Encuentros

Old Kerry McKee, el lado folk del death metal

 

Foto: Simon Blomberg

Es un nombre ficticio, una etiqueta para personaje fascinado por el entorno rural, los hombres huidizos de su pasado y los que tratan de reinventarse y adaptarse al medio con sus propios recursos. Es alguien que observa, con una nostalgia recreada, las montañas de los Apalaches y sus habitantes. A los hobos escurridizos y los moonshiners que templan canciones con aguardiente.

Una persona amable y preocupada por la comodidad de quien no cesa en bombardearle con preguntas sobre su vida y obra, y a quien responde con felicidad sobre la tristeza y oscuridad que se oculta tras sus canciones. Bebe sorbos de una copa vino y hasta deja oír el descorche de una botella situada fuera de plano.

Tiene una de las voces más desgarradas que he oído en mucho tiempo y la sinceridad que desprende su música abruma hasta el hipnotismo. Él lo define como folk crudo, pero detrás de cada canción está toda la historia del rock.

He oído que este proyecto procede de una banda de Death Metal…

Suele decirlo mucha gente, pero no es del todo cierto. Toqué durante diez años en una banda de Death Metal. Ésto es un proyecto a parte con una filosofía distinta.

Empecé a escucharte de manera digital, entré en Spotify y fui a tu primera referencia, que es Black Birds (2011). Me llamó mucho la atención oír el sonido de una aguja rascando el vinilo, no solamente entre canción y canción, sino que el efecto parece prolongarse a lo largo de los cinco temas.

Sí. Nace de algo que hago de manera natural. Al ser un músico solitario, entre canciones y para no crear ese silencio incómodo, suelo poner música directamente desde discos de vinilo. Me da tiempo a afinar tranquilamente, descansar y beber, o incluso cambiar de guitarra si es necesario.

¿Y qué es lo que suena ‘entre canciones’?

Pues, como llevo un plato de vinilo, llevo discos de toda clase, desde folk antiguo o viejos bluesman a cantantes como Billy Holiday. Es algo que me relaja y que va acorde con el espectáculo, además a la gente siempre le ha gustado.

Foto: Simon Blomberg

Así que ¿eres como un disc-jockey en tu propio concierto?

Si, exactamente. Pongo discos que selecciono para ese día y que complementan a mis canciones en mi propio concierto.

Al escucharte he experimentado un halo de tristeza, incluso de oscuridad en tus canciones y en tu voz. Algo frágil, pero a la vez longevo y resistente a ese dolor. Ha sido, especialmente, en temas como <Hemlös>. ¿Qué hay de cierto en estas sensaciones que he tenido?

La mayoría de mis canciones, por lo menos las primeras, contienen mucha tristeza. No estoy seguro, pero…por ejemplo el tema que mencionas, <Hemlös>, es un poema de un poeta sueco que decidí traducir al inglés y adaptarlo a una canción. Es un poeta con atmósferas tristes y oscuras. Es, de hecho, mi poeta favorito. Mi música es una mezcla de distintos personajes y de mí mismo. Hay partes de mi vida que no son alegres. Por ejemplo, no tuve una buena relación con mi madre mientras vivía y estos personajes que me envuelven me ayudan a identificarme y a organizar mis sentimientos.

Después, y siguiendo el orden cronológico escuché A letter to a Sick (2014). Valoré la posibilidad de que fuera un álbum conceptual, que girara en torno a un único tema, a juzgar por los títulos y, más profundamente, por las letras…

No, son temas distintos. <Cancer> hace referencia un tema político y a la derecha europea y actos racistas que se cometen. <Blues for Her> es una canción de amor, o de desamor, o como se le quiera llamar. Letter to a Sick es sobre mi madre, otra vez. Murió, y eso la convierte en un tema recurrente en mis canciones. No creo que sea un concepto sino diferentes conceptos en una misma línea.

En <Blues for Her> se oye un piano, también un bajo, y creo que es la primera canción en la que escucho más instrumentos… más allá de los que utilizas como artista solitario….

Sí, a partir de esa canción decido sonar distinto. De hecho, entre <A letter to a Sick> y el anterior Black Bird existe otro álbum que ya no está en Spotify, y que es el disco que supone el inicio de esa transición instrumental, se titula Wooden Songs. Durante esos días compré una casa vieja en el campo, donde tuve mucho tiempo y espacio para grabar y añadir instrumentos. Así que Wooden Songs es el álbum perdido que conecta Black Birds con Letter to a Sick.

Tu nuevo trabajo se titula Mono Secular Sounds (2020) ¿Cómo has planteado éste nuevo disco?

He utilizado más instrumentos, algunos los he tocado yo mismo, a excepción de unas colaboraciones de un amigo mío, que es el cantante de la banda Horisont, y que vive muy cerca de mi casa, así que muchas veces trabajamos juntos en distintas canciones. Ha tocado el piano, algún sintetizador y coros en una canción.

Y una de las sorpresas del nuevo trabajo es el más que conocido <The House of The Rising Sun>, de una manera distinta y casi huyendo de patrones…

Quería hacer esa vieja canción y quería hacerla de una manera distinta. Recuerdo cuando mi padre me enseñó a tocar esa canción y pensé que ahora sería una manera de cerrar un círculo, hacerla de nuevo, pero aportando mi propia personalidad.

En las últimas grabaciones pareces llegar a otro nivel de composición, arreglos y de ejecución. ¿de qué manera compones ahora, o qué es lo que ha cambiado para llegar a ese sonido distinto?

Cuando planteé mi carrera en solitario, como músico de blues y de un folk crudo, pretendí desvincularme de mis proyectos anteriores y de cualquier sonido parecido al metal. Años más tarde, incluso después de 3 años sin tocar, una banda de amigos, Avatar, con un sonido muy metal me invitaron a girar con ellos para abrir sus conciertos. Fue ahí, al volver a trabajar con ellos cuando esos sonidos tan familiares para mí volvieron a mi cabeza y parecían encajar en mis nuevas canciones. En un principio me resistí, pero finalmente dejé que las cosas fueran tal y como las sentía y que lo hicieran de una manera natural.

A un nivel más personal, lo que más me atrae de tu obra es la conexión con esos iconos americanos, hillbillys de las montañas, granjeros de áreas rurales, la esencia del hobo en busca de la vida sencilla y el descubrimiento de su propia tierra. Por todo esto me pregunto ¿de dónde procede esa conexión tan esencial con estos iconos que se percibe en tu música?

Me fascina todo lo americano, principalmente del siglo XIX. No únicamente la música, sino el paisaje, las costumbres, la arquitectura e incluso el mobiliario sencillo y rural. El blues, los hobos, los viejos discos, la manera de cantar.

Texto: Mario Silvestre

 

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