forma de CDr single de edición limitadísima, que permitía abrir boca antes de que en 2009 nos regalara dos discos imprescindibles lanzados prácticamente al unísono: Rainy Season Never Ends ‎y 1973. El primero, escrito en el periodo 2006-2007, recupera la esencia folk de su debut acústico y lo viste con sutiles gasas eléctricas: «Awakening», «Rowena Is Queen», «Running Through The Fields», el propio tema del título…soberbias canciones que muestran a un autor de personalidad afianzada y distintiva. Pero donde nos encontramos con su particular do de pecho es con el otro álbum. Hagamos en principio que sea él mismo quien nos dé las pistas a seguir: «1973 fue un disco genial de grabar, ya que es una ópera rock. Cuenta la historia de Luke, que crece y alcanza la mayoría de edad durante 1973. (…) Decidí que cada melodía podría representar un mes diferente del año a medida que Luke crece. Fue muy divertido escribir dentro de esa estructura, ya que me encanta contar historias. Es principalmente ficción sobre cómo era crecer durante esa época, aunque la canción «Tell Me Where You Are» tiene un giro un tanto oscuro, ya que estaba leyendo sobre los asesinatos de Fred West y eso se incorporó al ciclo de canciones».

La imagen puede contener: 1 persona, tocando un instrumento musical y guitarraPersonalmente considero este disco no solo el mejor en una discografía ya de por sí sobresaliente, sino una obra maestra con todas las letras. Un álbum conceptual en el que se conjuran los espíritus de gran parte de sus influencias (Syd Barrett, Ray Davies, Ian Hunter…) y en el que Leigh da rienda suelta a todo su talento, tanto musical como literario. Escuchen esas melodías, esos arrebatos eléctricos, esos arreglos geniales en su sencillez y apuesto a que caerán rendidos ante uno de los mejores discos del nuevo siglo. Tal como suena.

Estructurando una nueva banda con la que interpretar todo ese repertorio en directo, nace entonces la Memory’s Mystic Band (enésima referencia literaria, extraída de All in The Golden Afternoon, poema de Lewis Carroll en el prefacio de Alicia en el País de las Maravillas), convirtiéndose en habituales del The Plough & the Stars, un conocido bar irlandés de San Francisco. Con el tiempo, de la formación inicial en acústico -Steven de Mellow Drunk en voz, trompeta y percusión, Darcy Vaughn en viola y su viejo amigo Burtt a la mandolina- se pasó a un clásico cuarteto de rock, con él a la guitarra, Steven a los teclados y los hermanos Ville y Jaakko Vilpponen (como Steven, ex miembros de Dora Flood) en el bajo y la batería. Bajo ese nombre ampliaría su discografía con un EP de tres temas en 2009 (Ambulance Station, versionando el clásico jacobita) y dos estupendos mini álbums: Quite Early One Morning ‎(2010) e Imaginary Clouds (2011). Un último trabajo titulado Latitudes, inacabado e inédito, puede encontrarse, como de hecho casi la totalidad de la discografía de Leigh, en su bandcamp.

Cuando la banda finalmente se disuelve, Ville y Jaakko regresan a su Finlandia natal: «Ville tenía un montón de material en el que había estado trabajando. Me pidió que escribiera la letra y que hiciera las voces para ese proyecto, así que trabajamos de forma remota y lanzamos dos álbumes con Ville escribiendo toda la música». White Sails ‎(nombre del proyecto, asimismo) en 2013 y Memory & Desire (2014) resultan un más que notable esfuerzo, complementados con un EP instrumental igualmente homónimo en el que, además de dos originales, versionaron a Black Sabbath en «Fluff» y «Laguna Sunrise».

Vendría de nuevo un periodo en blanco en lo que se refiere a material grabado hasta que el año pasado volvíamos a saber de él, primero a través de la reedición en vinilo de One Thousand Lights a cargo de Tip Top Recordings y casi al mismo tiempo, con media docena de nuevas canciones, grabadas en su estudio doméstico durante la pandemia y colgadas en bandcamp bajo el título de Midnight Light. Seis nuevos temas que de algún modo forman la base de un nuevo EP o mini álbum a editarse en breve y del que por supuesto daremos sobrada cuenta en estas mismas páginas.

Mientras, sirvan estas líneas para descubrir o recuperar a otro de esos músicos especiales, únicos, que tanto nos gusta disfrutar y compartir. Un tipo amable y cordial, culto y sobrado de talento. Un cantautor pop con mayúsculas, al que dejaremos despedir el artículo en sus propias palabras, con toda una declaración de principios: «muchas veces lo que leo se desliza en la letra de las canciones. Me gusta explorar historias y temas en mis letras y confío en que las personas que están escuchando me sigan, ya que amo la poesía y la ficción, y espero que el oyente también lo haga».

Eloy Pérez


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