Desde el momento en que se anunció que Otis Gibbs tenía nuevo disco, y que este por primera vez no iba a ser acústico, algunos nos pusimos a salivar. Él lo explicaba con su habitual verborrea, “¿Os sabéis el del cantante de folk idealista y cascado que coge un día una guitarra eléctrica de más de cincuenta años y la enchufa sin cuidado a un viejo ampli de más de sesenta tacos?” (en concreto habla de una vieja Les Paul y un amplificador Princeton Tuxedo de 1963). Pues eso es esta maravilla que responde al título de Hossier National. Porque si a sus habituales letras dirigidas a la clase obrera, que siempre nos pillan tan cerca, le añadimos un buen trabajo instrumental ¿qué podía salir mal? Exacto, nada. Gibbs engrandece su discografía con un paso que debía haber dado ya hace tiempo aunque, conociéndolo, no nos extrañaría que retornara a esos discos acústicos en los que tan cómodo está. Pero eso ya lo veremos. De momento volvemos a encontrarnos con ciudades industriales, biblias encima de la mesita de noche, alcohol, el vapor de los coches de Chicago, calles desiertas y vagabundos asesinados injustamente. El espíritu de Lee Marvin y Tony Joe White, el de Joe Hill y Billy The Kid. En definitiva, el de Otis Gibbs. Destacando en un año en el que, precisamente, el rock americano ha visto cómo se publicaban en el género bastantes discos de notable para arriba. Este, el sobresaliente, se lo gana sin problemas.
Eduardo Izquierdo