Artículos, Rutas Inéditas

El funeral de Joe Strummer

Tal día como hoy, un 22 de diciembre del 2002 fallecía Joe Strummer. Desde aquí queremos rendirle homenaje con este texto recordatorio centrado su funeral.                                                                                        “Oh, mi corazón” repetía maravillosamente Joe Strummer en una de sus canciones más emblemáticas y más ligadas a nuestro país, sin saber que apenas dos décadas después su corazón se iba a detener sin ninguna explicación ni monición previa.

Siendo uno de los principales faros del movimiento punk en Inglaterra, no fue John Mellor un cultivador de la máxima vive-deprisa-muere-joven. De hecho el día anterior había estado con su familia brindando con champán en el Groucho y lo último que hizo antes de morir fue sacar a sus tres perros. Ninguna conducta de riesgo ni de velocidad vital. Estaba en forma, llevaba una vida sana, solo comía pescado… Su esposa Lucinda se lo encontró aparentemente dormido en el sofá sobre las cuatro de la tarde cuando llegó de hacer las compras navideñas el domingo 22 de diciembre de 2002. Intentó despertarlo primero, reanimarlo después, pero fue en vano: Joe Strummer había muerto. Una extraña enfermedad congénita cardiaca propició que cumpliera al menos dos de las tres máximas del punk. Porque había cumplido 50 años en agosto y seguro que su cadáver fue bonito.

The Elgin

El funeral fue de carácter privado y se celebró el penúltimo día del año en el West London Crematorium de la capital inglesa. Hasta allí llegó el cortejo fúnebre tras pasar por lo que otrora fue el Elgin Pub, en Ladbroke Grove, donde solía tocar con su banda veinticinco años atrás, cuando le cantaban a Janie Jones o versionaban oscuros hits de la música reggae. Precediendo el cortejo, una veintena de bomberos presentaban sus respetos y su agradecimiento por el apoyo prestado por el cantante apenas un mes antes durante su huelga, en lo que fue su penúltimo concierto. Aquel 15 de noviembre de 2002, Strummer estaba en Acton Hall al frente de los Mescaleros, respaldando las protestas de los bomberos en huelga, y Mick Jones se encontraba entre el público. Durante el bis, mientras atacaban “Bankrobber”, Jones su subió al escenario y cantó “White Riot” y “London’s Burning” con Strummer, casi veinte años después de la última vez que lo hicieran juntos.

No solo el cuerpo de bomberos mostró su respeto por el músico caído. En el tanatorio de Somerset, donde descansó su cuerpo hasta el día del funeral, unos altavoces emitieron música día y noche como homenaje. La policía se presentó allí debido a las quejas de los vecinos, mas al enterarse de quién era el fallecido, no solo no pidieron que apagasen la música sino que dejaron una guardia de dos hombres permanentemente fuera del tanatorio. La policía, a la que le cantara en sendas versiones, “Police and thieves” y “Police in my back”, se encargaría de escoltarle en su último viaje. Guiños del destino.

Los cientos de fans que se congregaron en el West London Crematorium ese lluvioso lunes pudieron seguir la ceremonia gracias a que se dispuso un equipo de sonido en el exterior del recinto. Presidido por su esposa Lucinda y sus hijas, el funeral de Joe Strummer contó con la presencia de sus compañeros de los Clash, su antigua novia y posteriormente jefa de Rough Trade Jeannette Lee, Mark Berry de los Happy Mondays, Chrissie Hynde, Courtney Love, el fotógrafo Bob Gruen o Jim Jarmusch, quien le había tenido a sus órdenes —dándole el personaje de Johnny/Elvis en Mystery train (1989)—, entre otros. Dentro de la capilla, donde no cabía un alfiler, se dispuso una guitarra acústica cubierta de flores en la pared frontal y, en el centro, la leyenda “R.I.P. Joe Strummer – Heaven Calling 1952-2002”. De Londres al cielo. Al son de un grupo de gaiteros que interpretaba “The mist covered mountains of home”, un clásico del folclore escocés que también sonó en el funeral de Kennedy, entró solemne el ataúd. Pegatinas con diferentes claims lo adornaban: “Question authority” (“Cuestiona la autoridad”), “Musicians can´t dance” (“Los músicos no pueden bailar”), “Vinyl rules” (“El vinilo mola”) o “Get it, hold on, sit down, shut up” (Entra, espera, siéntate, cállate”). El actor y bhumorista Keuth Allen —padre a la sazón de Lily Allen y de Alfie Allen, conocido por dar vida al pobre Theon Greyjoy en Juego de Tronos— depositó un sombrero de cowboy sobre el féretro.

Una vez comenzada la ceremonia, la primera canción que sonó fue “White man in Hammersmith Palais”, una de las favoritas de Strummer, publicada como adelanto de su segundo álbum en junio de 1978. Ska, punk, Jamaica y los Four Tops, un cóctel perfecto para un adiós. Luego, el hombre de la icónica portada de London Calling, el bajista Paul Simonon, tomó el micro y habló sobre los comienzos de su amistad con Strummer. Se trasladó al año 1976 en Portobello, a una conversación entre él y Joe acerca de las gafas de sol de espejos, como las que portaba Jimmy Cliff en The Harder They Come. Joe solo le veía ventajas a ese tipo de gafas, así que, ni corto ni perezoso, se metió en una tienda donde las vendían y salió con sus gafas de sol relucientes. Simonon no tenía dinero, y Strummer acababa de cobrar su cheque de la seguridad social. Cuando comenzaron a andar para coger el metro hasta el local de ensayo, Joe hurgó en su bolsillo y le dijo: “Toma, te he comprado unas a ti”. Strummer se gastó el poco dinero que tenía en regalarle las gafas a su compañero. La historia elevó a flor de piel las emociones de los presentes. A lo largo de la ceremonia, Anna, una de las primas de Joe, leyó un poema del poeta escocés Sorley MacLean, y Keith Allen leyó la letra de una canción sobre Nelson Mandela que el músico había finalizado recientemente para apoyar la lucha contra el SIDA en Sudáfrica. Se escucharon dos canciones más: un blues grabado por Joe con su acústica en una demo casera y “From Willesden To Cricklewood” —o sea, el trayecto que recorría el joven Strummer para comprar cannabis por el barrio que amó—, canción que escribió y grabó con los Mescaleros tres años antes de su muerte.

Antes de dar por concluida la ceremonia, el conductor de la misma invitó a los asistentes a pasar junto al ataúd y decirle unas últimas palabras a Joe, mientras sonaban los acordes de “Wandering Star”, maravillosa composición de Lerner y Loewe.

“Heaven is goodbye for ever, it’s time for me to go

I was born under a wandrin’ star”

“El cielo es un adiós para siempre, es hora de que me vaya

Nací bajo una estrella errante”

Su cuerpo fue incinerado y las cenizas entregadas a su familia.

Texto: Juan Carlos León  (autor de los libros “¿Quién cantará en tu entierro?» (2018, JotDown Books) y “Mujeres con nombre de canción» (West Indies, 2019)

 

 

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